La melorreostosis es una enfermedad ósea inusual que suele presentarse en la infancia, pero en este caso se diagnosticó en la adultez.
Un hombre de aproximadamente 30 años consultó por dolor persistente en la rodilla derecha, de origen no traumático, con una evolución progresiva a lo largo de siete años. El dolor se intensificaba al permanecer sentado por períodos prolongados y durante la noche, lo que interfería en su calidad de vida, su movilidad y su descanso. No presentaba antecedentes médicos de relevancia, aunque era fumador activo.
La exploración física reveló un rango articular limitado, con movilidad entre los 5 y los 120 grados. Se evidenció sensibilidad importante y dificultad para la flexión y extensión completas, lo que afectaba su marcha y la capacidad para subir escaleras.
Las radiografías simples mostraron una anomalía esclerótica de contornos irregulares pero bien definidos, localizada en la porción proximal de la tibia derecha, con extensión al compartimento tibiofemoral lateral. Adicionalmente, se identificaron múltiples focos escleróticos homogéneos en la rótula y el cóndilo femoral lateral.
La resonancia magnética evidenció un engrosamiento cortical marcado y realce sinovial, compatibles con un pinzamiento mecánico crónico y una inflamación secundaria. Las imágenes en T1 y T2 confirmaron la afectación de la diáfisis tibial media y el compromiso del compartimento articular lateral adyacente al complejo ligamentoso lateral.
La tomografía computarizada mostró una hiperostosis lobulada con un patrón tubular serpiginoso hipointenso en la meseta tibial lateral y la cara lateral de la diáfisis tibial proximal, hallazgos característicos de melorreostosis.
Se realizó una biopsia para descartar otras patologías escleróticas óseas. La histología reveló hueso esclerótico con actividad osteoblástica y canales vasculares dilatados, sin evidencia de malignidad ni atipia celular. Estos hallazgos fueron consistentes con melorreostosis.
Dentro del diagnóstico diferencial se incluyeron osteoblastoma, osteopikilosis, osteopatía estriada y miositis osificante, patologías que comparten ciertos rasgos radiográficos y clínicos. No obstante, la integración de la clínica, las imágenes y la histología permitieron confirmar el diagnóstico definitivo de melorreostosis.
Se llevó a cabo una reunión multidisciplinar para determinar el mejor plan terapéutico. Aunque inicialmente se contempló un manejo conservador, el dolor incapacitante y la progresión de la lesión motivaron la indicación quirúrgica.
La intervención consistió en la resección de la protuberancia ósea por encima de la línea articular, conservando el menisco y realizando la resección hasta el hueso cortical a un centímetro por debajo de la articulación.
En el seguimiento a dos meses, los autores (Ali SNO et al) señalan que el paciente refirió mejoría en la movilidad y una notable disminución del dolor. No obstante, tanto él como el equipo médico reconocen que, ante una posible progresión, la artroplastia de rodilla podría ser necesaria a largo plazo. Por este motivo, se estableció un protocolo de seguimiento semestral con estudios radiográficos para evaluar la evolución de la enfermedad y planificar intervenciones futuras si se identificara recurrencia.
La melorreostosis es una displasia ósea inusual, descrita por primera vez por Leri y Joanny en 1922, que se caracteriza por un patrón esclerótico en las imágenes con apariencia de "cera derretida". Su baja incidencia y presentación variable dificultan el diagnóstico, especialmente cuando afecta de forma aislada a articulaciones como la rodilla, como en el presente caso.
La literatura reporta que la melorreostosis suele comprometer los huesos largos, con síntomas que incluyen dolor, rigidez y limitación funcional. Sin embargo, la afectación exclusiva de la rodilla es infrecuente y ha sido escasamente documentada. En estos escenarios, las imágenes por TC y resonancia magnética son fundamentales para diferenciar esta entidad de otras enfermedades escleróticas, como osteomas, osteopatías estriadas o infartos óseos.
Aunque la histopatología no ofrece hallazgos específicos, es útil para descartar lesiones malignas o infecciosas. En este caso, el abordaje quirúrgico estuvo respaldado por la literatura, que sugiere que la resección de las lesiones escleróticas puede mejorar la función y aliviar el dolor en pacientes seleccionados.
El tratamiento médico se centra principalmente en el control sintomático con antiinflamatorios no esteroideos, fisioterapia y, en algunos casos, bisfosfonatos o antagonistas del calcio. No obstante, ningún tratamiento farmacológico ha demostrado modificar el curso de la enfermedad.