La edad de inicio, los síntomas predominantes, la respuesta al tratamiento y la evolución son distintos en cada paciente.
La enfermedad de Parkinson es el segundo trastorno neurodegenerativo más común después del alzhéimer, afectando a más de 8.5 millones de personas en el mundo según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se estima que su prevalencia se duplicará para 2040 debido al envejecimiento poblacional. Aunque tradicionalmente se asocia con el temblor, esta condición va mucho más allá: es un trastorno multisistémico que afecta el movimiento, las emociones, la cognición y hasta el sueño.
Ante este panorama, el Dr. Ángel Viñuela, neurólogo especialista en párkinson y trastornos del movimiento, nos brinda información sobre los síntomas, diagnósticos y avances en el tratamiento de esta enfermedad.
El Dr. Viñuela, explica que los síntomas más reconocidos por los pacientes "es un temblor de reposo que ocurre en una mano, o a veces movimientos lentos en una parte del cuerpo, menos destreza manual, pesadez en el hombro o el caminar lento y encorvado", señala.
Sin embargo, aclara que antes de estos signos suelen aparecer síntomas no motores como "depresión, pérdida del olfato, estreñimiento y trastorno del sueño REM. Esto puede ocurrir años antes de que empiecen los síntomas de movimiento".
El doctor menciona que una vez la enfermedad se encuentre en un estadio avanzado, "va afectando la parte más externa del cerebro, la corteza donde están las funciones superiores y puede producir demencia, problemas de percepción, psicosis, alucinaciones, delirios y esto en pacientes mayores es un síntoma complejo de manejar".
Ciertamente, mientras más temprano se diagnostique la enfermedad, más pronto pueden iniciarse los tratamientos. "En el caso del párkinson, es muy importante conseguir diagnosticar pronto a los pacientes, fundamentalmente para poder ensayar intervenciones que cambien el curso de la enfermedad", indica el experto, resaltando su utilidad también en el contexto de la investigación clínica.
Además, reconoce que un diagnóstico oportuno evita la frustración de no saber qué está ocurriendo y pasar por diferentes especialidades sin respuesta clara.
En la mayoría de los casos, la evaluación clínica es suficiente para establecer el diagnóstico. No obstante, existen situaciones en las que pueden surgir dudas diagnósticas, ya sea por atipicidades en la presentación o por comorbilidades del paciente. En esos casos específicos, se puede recurrir a estudios de imagen funcional, como el TAT-scan, una prueba de medicina nuclear.
Tal como explica el especialista: "es una prueba de medicina nuclear en la que se inyecta en el paciente un retroactivo que se pega en las neuronas que tienen dopamina en el cerebro, y eso nos permite saber si el paciente tiene una pérdida de neuronas con dopamina o no".
Sin embargo, aclara que "esto estrictamente no es diagnóstico de párkinson, porque esto ocurre en 4 o 5 enfermedades que se llaman parkinsonismos, y todas ellas comparten este problema, pero sí que nos dirige hacia ese tipo de enfermedad".
Más recientemente, han surgido herramientas diagnósticas basadas en biomarcadores. Entre ellas se encuentra la detección de la proteína alfa-sinucleína, una de las proteínas que tiende a acumularse en el sistema nervioso central de las personas con enfermedad de Parkinson. "Esta proteína se puede encontrar en otros lugares, como por ejemplo en la piel, en la sangre y en el líquido cefalorraquídeo".
El especialista menciona que el párkinson surge de una combinación de factores genéticos y ambientales. Aunque "aproximadamente solo el 10% de los casos son hereditarios", ciertos genes pueden aumentar el riesgo.
"Aunque el párkinson no es solamente una enfermedad de personas mayores, la edad es el factor de riesgo más importante. En los grupos de población mayor la incidencia y la prevalencia es mayor". Añade que "en cuanto al género, es un poco más frecuente en hombres que en mujeres".
En relación a factores ambientales, se ha asociado la exposición a pesticidas, aunque sin pruebas concluyentes. "Lo más importante para reducir el riesgo es llevar una vida activa, hacer ejercicio y mantener una alimentación adecuada", destaca. Además, resalta que el ejercicio no solo podría retrasar la aparición de la enfermedad, sino también enlentecer su progresión.
Ahora bien, en los últimos meses, se han producido avances importantes en el tratamiento farmacológico de la enfermedad de Parkinson. El especialista menciona que "han salido tres medicamentos nuevos", incluyendo dos formulaciones subcutáneas: una bomba de apomorfina y una bomba de levodopa.
Además, menciona la llegada reciente de una levodopa de liberación prolongada, lo cual vendría siendo un paso adicional para mejorar el control sintomático.
Más allá de las opciones terapéuticas, el especialista menciona que los verdaderos avances transformadores vendrán del mayor entendimiento de los mecanismos de la enfermedad: "Yo creo que en los últimos años lo que más va a impactar en el tratamiento, son los avances en la patofisiología, en entender bien cómo es la enfermedad", afirma.
Uno de los focos actuales de investigación es el papel de la proteína alfa-sinucleína, cuyos agregados anormales podrían diseminarse de neurona en neurona, contribuyendo a la progresión de la enfermedad. Aunque esto aún no ha sido demostrado completamente, el especialista señala que "es una probabilidad grande", y que entender este proceso permitiría desarrollar intervenciones capaces de detener la evolución de la enfermedad.
Finalmente, el neurólogo menciona que es esencial que los pacientes comprendan la enorme heterogeneidad del párkinson. "Esta es una enfermedad extremadamente heterogénea... quiere decir que es muy diferente de una persona a otra".
La edad de inicio, los síntomas predominantes, la respuesta al tratamiento y la evolución son distintos en cada paciente. El pronóstico no depende exclusivamente de los medicamentos. "Lo que diferencia unos pacientes de otros es la cantidad de actividad física, actividad social y actividad intelectual", concluye.