Muchos pacientes atribuyen su malestar a enfermedades crónicas, cuando en realidad podrían estar experimentando los efectos de una depresión no diagnosticada.
En las últimas décadas, el envejecimiento poblacional ha traído consigo un crecimiento considerable en los problemas de salud mental entre las personas de la tercera edad.
Según el doctor Ángel Alemán, psicólogo clínico especializado en neuropsicología, este fenómeno es especialmente preocupante en condiciones como la depresión y la ansiedad, las cuales presentan una prevalencia alarmante.
"En pacientes mayores de 65 años, vemos un índice de casi 15% y creciendo, ese número está aumentando constantemente", señala el experto. Además de estas condiciones, también se observan casos de trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y una marcada interrelación entre la salud física y mental, donde a medida que la salud física de los pacientes disminuye, su salud mental también se va deteriorando.
Uno de los factores más determinantes en el deterioro cognitivo y emocional de los adultos mayores es el aislamiento social.
Las sociedades modernas, especialmente en contextos urbanos, han generado un aumento en la cantidad de adultos mayores que viven en soledad, ya sea por la pérdida de seres queridos, la dispersión familiar o la falta de redes comunitarias sólidas.
Desde el punto de vista neuropsicológico, esta situación tiene consecuencias en el cerebro: "El área del sistema límbico, del hipocampo específicamente, se encarga mucho de la memoria, y vemos atrofia dentro de ese hipocampo, dentro del sistema límbico a nivel general, que tiene que ver mucho con la regulación de las emociones", explica el doctor Alemán.
Esto significa que la soledad además de impactar el estado anímico, sino que también acelera el deterioro cognitivo.
Ahora bien, según expertos, uno de los aspectos más complejos en el tratamiento de los adultos mayores es la estrecha vinculación entre sus condiciones médicas y su bienestar mental.
El psicólogo clínico asegura que esta relación es recíproca: "Vemos una reacción bilateral, tanto personas que tienen algún problema de salud física, vemos que aumenta la probabilidad de que tengan problemas de salud mental, y pacientes que tienen problemas de salud mental, le influye entonces en la salud física".
Un ejemplo claro de esto es la adherencia a los tratamientos médicos, donde la desmotivación, la desesperanza o la falta de apoyo emocional pueden llevar al paciente a abandonar terapias esenciales, empeorando así su pronóstico.
En la práctica clínica, suele haber dificultad para distinguir entre los síntomas físicos y los trastornos psicológicos subyacentes. Muchos pacientes atribuyen su malestar a enfermedades crónicas, cuando en realidad podrían estar experimentando los efectos de una depresión no diagnosticada.
"Vemos cómo funciona el cerebro a través de los nociceptores, las sensaciones de dolor y cómo se experimentan. Algunas veces esto crea una hipersensibilidad". Esto lleva a que, incluso con tratamientos médicos adecuados, los pacientes sientan que no mejoran. "La persona puede tener el mejor tratamiento, los mejores medicamentos, los mejores profesionales, y sigue indicando que no hay mejoría", comenta el especialista.
Finalmente, a modo de conclusión ante estas dificultades, el experto hace énfasis en lo importante que son las intervenciones psicológicas estructuradas. Entre las más efectivas se encuentran la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) y la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT).
"Hemos hablado previamente de lo que se llama Cognitive Health Therapy, terapia cognitivo conductual, que es una psicoterapia que se utiliza bastante para trabajar problemas de salud mental, especialmente depresión y ansiedad en la tercera edad y en todas las edades", señala.
También mencionó la terapia de aceptación y compromiso, conocida como ACT Therapy: "Se ha visto que es bastante prometedora... muchas investigaciones nuevas que indican lo positiva que puede ser", puntualiza. Estas terapias pueden ayudar a manejar los síntomas emocionales, pero también mejoran la capacidad del paciente para enfrentar sus condiciones físicas.
Así pues, en una etapa tan importante como la tercera edad, se requiere un enfoque multidisciplinario que considere tanto los aspectos biológicos como los psicológicos y sociales. Solo así se podrá garantizar un envejecimiento digno y una mejor calidad de vida para esta población en crecimiento.