Alerta ante las secuelas sanitarias y epidemiológicas

Medicina y Salud Pública

    Alerta ante las secuelas sanitarias y epidemiológicas

    Alerta ante las secuelas sanitarias y epidemiológicas.

    La incertidumbre nos golpea y se nos vienen encima las secuelas sanitarias y epidemiológicas. Es una lucha contra el tiempo. El impacto de María dejó a su paso varias consecuencias, especialmente esta situación de vulnerabilidad que se vive minuto a minuto en cada espacio del país.

    Es de conocimiento general que existe un elevado número de pacientes crónicos que necesitan servicios médicos hospitalarios para recibir diálisis, someterse a cirugías cardiovasculares y de emergencia, entre otras situaciones difíciles.

    Pero ya no se trata únicamente de ellos. La probabilidad de que el panorama se complique es real. La salud pública está en vilo y MSP da el aviso.

    No es secreto que el escenario es de película de horror: el Instituto de Ciencias Forenses ha acumulado cadáveres debido a que muchas familias están imposibilitadas de cumplir con el proceso de identificación; agentes funerarios están a punto de perder el control pues no han podido finalizar ciertos procedimientos con los difuntos por la falta de electricidad, diesel y agua potable; los noticiarios en la televisión dan cuenta de muertes en hospitales y hasta se habla de personas fallecidas que, una semana luego del huracán, aún permanecen en sus hogares por la incomunicación con fiscalía.

    Hay necesidades vitales de agua, electricidad y diesel para prevenir y atender los riesgos que podrían asomarse en cualquier momento. El Gobierno Estatal ha reiterado que hay combustible suficiente. No obstante, la calle delata otra historia. En algún lado está el fallo que hay que corregir con premura. Sería inaceptable que ocurrieran más desgracias porque los suministros no han llegado a tiempo a su destino.

    La interrupción de servicios públicos nos está llevando a situaciones extremas. Pocos se han planteado lo que quedará cuando ya las aguas acumuladas en carreteras, casas, patios, aceras, parques, escuelas, en fin, en todos lados, bajen de nivel. Ese descenso de las aguas potenciará el peligro de que se registre un grave problema de salud pública.

    Los hospitales y médicos, en esencia, deberán estar preparados para atender a una población que necesitará vacunas para evitar enfermedades asociadas a situaciones como las que hoy se viven en todo la Isla. Porque ese deterioro y contaminación del agua y alimentos almacenados, así como la muerte de animales en los alrededores, los charcos que favorecen la reproducción de mosquitos, la basura que se acumula en cada esquina, entre otras cosas, provoca que se incremente a cada segundo los riesgos de una epidemia.

    Y no lo decimos con ánimo de provocar alarma, sino con el propósito expreso de concienciar a las autoridades del país.

    En el ambiente podrían estar emergiendo enfermedades como tétano, hepatitis A, cólera, dengue hemorrágico, leptospirosis, gripe, neumonía y otras enfermedades respiratorias. Muchas de ellas se transmiten al consumir líquidos o alimentos contaminados y por bañarse con aguas sucias, lo cual está haciendo mucha gente.

    Es por ello que se le implora al Estado que aligere la restablecimiento de servicios esenciales -agua potable, energía eléctrica o diesel para sus generadores- en los centros médicos hospitalarios del país. No deberían ser sorprendidos por una avalancha de enfermos sin los recursos adecuados. De ahí, también, que insistamos en un operativo sanitario donde haya acceso a las vacunas correspondientes.

    El Estado, se reconoce, ha hecho un esfuerzo sobrehumano. Todo ha sido caótico, rápido y violento, sin embargo, hay que elevarse ante las circunstancias, porque el desafío apenas comienza.

    Recomponer lo que destrozó María se tomará un tiempo prolongado. Somos conscientes de ello. Empero, Puerto Rico tiene coraje y bravura de sobra para reponerse. Que no haya dudas al respecto. Lo que no puede esperar es la restauración de servicios que evitarán que haya una fase peor de la que ya se vive en el país. A ese punto es donde no queremos llegar.

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