El impacto de la bipedestación en las articulaciones de rodilla y pelvis a lo largo de la evolución

En las rodillas, se desarrolló una mayor superficie de contacto entre los huesos de la parte superior e inferior de la pierna.

Mariana Mestizo Hernández

    El impacto de la bipedestación en las articulaciones de rodilla y pelvis a lo largo de la evolución

    A lo largo de millones de años, los humanos han evolucionado con características únicas, como los pulgares oponibles y cerebros complejos. Sin embargo, también han desarrollado enfermedades propias y distintivas.

    Cuando la Evolución Duele (When Evolution Hurts, en inglés), fue el título de una reciente charla organizada por los Museos de Ciencia y Cultura, donde se exploró la investigación genética que está permitiendo a los científicos comprender mejor las conexiones entre la evolución y el riesgo de enfermedades modernas. 

    Los seres humanos y los riesgos de artrosis

    Durante la conferencia, el profesor Terence D. Capellini, experto en biología evolutiva humana, se enfocó en analizar la relación entre el bipedismo y la artrosis de rodilla, una enfermedad degenerativa que afecta a aproximadamente 250 millones de personas en todo el mundo.

    Cambios necesarios

    De acuerdo a Capellini, a medida que los humanos evolucionaron hacia la bipedestación, hubo cambios significativos en la estructura de las articulaciones de rodilla y pelvis. En las rodillas, se desarrolló una mayor superficie de contacto entre los huesos de la parte superior e inferior de la pierna. 

    Los huesos del muslo adoptaron una forma más angulada, mientras que los de la parte inferior se hicieron más gruesos para soportar el peso. En comparación con los simios, nuestras pelvis se acortaron, ensancharon y adquirieron una curvatura más pronunciada en las palas, adaptándose así a un rango de movimiento erguido.

    "Después del cráneo, ésta es la estructura esquelética del cuerpo que más ha cambiado", afirmó Capellini. "Nos permite caminar sobre dos piernas y dar a luz una cabeza fetal grande, ambas cosas esenciales para la existencia humana", agregó.

    Modificaciones estructurales del cuerpo humano

    Con el paso del tiempo, se han producido sutiles modificaciones en las estructuras fundamentales de algunas personas durante su desarrollo en el útero. Estas alteraciones, como un ligero ángulo en el fémur o una tibia más redondeada, pueden ocasionar un desgaste considerable a medida que se envejece.

    Además, señaló que para 2040, casi el 40 %de los adultos mayores de 65 años tendrán alguna forma de osteoartritis degenerativa. "Tener artrosis de rodilla es debilitante, y lleva asociadas muchas comorbilidades, como cardiopatías y diabetes", manifestó el catedrático.

    ¿Cómo prevenir la artrosis?

    En primer lugar, según Capellini, es crucial identificar las características en la población que no son propensas a padecer la enfermedad. Mediante el uso de tecnología para estudiar el desarrollo del esqueleto humano, su laboratorio ha logrado determinar qué células son responsables del control de ciertas características. 

    El profesor describió los "interruptores" genéticos, proteínas reguladoras que activan o desactivan variaciones genéticas específicas. Estos interruptores, presentes en cientos o miles en cada parte del esqueleto, desempeñan un papel crucial en el control del tamaño, la forma y, en última instancia, la longevidad de las articulaciones.

    Futuras investigaciones

    Basándose en esta investigación, Capellini y su equipo tienen como objetivo identificar estas mutaciones con miras a desarrollar futuras terapias. "Lo que podemos hacer es averiguar cómo tratar terapéuticamente cómo actúan los interruptores en la rodilla y cómo se forman para mantener una rodilla sana", enfatizó.

    Por ejemplo, según mencionó, si los científicos logran identificar a los pacientes de alto riesgo a una edad temprana, podrían proporcionarles información sobre las actividades en las que deberían tener precaución al participar. Por ello, Capellini destaca que las lesiones, además de la predisposición genética, aumentan la probabilidad de desarrollar osteoartritis.

    "Es difícil decir que no se hagan actividades", puntualizó. "Pero sí tener cuidado al realizar ciertas actividades", concluyó.

     

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