En muchos casos, las alteraciones genéticas son heredadas de padres no afectados, lo que permite que pasen desapercibidas y se transmitan silenciosamente a la siguiente generación.
Un estudio publicado en la revista Science revela que las alteraciones genéticas heredadas de los padres juegan un papel importante en el desarrollo de tumores sólidos pediátricos, como el sarcoma de Ewing, el neuroblastoma y el osteosarcoma.
Este hallazgo, liderado por investigadores del Instituto Oncológico Dana-Farber, el Instituto Broad de Harvard y MIT, la Facultad de Medicina de Harvard y el Hospital de Niños de Boston, abre nuevas posibilidades para mejorar las estrategias de diagnóstico y tratamiento en estos casos.
A diferencia de los cánceres en adultos, que suelen ser consecuencia de factores ambientales o daños acumulativos en el ADN, los cánceres infantiles se desarrollan rápidamente, sugiriendo un origen predominantemente genético.
Aunque se estima que el riesgo familiar de tumores sólidos pediátricos es hasta 4,5 veces mayor, solo un 10-15 % de estos casos se atribuyen a variantes patógenas conocidas de la línea germinal.
El estudio, liderado por el investigador Riaz Gillani, realizó un análisis exhaustivo de variantes estructurales (VS) raras en la línea germinal mediante la secuenciación completa del genoma de 1.765 niños con tumores sólidos y 943 familiares no afectados.
Para establecer comparaciones, también se evaluaron 6.665 controles adultos no relacionados.
Los resultados revelaron la presencia de 84 anomalías cromosómicas desequilibradas raras y grandes, mayores de 1 megabase, que implican la ganancia o pérdida de material genético y que se asociaron con un mayor riesgo de tumores pediátricos, especialmente en varones.
De las 84 anomalías cromosómicas identificadas, el 82 % fueron heredadas de padres no afectados, por lo que estas alteraciones pueden pasar desapercibidas en generaciones anteriores.
El restante 18 % surgieron de manera espontánea, conocidas como mutaciones de novo. Estas alteraciones cromosómicas incluyen tanto ganancias como pérdidas significativas de material genético, que influyen en la estabilidad del genoma y favorecen la aparición de tumores.
Además, el estudio identificó VS más pequeñas que afectan genes críticos para la reparación del ADN, como el gen BARD1. Estas variantes estructurales también se asociaron con procesos relacionados con la tumorigénesis, involucrando genes esenciales para el crecimiento y la división celular.
Este fenómeno fue especialmente evidente en tumores como el neuroblastoma y el sarcoma de Ewing, en los que estas VS estaban ausentes en los controles pero presentes en los casos analizados.
Los investigadores estiman que las VS de la línea germinal raras explican hasta el 5,6 % de la susceptibilidad total al cáncer pediátrico.
Esta información podría ser fundamental para diseñar herramientas de diagnóstico más precisas que detecten estas anomalías en etapas tempranas.
Según los autores, una de las aplicaciones más prometedoras es el desarrollo de pruebas genéticas dirigidas que permitan identificar estas variantes estructurales en familias con antecedentes de tumores infantiles.
Esto podría facilitar el diagnóstico temprano y la implementación de estrategias de vigilancia y tratamiento personalizadas.
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