Mala alimentación compromete función tiroidea al privar de yodo, selenio y nutrientes esenciales: Experta

Especialista explicó cómo la tiroides influye en el peso corporal y compartió pautas prácticas de alimentación, actividad física e hidratación para pacientes femeninas con trastornos tiroideos.

Laura Guio

    Mala alimentación compromete función tiroidea al privar de yodo, selenio y nutrientes esenciales: Experta

    A nivel global, se estima que entre el 5 % y el 10 % de las mujeres pueden presentar algún grado de disfunción tiroidea a lo largo de su vida, con mayor incidencia a partir de los 40 años.

    Por eso, en el marco del Evento Rosa: Mujeres entendiendo mujeres, organizado por el Hospital Universitario Mayor Mederi, y cubrimiento especial de la revista Medicina y Salud Pública, se tuvo una conversación con la Dra. Olga Pinzón, nutricionista clínica de la Universidad Nacional de Colombia, sobre la función tiroidea, su vínculo con la obesidad en la mujer y las estrategias integrales que contribuyen a un estado nutricional y metabólico óptimo.

    La tiroides y su función en el metabolismo

    La tiroides es una glándula en forma de mariposa ubicada en la parte anterior del cuello. Su función principal consiste en producir las hormonas tiroideas (T3 y T4), encargadas de regular el metabolismo energético y celular.

     Estas hormonas influyen directamente en procesos como el consumo de oxígeno, la producción de calor, el ritmo cardíaco y la velocidad de digestión.

    Según la Dra. Pinzón, la actividad de la tiroides actúa como "el termostato del cuerpo", ya que modula el gasto energético y el equilibrio de peso.

    En Colombia, estudios recientes sugieren que cerca del 7 % de las mujeres en edad reproductiva muestran alteraciones tiroideas subclínicas, extensión que aumenta a medida que avanza la edad y en presencia de comorbilidades como la obesidad o enfermedades autoinmunes.

    Obesidad y disfunción tiroidea: Una relación recíproca

    La relación entre la función tiroidea y el exceso de peso es compleja y bidireccional. Por un lado, el hipotiroidismo—deficiencia de hormonas tiroideas—reduce la velocidad del metabolismo basal, facilita la retención de líquidos y favorece el incremento de tejido adiposo. 

    Por el otro, la presencia de obesidad puede generar una respuesta inflamatoria crónica que afecta la síntesis y la conversión de hormonas tiroideas en tejidos periféricos.

    La especialista explica que "la obesidad puede desembocar en alteraciones hormonales" y, a su vez, "una tiroides poco activa dificulta el control de peso".

    Es por ello que, en mujeres con sobrepeso u obesidad y síntomas sugestivos de disfunción tiroidea (por ejemplo, fatiga persistente, intolerancia al frío o cambios en el ritmo cardíaco), resulta fundamental evaluar la función tiroidea de manera precoz. 

    De esta manera, se evita que un hipotiroidismo subclínico progrese a cuadros clínicos más severos o que una tiroides hiperactiva desencadene pérdida excesiva de masa muscular.

    ¿Cómo la mala alimentación aumenta el riesgo de hipotiroidismo femenino?

    La falta de nutrientes esenciales como yodo y selenio, junto con una ingesta insuficiente de proteínas de calidad y el consumo excesivo de alimentos goitrogénicos sin preparación adecuada, puede alterar la producción de hormonas tiroideas y ralentizar el metabolismo.

    En consecuencia, una alimentación desequilibrada incrementa el riesgo de hipotiroidismo y dificulta el control del peso y la energía, afectando directamente la salud hormonal femenina.

    La Dra. Pinzón aclara que, más allá de dietas restrictivas, se busca un patrón alimentario sostenible que contribuya al "adecuado estado nutricional" y minimice la sensación de fatiga, tan frecuente en pacientes con hipotiroidismo.

    Detección temprana: Síntomas y signos de alerta

    Identificar a tiempo un trastorno tiroideo facilita la intervención precoz y reduce complicaciones a largo plazo. Entre los principales indicadores clínicos, la nutricionista destaca:

    • Variaciones de peso inexplicables (aumento en hipotiroidismo, pérdida abrupta en hipertiroidismo).

    • Cambios en la piel (sequedad extrema o adelgazamiento), cabello (fragilidad, caída excesiva) y uñas (quebradizas).

    • Alteraciones del ritmo cardíaco (bradicardia o taquicardia) y sensación constante de frío o calor.

    • Cansancio persistente, dificultad para concentrarse y fluctuaciones en el estado de ánimo.

    Durante la consulta, la valoración del índice de masa corporal (IMC), la medición de la circunferencia de la cintura y, en necesario, la realización de exámenes bioquímicos (TSH, T3, T4 libre y anticuerpos antitiroideos) permiten confirmar el diagnóstico y determinar si se trata de hipotiroidismo primario, secundario o de origen autoinmune (tiroiditis de Hashimoto).

    El papel del ejercicio en la salud tiroidea

    La actividad física cumple un rol fundamental para favorecer un metabolismo activo y mejorar la calidad de vida en quienes presentan disfunción tiroidea. Siguiendo las directrices de la Organización Mundial de la Salud, la Dra. Pinzón indica que:

    • Se recomienda un mínimo de 150 minutos semanales de actividad moderada, lo cual equivale a caminatas rápidas, ciclismo ligero o natación.

    • Cuando el objetivo sea la pérdida de peso, se puede aumentar progresivamente el tiempo de ejercicio y combinarlo con rutinas de alta intensidad (por ejemplo, intervalos de carrera) bajo supervisión profesional.

    • El entrenamiento de fuerza, con cargas moderadas, es esencial para preservar la masa muscular, participando en la secreción de miocinas que regulan la respuesta inflamatoria y la sensibilidad a la insulina.

    Para la Dra. Pinzón, "más allá del gasto calórico, es relevante proteger la masa muscular para que siga cumpliendo funciones hormonales y además qué recomendación está en consumir alrededor de 2 litros de líquidos al día."

    Recomendaciones finales para el autocuidado

    Para quienes viven con alguna disfunción de la tiroides, los consejos de la Dra. Pinzón apuntan a un enfoque multidisciplinario:

  • Cumplir estrictamente con la medicación: Tomar la dosis en ayunas, a la misma hora cada día y evitar ingerirla junto con suplementos de calcio o hierro, que pueden interferir en su absorción.

  • Plan de alimentación equilibrado: Priorizar alimentos frescos, ricos en micronutrientes y evitar ultraprocesados que favorecen la inflamación.

  • Ejercicio supervisado: Combinar actividad aeróbica con entrenamiento de fuerza al menos tres veces por semana, ajustando intensidad y duración según necesidades individuales.

  • Monitoreo periódico: Controles de TSH y hormonas tiroideas cada 6 a 12 meses, o con mayor frecuencia si hay cambios en síntomas o dosis de medicación.

  • Control de la masa corporal: Mantener el IMC dentro de rangos saludables (18.5–24.9 kg/m²) y, de ser necesario, contar con el acompañamiento de un nutricionista para ajustar calorías y macronutrientes.

  • Hábitos de sueño e hidratación: Procurar un ambiente oscuro y tranquilo para dormir, evitando pantallas al menos una hora antes de acostarse, y recordando llevar una botella de agua durante el día para beber porciones pequeñas y frecuentes.

  • "Vamos a necesitar saber cómo está nuestro peso corporal, nuestra composición corporal, cómo está nuestro metabolismo, porque de esta manera podemos tener un plan de alimentación personalizado, individualizado, que contribuya a un adecuado estado de salud, pero también a un adecuado estado nutricional que nos va a controlar todos los efectos secundarios de la enfermedad." Concluyó la Dra. Pinzón.




    Más noticias de Endocrinología