Burnout afecta a terapeutas en contexto comunitario y compromete adherencia terapéutica en esquizofrenia

El acompañamiento comunitario en la esquizofrenia no solo implica la intervención clínica, sino también la creación de vínculos, rutinas y espacios seguros en el entorno cotidiano del paciente.

Mariana Mestizo Hernández

    Burnout afecta a terapeutas en contexto comunitario y compromete adherencia terapéutica en esquizofrenia

    La esquizofrenia continúa siendo una condición que representa un desafío tanto médico como social. Para las personas diagnosticadas y sus familias, los estigmas persistentes y las barreras sociales dificultan no solo el acceso a tratamientos adecuados, sino también la construcción de entornos de apoyo. 

    En contextos comunitarios, uno de los primeros retos es establecer un marco terapéutico claro, entendido como "el conjunto de reglas que debe haber para que se dé un proceso de terapia o de ayuda", en palabras del Dr. Néstor Portalatín Luiggi, psicólogo clínico y coordinador del programa de Tratamiento Asistido de la Comunidad de Assmca.

    Crear redes, espacios y vínculos significativos

    Además de los obstáculos estructurales, uno de los desafíos más complejos en el abordaje comunitario de la esquizofrenia es establecer un marco terapéutico en entornos no clínicos. En un consultorio, las reglas suelen estar claras: el paciente llega a determinada hora, comparte un tiempo delimitado y existen normas sobre lo que se permite o no durante la sesión. Sin embargo, en el trabajo comunitario, ese marco debe construirse en la casa del participante, lo cual implica negociar límites dentro de un espacio íntimo y ajeno. 

    "Estás llegando a la casa del participante a establecer reglas, y esa parte quizás está más compleja, porque tú estás poniendo reglas en la casa de otra persona, y a eso a nadie le gusta, por ejemplo", explica el psicólogo clínico.

    Uno de los primeros retos, dice, es lograr condiciones mínimas de privacidad para poder conversar con la persona o su familia. A esto se suman las dificultades geográficas, que limitan el acceso a muchas comunidades. En su experiencia, contar con un facilitador que también actúa como conductor ha sido clave para llegar a zonas remotas. Sin embargo, incluso cuando se logra el acceso, el desgaste emocional del equipo de salud mental es una realidad que no siempre se visibiliza. 

    "El riesgo de burnout es alto. Sí, les ocurre a los familiares, pero también a los terapeutas. Si estás viendo a múltiples participantes que están presentando síntomas, a lo largo del día y del mes puede ser agotador", afirma. Las rutinas semanales, explica, cumplen una doble función: permiten organizar lo administrativo y también escuchar al equipo, identificar señales de agotamiento y buscar soluciones colectivas.

    La comunidad como agente de apoyo

    Otro eje central del trabajo comunitario es la creación de espacios que promuevan el vínculo social. Además de realizar actividades como ferias de salud o mesas informativas, el equipo también acompaña a los participantes a espacios culturales o recreativos. Visitar un museo, compartir una comida o jugar dominó pueden parecer gestos simples, pero tienen un valor profundo en la lucha contra el aislamiento.

    "Si tú conoces a tu amigo o a tu tío que quizás tiene algún síntoma o quizás tiene el diagnóstico de esquizofrenia y está en una fiesta, invítalo, quizás un ratito a compartir, a jugar el dominó, a tener una conversación. Quizás tú no lo entiendas, no vas a entender todo lo que diga, pero vas a entender algunas partes", comenta el galeno.

    Entender no siempre es posible, pero respetar, sí. "Me siento incómodo, no está diciendo cosas que me suenan coherentes, pero esa es su realidad. Quiero entenderla, quiero respetarla, y creo que eso es bien importante", agrega.

    Por su parte, la Dra. Luz Morales Cruz, psicóloga clínica de la PHSU, destaca que uno de los mayores retos recae en el profesional mismo: cómo logra insertarse en la comunidad y activar todos los recursos disponibles que puedan aportar en la reintegración de la persona con esquizofrenia, tanto a nivel social como comunitario. "Por ejemplo, comunidades que tengan líderes que quizás conozcan de grupos de apoyo. Otras personas quizá en la comunidad necesitan involucrarse en actividades donde se sientan identificados, comprendidos", comenta.

    Desde su experiencia, el trabajo psicológico en campo permite observar directamente el entorno cotidiano de cada participante y entender su sistema de relaciones, lo que a su vez facilita un abordaje más contextualizado.

     "Cuando hacemos psicología y vamos a la comunidad, podemos comprender cuál es el sistema, cuál es la mirada diaria en su comunidad que tiene este paciente y cómo nosotros podemos apoyarnos de esos recursos en la comunidad o traer otros profesionales que quizás se adentran en estas comunidades para poder facilitar el fomentar las habilidades sociales que a veces en estas personas se ven limitadas", explica.

    Signos de alerta: lo que el entorno puede observar

    Esa red de apoyo no se limita al equipo clínico, sino que también se teje con actores clave del territorio, especialmente en zonas rurales o de difícil acceso a servicios médicos o psicosociales. Como menciona otro de los profesionales del equipo, "ese personal que está en la comunidad puede ser ese agente, ese ente de ayuda que quizás nos promueva el bienestar de esta persona".

    Otro aspecto relevante es el papel de la comunidad en la identificación temprana de señales de alerta. El Dr. Francisco Ramos, psicólogo clínico y docente en la PHSU, subraya que incluso acciones simples pueden marcar la diferencia en el manejo de la esquizofrenia

    Desde su experiencia tanto en la clínica como en el ámbito académico, explica que "una de las señales principales que tenemos que estar pendientes cuando un paciente quizás va a empeorar [...] es el sueño. Estos pacientes usualmente tienen dificultades para dormir cuando empiezan a empeorar".

    También hace referencia a otros indicios sutiles pero significativos, como la conducta desorganizada, mirar constantemente por las ventanas o mostrarse distraído, así como el descuido en el aseo personal. "Cómo se está cuidando, se está aseando, se está bañando, se está peinando, se está arreglando. Muchas veces señales como esas pequeñas, cada uno de nosotros podemos identificarlas", indica.

    Intervención temprana y trabajo en red

    En ausencia de una red familiar sólida, existen alternativas que pueden ofrecer acompañamiento. El Dr. Ramos menciona, por ejemplo, las líneas de manejo de casos disponibles en algunos planes médicos, que permiten hacer seguimiento semanal o bisemanal al paciente. Asimismo, destaca el valor del trabajo social en ciertas comunidades, especialmente cuando se trata de ofrecer apoyo continuo a quienes no cuentan con un entorno que los sostenga.

    Asimismo, el experto destacó la importancia de establecer vínculos oportunos entre el paciente, sus cuidadores y los profesionales de la salud mental. Reconoció que algunas personas cuentan con redes familiares de apoyo, mientras que otras enfrentan este proceso en soledad. 

    En ese sentido, afirmó que "esos servicios pueden ser claves en el momento de tratar de prevenir que esa fase activa se convierta en una peor y luego culmine en una hospitalización". Insistió en que, si los signos de alerta se identifican de forma temprana, es posible activar un abordaje integral acudiendo al psiquiatra, dialogando con el psicólogo que permita manejar la situación sin llegar a una crisis mayor.



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