El acceso limitado a alimentos adecuados y apoyo multidisciplinario representa un gran desafío para el manejo nutricional en pacientes con enfermedades reumáticas, especialmente en adultos mayores.
En el conversatorio “Vida activa con enfermedades reumáticas: Aprendiendo a cuidarnos mejor”, organizado por la Revista Medicina y Salud Pública, se compartieron herramientas útiles para el manejo diario de condiciones inflamatorias crónicas. Uno de los temas centrales fue la alimentación y su potencial como terapia complementaria en este tipo de patologías.
La Lcda. Jarelys Vélez, nutricionista del Hospital Damas de Ponce, señaló que “siempre es importante poder identificar las distintas condiciones de salud que tiene cada paciente para poder hacer una recomendación nutricional y ser asertivos”.
Asimismo, la especialista señaló que, en el contexto de las enfermedades reumáticas, resulta fundamental promover una alimentación balanceada, especialmente reduciendo el consumo de alimentos altamente procesados, azúcares simples y embutidos. Destacando la importancia de que cada paciente identifique qué alimentos tienden a agravar sus síntomas y se anime a realizar pequeños cambios en su dieta cotidiana.
“Ya cuando hablamos de estas enfermedades reumáticas, pues estamos hablando mucho de una alimentación balanceada, lo que sería evitar alimentos que sean altamente procesados, los azúcares simples, hablamos también sobre los embutidos, cómo ir cambiando lo que puede ser, por costumbre, una alimentación típica de un puertorriqueño”.
Además, la experta hizo énfasis en la necesidad de adaptar las recomendaciones alimentarias según las características individuales de cada paciente, considerando sus diagnósticos y respuestas específicas a los distintos alimentos.
“No todos los pacientes tienen la misma respuesta con los distintos alimentos, así que en esa primera intervención es importante primero conocer los distintos diagnósticos para entonces poder hacer recomendaciones más específicas”, afirmó.
Recordó también que una alimentación balanceada es un punto de partida esencial para el manejo de enfermedades crónicas, ya que contribuye a prevenir complicaciones a largo plazo como la obesidad, la cual puede afectar significativamente la calidad de vida.
Además, la licenciada Vélez advirtió que, en el caso de los pacientes de edad avanzada, surgen desafíos adicionales relacionados con su capacidad para alimentarse adecuadamente.
“Ahí podemos observar ya otros desafíos. Por la edad, muchos de estos pacientes también tienen problemas en la dentición, en la dentadura, vemos el turismo parcial o total, donde ya no pueden hacer las actividades o tareas cotidianas como preparar sus alimentos, tener acceso a la compra de los alimentos que pudieran ayudar a mejorar su condición de salud”, señala.
Además, indicó que estas limitaciones pueden llevar a una dieta reducida a preparaciones fáciles y rápidas, lo que incrementa el riesgo de deficiencias nutricionales, especialmente de proteínas. Enfatizando la importancia de la intervención del equipo multidisciplinario, incluido el trabajo social, para identificar a los pacientes en mayor situación de vulnerabilidad, quienes muchas veces no acuden por cuenta propia a consulta. .
Asimismo, existen diversas estrategias para mejorar su nutrición, desde la modificación de la consistencia de los alimentos hasta el uso de suplementos, con el fin de evitar un mayor deterioro en su estado general de salud.
Por ende, la experta subraya que en estas edades avanzadas aparecen otras condiciones que requieren atención integral, más allá de la enfermedad reumática o inflamatoria.
“Ya en esas edades se ven otras comorbilidades como la diabetes, hipertensión, entre otras, y hay que trabajar tratando de ayudar su salud en general”. Sin embargo, enfatizó que el principal desafío continúa siendo el acceso a los servicios, por lo que es necesario seguir trabajando en mejorar la cobertura y el diagnóstico oportuno en esta población.
Finalmente, la nutricionista enfatizó la importancia de mantener una dieta balanceada, tomando como referencia modelos como "Mi Plato" o la dieta mediterránea. Es fundamental incluir variedad de todos los grupos alimenticios, asegurando la presencia de frutas, vegetales, cereales integrales, carnes magras como pollo, pavo y pescado, este último por sus beneficios en ácidos grasos omega.
También destacó la inclusión de grasas saludables y lácteos sin azúcares añadidos ni grasas saturadas. Además, resaltó la importancia de que los pacientes identifiquen aquellos alimentos que puedan exacerbar sus síntomas y recomendó llevar un registro de ingesta para facilitar la personalización de las recomendaciones nutricionales.
Algunos pacientes son especialmente sensibles a ciertos alimentos, como las carnes rojas y el alcohol, este último puede incluso interferir con la eficacia de los medicamentos y agravar la inflamación. "Tratar de guiarlo a través de un registro de alimentos y que ellos puedan también identificar las emociones y los síntomas que generan cuando los consumen y de esta forma, hacerles siempre un plan personalizado", concluyó.