Al ser detectada la enfermedad de Crohn el paciente debe buscar el diagnóstico y tratamiento que mejor se acomode a su caso particular, de esta manera, los pacientes detienen la progresión.
Agencia Latina de Noticias Medicina y Salud Pública
La enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa son las dos condiciones mejor conocidas dentro de las enfermedades inflamatorias del intestino (EII).
Su detección se logra a través de diversos estudios, y es importante, luego de detectarlas, iniciar un tratamiento oportuno bajo el control de especialistas para evitar que su tendencia en aumento siga obteniendo ganancias y aumentando las cifras de estas enfermedades a nivel global.
Una vez establecido el diagnóstico de EII, el próximo paso consiste en establecer el riesgo de complicaciones o progresión de enfermedad del paciente. La historia natural de la enfermedad de Crohn nos enseña que la gran mayoría de los pacientes desarrollarán progresión a daño estructural del intestino, sea fibrosis con estrechez o penetración/perforación. El daño estructural no es reparable con medicamentos y representa un riesgo alto de una cirugía por complicaciones.
El objetivo actual por parte de la medicina, es escoger el tratamiento apropiado para el riesgo de complicaciones de cada paciente, con el propósito de disminuir o evitar las mismas.
Se tienen establecidos factores de riesgo para clasificar a los pacientes, o algoritmos para tratamiento basados en la carga de enfermedad y dependiendo de si su riesgo es bajo versus moderado/severo de complicaciones o progresión y al de colitis ulcerosa en el riesgo de requerir una colectomía.
La meta de cualquier tipo de tratamiento es lograr remisión, es decir el punto estable de la condición, por esto, el control de la enfermedad debe ser estricto, lo cual implica una evaluación periódica, usualmente realizando una endoscópica e histológica.
Una herramienta recomendada para evaluar y ajustar terapia con biológicos es la monitorización terapéutica de medicamentos. El uso de ensayos que miden el nivel del medicamento ya sea (infliximab, adalimumab y vedolizumab), y la presencia de anticuerpos contra la droga nos permite hacer ajustes en dosis o cambiar la terapia con una base farmacológica antes de que el fallo terapéutico resulte en complicaciones o empeoramiento de la enfermedad.
La ciencia nos ha llevado a terapias cada vez más dirigidas. De los anti-inflamatorios y modificadores de la respuesta inmune de amplio espectro, como los corticoesteroides y las tiopurinas, nos movimos a la primera generación de biológicos, los bloqueadores del factor tumoral de necrosis alfa, una sustancia envuelta en el proceso inflamatorio tanto en Crohn como en colitis ulcerosa.
Este grupo de medicamentos revolucionó la terapia de las EII, demostrando la capacidad de sanar la mucosa macro y microscópicamente y la de mantener una remisión profunda, y se convirtieron en herramientas potentes en el control de la enfermedad en etapa agresiva. A esto siguieron drogas para controlar el tráfico de leucocitos a la mucosa intestinal, como el natalizumab y más recientemente vedolizumab.
Otras terapias como el trasplante fecal, el uso de células madres de distintos orígenes, incluyendo su uso para el tratamiento de fistulas perianales, las dietas específicas, y el cannabis medicinal son opciones que requieren de más estudios para demuestrar su efectividad y seguridad antes de poder ser recomendados como terapias alternativas.
Cabe resaltar que la educación del paciente sobre su condición es esencial para lograr su apoderamiento y participación activa en la toma de decisiones y en las acciones para su beneficio, lo cual impacta el cumplimiento con la terapia y en la mejora del paciente.
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