Esta reflexión, en medio de la Semana Santa, pone en evidencia algunos problemas cotidianos que a menudo se pasan por alto, pero que merecen atención pública para ser solucionados.
Estados Unidos enfrenta un aumento preocupante en las muertes por sobredosis relacionadas con el fentanilo, un opioide sintético altamente potente. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), en 2022 se registraron 107,941 muertes por sobredosis de drogas en el país, de las cuales aproximadamente 75,000 estuvieron vinculadas al fentanilo y otros opioides sintéticos.
De hecho, el 84 % de las 1.071 muertes por intoxicación entre el 1 de enero de 2022 y 15 de septiembre de 2 023 en Puerto Rico, tuvieron presencia de fentalino, según datos del Instituto de Ciencias Forenses.
Según el padre Orlando Lugo, "es importante tomar como medida que hablemos del fentanilo en los medios de comunicación, que sepamos lo que es y los efectos tan nocivos que tiene sobre los humanos. Cada cual toma unas decisiones en su responsabilidad particular y colectiva".
En algunas ocasiones, muchas víctimas de esta droga ni siquiera sabían que estaban consumiendo fentanilo, pues, según testimonios, han detectado pastillas falsas de medicamentos recetados (como oxicodona o Xanax) contaminadas con fentanilo, así como mezclas con otras sustancias.
Aunque el consumo de drogas a menudo se asocia con poblaciones marginadas, el padre Lugo explicó que el fentanilo está afectando a diversos grupos: "Los jóvenes lo usan, pero hay una gran cantidad de adultos que también lo usan. Tampoco es un tema exclusivo de gente pobre, no es un tema exclusivo de gente de la calle, es un tema que toca todos los estamentos sociales", menciona.
Ante este panorama, el padre Lugo menciona que se deben tomar acciones de inmediato . Según expertos, se debe abordar en primer lugar la educación masiva sin tabúes. Segundo, distribución amplia de naloxona, el antídoto que puede salvar vidas en caso de sobredosis. Y tercero, crear redes comunitarias de apoyo.
El sacerdote resaltó el papel tan importante de las parroquias en este esfuerzo: "Nuestros templos deben ser no solo lugares de oración, sino centros de acompañamiento para estas familias".
Ahora bien, en medio de un preocupante aumento de actos violentos en las calles - desde enfrentamientos entre ciudadanos y policías hasta agresiones por conflictos triviales - el padre Lugo menciona que "debemos educar las emociones... Hay que comenzar a pensar en el tema de las emociones de homosexuales, heterosexuales, bisexuales, católicos, ateos, todos sufrimos de emociones mal educadas y todos los estamentos sociales tienen la iglesia, el estado, la escuela, el colegio, todos tenemos que trabajar en educarlas".
Añade que "una persona que entienda cómo manejar su coraje es una persona que no va a ser violenta, una persona que entienda cómo manejar su tristeza, su ansiedad, su estrés etc. va a ser menos violenta".
Explica el método que a él le ha funcionado: "Nos hemos educado utilizando la fe y utilizando los valores para la gente que no profesa nuestra fe, que también respetamos, pero lo importante es educar las emociones".
En otro orden de ideas y en medio de las múltiples crisis que enfrenta Puerto Rico, el padre Lugo identificó otra "epidemia de salud pública" y es la deshonestidad y la corrupción.
El sacerdote observa un patrón recurrente, donde cada ciclo electoral repite las mismas dinámicas: candidatos que prometen cambios radicales, gobiernos que llegan con discursos renovadores, pero que terminan reproduciendo las mismas prácticas que criticaron.
Frente a este panorama, el padre Lugo no se limita a señalar el problema, sino que propone acciones concretas. Reconoce que, si bien el sistema electoral tiene fallas, la participación ciudadana es el primer paso para exigir cambios. Sin embargo, hace énfasis en que la responsabilidad no termina al depositar el voto.
"Ahora que ya el gobierno está elegido, es importante que nosotros abramos nuestra boca y utilicemos todos los recursos legítimos para exigir a los gobernantes comportarse con decencia y con los valores que ellos mismos predicaron", concluye.
Esta reflexión, en medio de la Semana Santa, pone en evidencia algunos problemas cotidianos que a menudo se pasan por alto, pero que merecen atención pública para ser solucionados. Desde la perspectiva del sacerdote, es valioso aprovechar estos tiempos para detenernos a pensar en asuntos que quizá consideramos triviales, pero que, desde nuestra responsabilidad individual y comunitaria, requieren que se empiece a tomar acciones concretas.