El miedo al rechazo y la discriminación la llevaron a ocultar su condición durante años, un esfuerzo que consumió sus energías y derivó incluso en un episodio de depresión mayor.
Gabriela Pintado del Moral, abogada especializada en propiedad intelectual de 40 años, residente en Bayamón, Puerto Rico, comparte su testimonio como paciente con trastorno esquizoafectivo, condición que le fue diagnosticada hace más de una década cuando se encontraba en plena formación profesional.
Lo que comenzó como un periodo de intenso estrés entre los 26 y 27 años, durante sus estudios de derecho, sumado a complicadas situaciones familiares relacionadas con la salud de sus seres queridos, derivó en un proceso que ella misma describe con crudeza: "Fue un proceso bastante largo porque para llegar a un diagnóstico esquizoafectivo tienen que pasar más de dos episodios psicóticos".
El proceso de reconocimiento de su condición fue complejo, como suele ocurrir en estos casos. Gabriela relata cómo se manifestó su primer episodio:
"En los inicios yo no me daba cuenta porque una característica de esta condición es que al principio, cuando uno está empezando un episodio psicótico, uno no tiene introspección", indica. "Realmente quienes me señalaban que algo estaba mal, eran mis allegados".
El periodo previo al diagnóstico estuvo marcado por múltiples factores estresantes que, combinados con una predisposición genética, crearon el escenario perfecto para el desarrollo de la condición.
Gabriela explica este proceso: "Básicamente yo pasé por, como unos tres a cuatro años de estrés prolongado por diversas situaciones en mi familia, de salud, estaba en la escuela de derechos, muchas cosas pasando en mi vida al mismo tiempo y no busqué ayuda a tiempo para canalizar todo ese estrés. Además ya tenía predisposición genética".
El momento de recibir el diagnóstico cambió su vida por completo. Gabriela recuerda ese instante: "Primero, yo no sabía ni qué era una psicosis, me tuve que educar, tuve que buscar información".
La carga emocional fue abrumadora: "Uno tiene la imagen de los medios tradicionales de lo que es la psicosis y la esquizofrenia y uno piensa básicamente que la vida se terminó, que iba a estar incapacitada por el resto de mis días y fue bien duro".
Ahora bien, Gabriela comenta cómo el estigma la impactó y afectó su calidad de vida: "Siempre he dicho que me hizo más daño el estigma y el autoestigma que la misma condición".
Este temor la llevó a ocultar su diagnóstico durante años: "Yo al principio no le decía a nadie de mi condición, perdía mucha energía en esconder mi diagnóstico, incluso el estigma fue tan poderoso que me dio una depresión mayor ".
Hoy, Gabriela mantiene una rutina de cuidados estrictos: "Adherencia a los medicamentos, adherencia al tratamiento y dormir las ocho horas es importante para una persona con mi trastorno".
Sobre su tratamiento farmacológico, afirma: "Los medicamentos para mí han sido mi salvación porque es lo que me permite llevar una vida normal. Esto es una condición como cualquier otra, el medicamento te ayuda a conservar esa normalidad".
Para quienes reciben un diagnóstico similar, Gabriela aconseja: "Que busquen ayuda, no están solos, aprovechen esta coyuntura histórica en cuanto a la apertura para hablar de la salud mental y busquen un grupo de apoyo y ayuda farmacológica. No es una sentencia de muerte".