En Puerto Rico hay cerca de 100 mil veteranos, pero solo entre 65 mil y 68 mil están adscritos al sistema de salud del hospital de veteranos o sus clínicas satélite.
El fallecimiento reciente de un veterano en medio de un encuentro con la policía ha generado preocupación y reabierto el debate sobre la manera en que se manejan las crisis de salud mental en Puerto Rico. Más allá de las actuaciones policiales, el caso ha puesto en evidencia una problemática estructural que afecta a una población vulnerable: la salud mental de los veteranos.
Durante años, organizaciones y profesionales han advertido sobre el deterioro en la atención que reciben los exmilitares, especialmente en el contexto puertorriqueño, donde las limitaciones del sistema sanitario se agravan por condiciones sociales y económicas. Este nuevo episodio parece confirmar lo que se ha señalado reiteradamente: la existencia de un problema serio y persistente.
"Hay una crisis de salud mental de los militares. La Administración de Veteranos admite que se suicidan diariamente de 18 a 20 militares, incluyendo veteranos. Claro, en Puerto Rico las estadísticas están englobadas con las de Estados Unidos", afirma la Dra. Sonia Santiago, psicóloga y vocera de Madres Contra la Guerra.
Asimismo, también hizo referencia a las limitaciones estructurales del sistema de atención para veteranos en la isla. Explicó que, aunque en administraciones anteriores se reconoció la crisis y se asignaron fondos para atenderla, la situación ha seguido deteriorándose. En el único hospital de veteranos de Puerto Rico, señala, el personal médico ha disminuido drásticamente.
"De cuatro psiquiatras que había, renunciaron tres; quedó un solo psiquiatra. Anunciaron que iba a haber despidos y, antes de que los despidieran, ellos mismos se fueron. O sea, aquí hay una crisis de atención. La había antes de la situación actual... imagínese ahora", advirtió.
Por otra parte, la Dra. Santiago destacó que en Puerto Rico hay aproximadamente 100 mil veteranos, de los cuales entre 65 mil y 68 mil están adscritos al sistema de salud del hospital de veteranos o acuden a alguna de las tres clínicas satélite distribuidas en la isla. Sin embargo, advirtió que el acceso a los servicios, especialmente los de salud mental, es sumamente desigual debido a la dispersión geográfica de esta población.
"La realidad es que muchos veteranos viven en campos, alejados de los centros urbanos, lo que limita su acceso a servicios básicos. Nosotras, en Madres Contra la Guerra, hemos dicho que hay más centros de reclutamiento militar que clínicas para atender a los veteranos. Debería haber una clínica de salud mental al lado de cada centro de reclutamiento. Incluso, deberían tener guaguas ambulantes que lleven servicios directamente a las comunidades", señaló.
A su vez, la especialista relató que tuvo experiencia directa en la atención de crisis de salud mental durante su trabajo en California, donde dirigió un programa que incluía una unidad móvil de intervención. El equipo, compuesto por profesionales de distintas disciplinas, respondía a situaciones críticas para evaluar y atender de manera inmediata. También mencionó su labor como docente en la Academia de la Policía, donde ofreció talleres sobre intervención en crisis, manejo del estrés y temas relacionados con la salud mental.
"He dado talleres a la policía. Pero, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que esos policías en Utuado que intervinieron con David Maldonado Díaz, que en paz descanse, recibieron estos adiestramientos? No sé...", cuestionó, dejando en evidencia las brechas en la formación continua de las fuerzas de seguridad.
A su juicio, la situación de salud mental entre los veteranos es profundamente preocupante. Cita estadísticas de la propia Administración de Veteranos que indican que entre una tercera y una cuarta parte de esta población presenta diagnósticos como trastorno de estrés postraumático, ansiedad, depresión, adicciones y otras condiciones severas. A esto se suma el hecho de que muchos no buscan atención, y cuando lo hacen, enfrentan serias barreras de acceso.
Uno de los casos que presentó fue el de Cristian González Martel, ingeniero y exsargento del ejército, con experiencia en Irak y Afganistán. Al regresar a Puerto Rico con un diagnóstico de esquizofrenia paranoide, fue atendido de manera remota y recibió sus medicamentos por correo. Pocos meses después, asesinó a su padre y hoy se encuentra en una institución forense psiquiátrica. Santiago fue enfática al denunciar que este tipo de manejo clínico no es apropiado.
"Soy doctora en psicología. Usted no puede despachar así a un paciente con este tipo de diagnóstico", subrayó.
Otro caso emblemático es el de Orlando González, veterano de Ponce, quien fue rechazado por el hospital de veteranos debido a la falta de camas y remitido a una institución psiquiátrica civil. Allí tampoco recibió atención adecuada. Según narró Santiago, las restricciones del ámbito militar también influyen en el acceso efectivo a la salud mental, ya que muchos soldados no pueden hablar abiertamente sobre sus misiones, lo que limita sus procesos terapéuticos.
El resultado fue trágico. González fue condenado a 119 años de prisión tras asesinar a dos personas en un episodio psicótico. Un incidente similar ocurrió con Esteban Santiago, quien en 2014 mató a cinco personas en Fort Lauderdale. Según la vocera de Madres Contra la Guerra, la familia había advertido sobre su estado de salud, pero no obtuvo respuesta del sistema.
"El hospital de veteranos es un elefante. Las clínicas satélites se ven lindas, se ven esplendorosas, pero el veterano necesita atención directa en sus comunidades, que le den seguimiento", afirmó.
Por ello, la experta resaltó que, desde la perspectiva de salud pública, la prevención es fundamental. Enfatizó la importancia de que las distintas agencias comunitarias —incluyendo el Departamento de la Familia, la policía, los centros de desarrollo territorial y los médicos generalistas— estén preparadas para atender adecuadamente a esta población.
"Cuando usted tiene un paciente con alteración de salud mental, lo menos que debe hacer es desfundar un arma de fuego. ¿Qué está usted estimulando en el veterano, en el militar? Está estimulando el ataque o la huida. Si le desfundan un arma, él responderá con agresión", advirtió.
Respecto al caso de David, la experta señaló que existen adiestramientos que ella misma ha tomado y dictado. Mencionó que hay dispositivos tipo "sábanas" diseñados para inmovilizar a personas agresivas, aunque desconoce si estos están disponibles en Puerto Rico. También cuestionó por qué no se usó un taser o, en caso de portar armas de fuego, por qué se disparó con intención de matar.
"Según los reportes de prensa y testimonios policiales, él estaba a diez pies de los agentes. Podrían haberle disparado a una pierna o a una extremidad, pero optaron por tirarlo a matar", indicó.
La especialista espera que la tragedia sirva para que se implementen talleres de capacitación dirigidos a la policía y a la guardia municipal, ya que estos últimos suelen ser los primeros en atender escenas con personas alteradas o violentas. Aseguró que, aunque algunos policías municipales reciben adiestramiento, todavía es insuficiente.
"Es sumamente importante aprender a trabajar desde una cultura de paz. No se puede llegar con violencia o una actitud agresiva, porque eso normaliza también el uso de armas de fuego como solución a los conflictos sociales, y no podemos permitir que esta actitud se normalice", afirmó.
Enfatizó además que las armas de fuego, lejos de ser una solución, suelen aumentar el riesgo para quienes las portan. Señaló que, a nivel global, las guerras se han convertido en un negocio para el complejo militar-industrial, que se beneficia del miedo de la población. "Las estadísticas científicas demuestran que desfundar un arma puede exponer a uno a un mayor riesgo de morir que si se asume una actitud pasiva", añade.
La psicóloga mencionó que hace alrededor de diez años comenzaron a registrarse estadísticas alarmantes: en ese momento, 22 militares y veteranos se suicidaban diariamente. Aunque las cifras de Puerto Rico están incluidas en las estadísticas generales de Estados Unidos, actualmente se reporta que entre 18 y 20 veteranos se suicidan cada día.
Además, se están realizando estudios importantes en neurología, con autopsias a cerebros de militares y veteranos que se suicidaron. Lo que se ha encontrado son pequeñas cicatrices provocadas por ondas expansivas generadas por explosiones y detonaciones de armas. Un caso destacado es el de Larkin, un Navy Seal cuya familia donó su cuerpo para ser estudiado en la Universidad de Massachusetts. El doctor Wolf descubrió que las ondas expansivas dañaron áreas cerebrales responsables de la toma de decisiones y el control emocional.
Otro caso importante que resaltó fue el de un joven cuyo trabajo en la milicia no fue en combate directo, sino en adiestrar a otros en el uso y manejo de armas. Este muchacho mató a cinco personas y luego se suicidó. La familia también donó su cuerpo para una autopsia investigativa, que reveló daños cerebrales similares causados por ondas expansivas que ingresan por las órbitas oculares.
"A la juventud siempre le estamos diciendo: no firmen un contrato militar porque te pones a matar para que te maten", concluye