El Pontífice falleció esta mañana en su residencia de la Casa Santa Marta. El acta de defunción, detalla un derrame cerebral seguido de un coma profundo y un colapso cardiocirculatorio.
El papa Francisco falleció este lunes a las 7:35 a. m. en su apartamento de la Domus Santa Marta, en el Vaticano. La causa, según el certificado médico emitido por el profesor Andrea Arcangeli, fue un ictus cerebral que derivó en coma y posterior colapso cardiovascular irreversible. La muerte se constató mediante un electrocardiograma tanatológico.
El informe señala que el Papa arrastraba múltiples afecciones de salud, entre ellas insuficiencia respiratoria aguda causada por una neumonía bilateral multimicrobiana, bronquiectasias múltiples, hipertensión arterial y diabetes tipo II, condiciones que lo habían mantenido hospitalizado por 37 días hasta el pasado 23 de marzo.
¿Qué es el ictus cerebral?
El ictus ocurre cuando se interrumpe o reduce el suministro de sangre a una parte del cerebro, lo que impide que el tejido cerebral reciba oxígeno y nutrientes causando la muerte de las células cerebrales en pocos minutos.
Los síntomas incluyen problemas para caminar, hablar y entender; además de parálisis o entumecimiento del rostro, los brazos o las piernas.
El domingo anterior, Francisco se mostró por última vez en público desde una ventana del Palacio Apostólico para saludar a los fieles en la Plaza de San Pedro.
A pesar de su fragilidad, bendijo a la multitud y agradeció las oraciones recibidas durante su convalecencia. Más tarde, sostuvo una reunión de alto nivel con el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, en lo que ahora se considera su último acto diplomático.
Ese encuentro fue simbólicamente significativo, ya que representó el diálogo entre posturas ideológicas muy diferentes, una constante en el papado de Francisco, quien siempre apostó por el encuentro antes que el conflicto.
En un gesto coherente con su estilo de vida, el testamento del Papa, hecho público por la Santa Sede, revela su deseo de ser enterrado en una tumba austera, sin ornamentos ni inscripciones ostentosas.
“Solicito que mi sepulcro sea preparado en el nicho de la nave lateral entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza de la Basílica de Santa María la Mayor. El sepulcro debe estar en la tierra; sencillo, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus”, reza el documento.
La Basílica de Santa María la Mayor fue uno de los lugares más significativos de su vida espiritual. Allí acudía a rezar al inicio y al término de cada viaje apostólico, confiando sus intenciones a la Virgen María.
Los gastos del sepelio serán cubiertos, según el testamento, por un benefactor previamente designado por el Papa, y el traslado estará coordinado por Mons. Rolandas Makrickas, Comisionado Extraordinario del Capítulo Liberiano.
Desde su elección en marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio —el primer papa latinoamericano y el primero jesuita en la historia de la Iglesia— rompió con muchos protocolos establecidos. Eligió el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís, símbolo de pobreza y fraternidad con los más débiles.
Renunció a vivir en los lujosos aposentos del Palacio Apostólico y optó por la residencia de Santa Marta. Se negó a usar un trono papal, pidió “rezar por él” en lugar de bendecir desde el balcón en su primera aparición como Papa y convirtió la misericordia en eje transversal de su pontificado.
Abogó por una Iglesia más inclusiva, más cercana a los pobres, y no dudó en levantar la voz frente a las guerras, el capitalismo desenfrenado y la indiferencia frente al drama migratorio.
Defendió causas medioambientales en la encíclica Laudato Si’ y apoyó con valentía procesos de paz en América Latina y otras regiones.
Francisco no fue un papa de gestos grandilocuentes ni de discursos crípticos. Fue un pastor que hablaba el idioma de la calle y caminaba, literalmente, entre los más pobres. Su muerte marca el final de un capítulo transformador para la Iglesia Católica. Y su legado, ya imborrable, se medirá no sólo por las reformas que emprendió, sino por el espíritu con el que las impulsó.