En la distimia, o trastorno depresivo persistente, los síntomas deben mantenerse durante un periodo de al menos dos años.
La distimia es un trastorno depresivo caracterizado por una duración prolongada y episodios frecuentes, lo que la convierte en una condición preocupante. Según los estudios, parece tener una mayor prevalencia en mujeres, influenciada por factores sociales y culturales que contribuyen a su desarrollo.
Para profundizar en el tema, la Dra. Patricia Landers, psicóloga clínica, abordó este trastorno en una entrevista exclusiva con la Revista Medicina y Salud Pública, explicó que la distimia, conocida formalmente como trastorno depresivo persistente, pertenece a la categoría de los trastornos del estado de ánimo.
Según la experta, aunque está incluida en los trastornos depresivos, se diferencia de la depresión en tres aspectos principales:
"La distimia, a diferencia de la depresión, cuenta con unos síntomas que son menos graves, la intensidad de los síntomas no es tanta como en una depresión mayor. Sin embargo, la duración es mucho más amplia", añade la especialista.
La Dra. Landers explicó que, en el caso de la depresión, el diagnóstico requiere que los síntomas estén presentes de forma continua durante al menos dos semanas. Por otro lado, en la distimia, o trastorno depresivo persistente, los síntomas deben mantenerse durante un periodo de al menos dos años.
Aunque los síntomas de la distimia suelen ser menos graves, las personas que la padecen pueden mostrar un funcionamiento relativamente adecuado en sus actividades diarias.
Sin embargo, a menudo se perciben como individuos constantemente tristes, desanimados o con baja autoestima. Este cuadro debe prolongarse por un mínimo de dos años para que pueda establecerse un diagnóstico preciso de trastorno depresivo persistente.
Por otra parte, la experta señaló que la depresión y la distimia, o trastorno depresivo persistente, comparten varios síntomas característicos. Entre ellos se encuentran el ánimo depresivo, manifestado como una sensación constante de tristeza o decaimiento, así como la pérdida de interés en actividades que anteriormente resultaban placenteras.
Además, se observan síntomas como falta de energía, dificultades para concentrarse y alteraciones en el sueño y el apetito. Estas alteraciones pueden manifestarse tanto en exceso como en disminución.
Por ejemplo, aunque se asocia comúnmente la tristeza con la pérdida de apetito, algunas personas experimentan lo contrario, aumentando su ingesta alimentaria. Lo mismo ocurre con el sueño, que puede ser excesivo o insuficiente, dependiendo del caso.
"Podemos añadir ese sentimiento de culpa, la desesperanza, no siempre, pero sí pueden venir incluidos, las ideas de muerte o la ideación suicida, cualquiera de las dos o ambas", aseveró.
Además, la psicóloga clínica, advirtió que la distimia puede ser peligrosa si no se aborda adecuadamente. La persistencia de síntomas como la tristeza, el desgano y la baja autoestima, que caracterizan a este trastorno, puede evolucionar hacia un episodio depresivo mayor.
En estos casos, los síntomas que la persona ha experimentado durante años pueden intensificarse, agravando su impacto en la vida diaria y complicando el tratamiento. Por ello, es fundamental identificar y tratar la distimia a tiempo para prevenir una progresión hacia condiciones más severas dentro del espectro de los trastornos depresivos.
"Es importante también, que a veces vemos a las personas y decimos, 'es que él es así o ella es así', entonces, a veces se nos escapan algunos síntomas que podrían ser más serios o más graves que simplemente porque una persona es de X o Y manera", manifestó.
Por otra parte, la especialista destacó que es fundamental considerar otras posibles causas para síntomas como el ánimo decaído, la falta de apetito o las alteraciones en el sueño. Algunas condiciones de salud pueden provocar este tipo de manifestaciones y, a simple vista, parecer un trastorno depresivo.
Por ejemplo, el hipotiroidismo está estrechamente relacionado con estos síntomas, ya que afecta directamente el funcionamiento emocional y físico de la persona. De manera similar, la anemia puede generar fatiga extrema, desánimo, y dificultades para comer o dormir adecuadamente, lo que podría confundirse con un trastorno depresivo.
Además, los efectos secundarios de ciertos medicamentos también pueden causar síntomas similares. Por ello, es crucial descartar causas fisiológicas antes de establecer un diagnóstico de trastorno depresivo, garantizando así un tratamiento adecuado.
Asimismo, la experta explicó que existen predisposiciones genéticas para desarrollar depresión, pero aclaró que no se puede hablar de una "personalidad depresiva" como tal.
Sin embargo, algunas personas pueden tener estilos de personalidad más introvertidos, ser más calmadas o presentar temperamentos más manejables, lo que no necesariamente implica una relación directa con la depresión.
Es importante distinguir entre los trastornos del estado de ánimo, como la depresión, y los rasgos de personalidad. Mientras que la depresión afecta el estado emocional de manera temporal o crónica, los estilos de personalidad representan características más estables que requieren un enfoque diferente en su análisis y comprensión.
La psicóloga clínica, aseguró que existe una brecha, entre la disposición de desarrollar distimia "hay más prevalencia en mujeres, precisamente también tenemos que tomar en cuenta en ellas, los cambios hormonales aunque en los hombres se da también en la adolescencia", comentó.
Por ello, la Dra. Lander señaló que es común que los padres se pregunten si ciertos comportamientos de sus hijos adolescentes son parte del desarrollo típico de esa etapa o si podrían indicar un trastorno depresivo.
Para determinarlo, los especialistas analizan el historial del inicio de los síntomas y su intensidad, lo cual permite diferenciar entre cambios normales de la adolescencia y señales de un trastorno depresivo, de ansiedad u otro problema de salud mental.
Aunque la distimia y otros trastornos depresivos suelen ser más prevalentes en adultos, actualmente se observa un aumento en la incidencia entre jóvenes. Según la experta, esto puede deberse a un pobre manejo de las emociones y a factores externos, como el uso de vapeadores y otras conductas experimentales propias de esta etapa.
Además, los cambios típicos de la adolescencia, combinados con dificultades en la regulación emocional, pueden agravar los síntomas cuando no se abordan adecuadamente. Por ello, es fundamental estar atentos a las señales tempranas y buscar ayuda profesional cuando sea necesario.