Cryptococcus neoformans, un hongo presente en suelos con excrementos de aves, especialmente palomas, es la causa principal de la meningitis fúngica.
La meningitis fúngica es una infección grave que provoca la inflamación de las meninges, las membranas que recubren el cerebro y la médula espinal.
A diferencia de la meningitis viral o bacteriana, esta variante es causada por hongos y no se transmite de persona a persona. Su desarrollo suele ser más lento, pero puede ser igualmente mortal si no se diagnostica y trata a tiempo.
El principal agente causante de la meningitis fúngica es Cryptococcus neoformans, un hongo que se encuentra en suelos contaminados con excrementos de aves, especialmente palomas.
Otros hongos que pueden provocarla incluyen Candida, Aspergillus e Histoplasma capsulatum. La infección ocurre cuando las esporas de estos hongos son inhaladas, llegando primero a los pulmones y, en algunos casos, diseminándose al sistema nervioso central a través del torrente sanguíneo.
Según lo registrado en "El Tiempo", aunque cualquier persona puede desarrollar meningitis fúngica, los pacientes con sistemas inmunitarios debilitados son los más vulnerables.
Esto incluye a personas con VIH/SIDA, diabetes no controlada, cáncer, trasplantes de órganos o aquellos en tratamiento con fármacos inmunosupresores. Sin embargo, la enfermedad puede afectar a individuos sin condiciones médicas previas conocidas.
Los síntomas iniciales de la meningitis fúngica pueden confundirse con los de otras infecciones menos graves. Estos incluyen fiebre persistente, dolor de cabeza intenso, rigidez en el cuello, náuseas, vómitos y sensibilidad a la luz.
A medida que la enfermedad avanza, pueden presentarse alteraciones neurológicas como confusión, convulsiones y, en casos extremos, coma. En bebés y niños pequeños, los síntomas pueden ser más difíciles de identificar, manifestándose como irritabilidad, letargo o rechazo a la alimentación.
El diagnóstico se realiza mediante punción lumbar para analizar el líquido cefalorraquídeo, donde se buscan anticuerpos o material genético del hongo. También pueden utilizarse pruebas de imagen como tomografías o resonancias magnéticas para evaluar la inflamación cerebral.
El tratamiento consiste en antifúngicos potentes administrados por vía intravenosa, como anfotericina B y fluconazol, durante semanas o incluso meses. En pacientes inmunocomprometidos, puede ser necesario un tratamiento de mantenimiento prolongado para prevenir recaídas.
El pronóstico depende de la rapidez del diagnóstico y del estado inmunológico del paciente. Sin tratamiento, la meningitis fúngica es casi siempre mortal. Incluso con terapia adecuada, puede dejar secuelas neurológicas como pérdida de audición, problemas de memoria o dificultades motoras.
No existe una vacuna contra la meningitis fúngica, por lo que la prevención se centra en reducir la exposición a hongos.
Esto es especialmente importante para personas con sistemas inmunitarios débiles, quienes deben evitar áreas con alta concentración de aves, construcciones con humedad o acumulación de materia orgánica en descomposición.
Mantener un buen estado de salud general y controlar enfermedades crónicas como la diabetes también reduce el riesgo.