El Colegio de Químicos usó los conciertos del artista para mostrar cómo la ciencia puede explicar fenómenos culturales masivos.
El Colegio de Químicos de Puerto Rico, conocido por su participación en temas ambientales y sociales como la generación eléctrica con carbón en el sur de la isla o la interacción de elementos químicos en procesos de contaminación, ha decidido abordar un fenómeno cultural que actualmente capta la atención del país: la serie de conciertos de Bad Bunny en Puerto Rico.
Este acercamiento no surge como una crítica ni como una postura oficial frente al artista, sino como un intento por comprender, desde una mirada científica y social, los efectos que pueden producir eventos de esta magnitud en la población.
"El artículo que escribimos acerca de Bad Bunny fue a raíz del anuncio de su residencia en Puerto Rico durante este mes. Coincide con nuestra convención anual, y eso pues nos impactó mucho, porque de verdad van a pasar cosas interesantes tanto en la ciencia como en la música", señaló la licenciada María Santiago, pasada presidenta del Colegio de Químicos.
A partir de una conversación con otra colega del Colegio, también expresidenta y admiradora del artista, la Lcda. Santiago comenzó a plantearse una pregunta que marcaría el enfoque del artículo: ¿qué explica el magnetismo de ciertos íconos culturales y cómo responde el cuerpo humano ante ellos?
"Y de ahí voy pensando: ¿cuál es la fascinación que hay con relación a un artista? Y en este caso, con Bad Bunny. [...] Encuentro que sí, que la bioquímica está envuelta en esta admiración", explicó la propia Santiago al reconstruir el proceso de reflexión que motivó el análisis.
Con esa inquietud inicial, el enfoque se desplazó hacia las bases neuroquímicas de la emoción. La dopamina, la serotonina, las endorfinas y la oxitocina emergieron como elementos clave: hormonas y neurotransmisores que se activan ante estímulos externos o internos, generando sensaciones de bienestar, alegría y conexión.
"Estas, con eventos externos o internos, se activan y crean sensaciones de alegría, de entusiasmo", añadió, subrayando que este tipo de procesos evidencian cómo la ciencia puede explicar fenómenos cotidianos desde lo fisiológico hasta lo social.
En cuanto a los aspectos negativos que podrían derivarse de eventos masivos como los conciertos, la autora reconoce que también fueron considerados durante el proceso investigativo. Sin embargo, optaron por centrar el análisis en los efectos positivos desde una mirada bioquímica, particularmente en un contexto social saturado de preocupaciones.
"Evaluamos esa parte porque forma parte de las preguntas que uno se hace al aplicar el método científico. Quisimos enfocarnos mejor en lo positivo, porque muchas cosas negativas nos llegan todos los días. Tanto así que van a activar el Departamento de la Familia por la preocupación que hay con los jóvenes y los niños que podrían asistir al evento, debido a las letras del artista y los posibles efectos que eso pueda tener", explicó.
Desde esa perspectiva, la propuesta del artículo fue observar cómo reacciona el cuerpo ante eventos que generan entusiasmo colectivo. La música, en tanto estímulo sensorial y emocional, activa procesos químicos que van más allá del gusto personal. No se trata exclusivamente de Bad Bunny, sino de cualquier fenómeno cultural que logre movilizar multitudes y provocar respuestas fisiológicas medibles.
"Son los eventos que llaman a las masas los que me interesan en este artículo. Quise ver cómo la química está presente en cada faceta de nuestras vidas y, en este caso, cómo las hormonas interactúan simplemente al escuchar música o admirar a un artista favorito", añadió.
Por su parte, el Dr. José Pérez, actual presidente del Colegio de Químicos de Puerto Rico, respaldó el enfoque del artículo como un ejercicio de divulgación científica que busca acercar la química a la vida cotidiana.
"Esto es simplemente una evaluación de una información que, en este caso, la licenciada María Santiago obtuvo a partir de una búsqueda de literatura. Queremos que la ciencia salga del laboratorio y se incluya en todo. Como siempre decimos, la química está envuelta en todo, y el método científico está presente en todo lo que hacemos, cada día", afirmó.
Además del enfoque bioquímico, el artículo propone reflexionar sobre el papel de la música como herramienta terapéutica y de bienestar emocional. Lejos de ser solo entretenimiento, la música puede actuar como un mecanismo de apoyo en contextos individuales y colectivos, incluso sin recurrir a prácticas culturales más extendidas como el consumo de alcohol.
"La música es uno de los mecanismos que se utilizan como tratamiento; no es el único, pero es uno de los que existen para combatir ciertas cosas. Lamentablemente, nuestra cultura tiende a asociar la diversión con el alcohol, y no necesariamente es así. Yo no consumo alcohol y me divierto muchísimo poniendo música", comentó la licenciada María Santiago, al explicar el sentido del enfoque adoptado.
El objetivo, según subraya, es aprovechar espacios de alto impacto social como los conciertos masivos para divulgar que la ciencia está presente en diversas dimensiones de la vida cotidiana. Desde lo emocional hasta lo fisiológico, la química se convierte en una aliada para comprender comportamientos, romper estigmas y promover alternativas saludables.
Aunque el artículo priorizó el análisis positivo del fenómeno cultural desde una perspectiva científica, la autora también reconoce las preocupaciones sociales que giran en torno a estos eventos. Entre ellas, el debate sobre el contenido de las letras y el potencial vínculo con conductas de riesgo. No obstante, señala que la música, más allá de su mensaje explícito, suele conectar con las personas desde lo rítmico, lo emocional o incluso lo simbólico.
"Muchas personas que yo conozco no lo siguen por la parte de la lírica, sino por lo pegajosa que es la música y por la parte social que él ha trabajado, y lo quieren apoyar", comentó la licenciada María Santiago, al señalar que el enfoque del artículo se concentró en aquello que moviliza de forma positiva a las masas.
En cuanto a temas como el uso de drogas, la investigadora considera que se trata de un campo que amerita investigaciones específicas y campañas dirigidas. Desde el Colegio, recordó, ya se han promovido acciones frente a problemáticas como el consumo indebido de fentanilo, lo que demuestra el interés institucional en abordar riesgos sin caer en alarmismos.
"Podemos entender la preocupación de muchas personas con relación a la lírica que trae Bad Bunny en muchas de las canciones, pero yo veo también una oportunidad para orientar a las personas y enseñarles lo que sí es positivo en cuanto a una música que tú escuchas", agrega.
Para el Dr. Pérez, es clave que las disciplinas científicas incluidas las ciencias sociales se integren al análisis de expresiones culturales como la música urbana, con el fin de ofrecer perspectivas más amplias, pedagógicas y reflexivas.
"Lo que queremos es que la ciencia entre en la conversación pública y que otras ramas, como las ciencias sociales, también participen. Aunque no sigo el género, por mi trabajo con jóvenes veo que este tipo de expresiones puede generar impacto positivo. La música es una herramienta de aprendizaje y también puede motivar a la reflexión sobre lo que escuchamos y cómo nos afecta", señaló el presidente del Colegio.
Además, destacó que la serie de conciertos programada para julio coincide con la convención anual de la institución, lo que ha abierto un espacio propicio para enviar un mensaje claro: Puerto Rico no solo está en el radar mundial por su aporte a la música, sino también por su capacidad de generar conocimiento desde la ciencia. En esa línea, el Colegio busca mostrar cómo estas dos esferas pueden converger y nutrirse mutuamente.
Adicionalmente, la Lcda. Santiago quiso extender la reflexión hacia el impacto ambiental de los conciertos masivos, tomando como punto de partida su experiencia profesional de más de tres décadas en ese campo. En uno de los cuatro artículos que redactó recientemente, planteó los desafíos ambientales asociados a este tipo de eventos, con énfasis en la sostenibilidad y las alternativas energéticas disponibles en el país.
"Entre ellos tenemos uno que es sobre los desafíos en el área ambiental con los conciertos ofrecidos en Puerto Rico. Utilicé de ejemplo el de Bad Bunny porque es el que está más en boga y va a durar mucho más tiempo que los conciertos regulares. Establezco la promoción de la sostenibilidad, el uso de energías renovables, el transporte sostenible, el impulso del ecoturismo y las alianzas con organizaciones ambientales", explicó.
A partir de su observación directa en el Coliseo José Miguel Agrelot, la autora identificó problemas recurrentes como la congestión vehicular, la emisión de gases y el impacto climático asociado a la logística del evento. Propuso soluciones concretas como el uso de baterías de almacenamiento, energía solar e incluso el aprovechamiento de la energía cinética generada por la concentración de cuerpos en un mismo espacio.
"La intención es que la parte científica se piense en todas las áreas, no solo en la intervención en laboratorio o en la cátedra. Es importante que se generen grupos de análisis que evalúen lo que ocurre en eventos como este, para que el conocimiento también contribuya al bienestar de la comunidad", concluyó.