La risperidona aumenta significativamente el riesgo de muerte y accidentes cerebrovasculares en pacientes geriátricos, según estudios médicos, por lo cual no se recomienda su consumo a estas poblaciones.
La Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) mantiene una advertencia crítica sobre el uso de risperidona en adultos mayores que padecen demencia, tras múltiples estudios que demuestran un incremento significativo en el riesgo de mortalidad durante el tratamiento con este antipsicótico.
Las investigaciones han revelado que los adultos mayores con demencia que reciben tratamiento con risperidona enfrentan no solo un mayor riesgo de muerte, sino también una probabilidad elevada de sufrir derrames cerebrales o mini derrames durante la terapia. Estos hallazgos han llevado a que la FDA no apruebe el medicamento para tratar problemas conductuales en esta población específica.
La demencia, descrita como un trastorno cerebral que compromete la memoria, el pensamiento claro, la comunicación y las actividades diarias, afecta a millones de adultos mayores en todo el mundo, quienes a menudo presentan cambios significativos en el estado de ánimo y la personalidad que requieren manejo médico especializado.
A pesar de las restricciones en adultos mayores con demencia, la risperidona cuenta con aprobación para varios trastornos mentales.
El medicamento se prescribe legalmente para tratar esquizofrenia en adultos y adolescentes mayores de 13 años, así como episodios maníacos o mixtos del trastorno bipolar en pacientes adultos y menores de edad a partir de los 10 años.
Adicionalmente, el fármaco ha demostrado eficacia en el manejo de problemas conductuales severos en niños y adolescentes de 5 a 16 años diagnosticados con autismo, particularmente en casos que involucran agresividad, autolesiones y cambios súbitos del estado de ánimo.
La risperidona pertenece al grupo de medicamentos conocidos como antipsicóticos atípicos, los cuales ejercen su efecto terapéutico modificando la actividad de sustancias químicas específicas en el cerebro. Su presentación incluye tabletas convencionales, solución líquida y tabletas de desintegración oral para facilitar la administración.
Los profesionales médicos enfatizan que el medicamento requiere un período de adaptación gradual, iniciando con dosis bajas que se incrementan progresivamente para permitir que el organismo se acostumbre al tratamiento. El beneficio completo puede tardar varias semanas en manifestarse.
Entre los efectos secundarios más comunes se encuentran náuseas, aumento de peso, somnolencia y cambios en el apetito.
Sin embargo, las autoridades sanitarias advierten sobre efectos más graves como rigidez muscular, movimientos involuntarios, convulsiones y alteraciones del ritmo cardíaco que requieren atención médica inmediata.
Un aspecto particularmente preocupante es el potencial desarrollo de hiperglucemia, incluso en pacientes sin diabetes previa. Los síntomas de alerta incluyen sed excesiva, micción frecuente, hambre extrema y visión borrosa, condiciones que pueden evolucionar hacia cetoacidosis, una complicación potencialmente mortal.
Las autoridades sanitarias instan a los pacientes y familiares a mantener comunicación estrecha con el equipo médico tratante, especialmente cuando se trata de adultos mayores con demencia. La FDA recomienda evaluar cuidadosamente la relación riesgo-beneficio antes de iniciar el tratamiento en esta población vulnerable.
Los especialistas subrayan la importancia de no suspender abruptamente la medicación sin supervisión médica, ya que esto puede provocar el retorno de los síntomas y complicar el manejo posterior de la condición. El almacenamiento seguro del medicamento, lejos del alcance de menores y mascotas, constituye otra medida de seguridad fundamental.
La información completa sobre riesgos y precauciones está disponible en el sitio web oficial de la FDA, donde los profesionales de la salud y pacientes pueden acceder a las guías más actualizadas sobre el uso seguro de risperidona.