En 1973 moría a causa de un cáncer de próstata Pablo Neruda. Casi cuatro décadas después, un equipo de expertos internacionales exhuma su cuerpo para determinar si su muerte se debió realmente al tumor o fue envenenado.
Pablo Neruda, el icónico poeta chileno y Premio Nobel de Literatura en 1971, falleció el 23 de septiembre de 1973, apenas 12 días después del golpe militar de Augusto Pinochet.
La versión oficial sostiene que su muerte fue provocada por un avanzado cáncer de próstata. Sin embargo, décadas después, nuevas versiones han puesto en duda esta causa, sugiriendo que pudo haber sido envenenado debido a sus posturas políticas y su afiliación al Partido Comunista de Chile.
En 2011, Manuel Araya, chofer personal de Neruda, declaró públicamente que el poeta había sido asesinado con una inyección letal mientras se encontraba en el hospital preparándose para viajar al exilio en México.
La denuncia de Araya fue respaldada por el Partido Comunista de Chile, que solicitó formalmente una investigación judicial. Esto llevó al juez Mario Carroza a ordenar en 2013 la exhumación de los restos de Neruda para verificar si había sido víctima de envenenamiento.
La exhumación se llevó a cabo el 8 de abril de 2013 bajo la dirección del Servicio Médico Legal (SML) de Chile, un organismo con amplia experiencia en la identificación de detenidos desaparecidos durante la dictadura de Pinochet.
El equipo forense encargado estaba compuesto por 13 expertos nacionales e internacionales, incluyendo antropólogos, médicos, toxicólogos y fotógrafos, entre ellos tres especialistas españoles: Guillermo Repetto, Aurelio Luna y Francisco Etxeberria, quien previamente había participado en la exhumación del expresidente Salvador Allende.
Los procedimientos iniciales incluyeron la recuperación y verificación de la urna donde descansaban los restos de Neruda, garantizando la cadena de custodia. El cuerpo fue trasladado desde su residencia en Isla Negra a un laboratorio especializado en Santiago, donde se realizaron exámenes de rayos X y un inventario completo de las osamentas.
El equipo comenzó el análisis en dos frentes: el médico, con el objetivo de confirmar la presencia del cáncer de próstata, y el toxicológico, para detectar posibles indicios de sustancias venenosas.
Dado el tiempo transcurrido desde la muerte de Neruda, la conservación de las evidencias sería crucial para obtener resultados concluyentes. Los exámenes toxicológicos, según indicaron los expertos, podían tardar meses, ya que se necesitaba realizar pruebas en varios laboratorios para garantizar su fiabilidad.
La hipótesis del envenenamiento de Neruda surge de la coincidencia de su deterioro con el golpe militar y las declaraciones de su entorno cercano. En particular, Manuel Araya afirmó que el poeta fue inyectado en el hospital con una sustancia que aceleró su muerte. La exhumación buscaba confirmar o refutar esta versión, aunque la Fundación Pablo Neruda, que preserva el legado del poeta, había desmentido en su momento las declaraciones de Araya.
A lo largo del proceso, el equipo forense implementó medidas rigurosas de protección para preservar la integridad de las evidencias. Las labores en el laboratorio incluyeron la realización de exámenes antropológicos y la selección de muestras óseas para ser enviadas a laboratorios en el extranjero.
El trabajo científico, que incluyó la preservación de evidencias, registros fotográficos y audiovisuales, fue llevado a cabo con los más altos estándares internacionales.
Aunque se desconocía si la investigación confirmaría las sospechas de envenenamiento, el proceso abrió una nueva etapa en la búsqueda de justicia para Neruda y su legado.
Fuente consultada aquí.