Eutanasia: el derecho de morir dignamente

Durante el siglo XXI cada vez son más las personas que quieren poder decir como morir.

Valentina Diaz Ospina

    Eutanasia: el derecho de morir dignamente

    Al acercarse al tema de la eutanasia, algo que llama la atención es la variabilidad de términos que se utilizan para referirse a ella.

    En los Países Bajos, país pionero en su regulación, la ley de eutanasia (2002) se llama «de terminación de la vida» a petición propia, mientras que en Bélgica se llama «ley de eutanasia» (2002). En Oregón, el suicidio asistido se regula en la «ley de muerte con dignidad» (Death with Dignity Act, 1998), y en California, en la «ley de opción al final de la vida» (End of Life Option Act, 2015). En Canadá, es la «ley de ayuda médica para morir» (Medical Assistance in Dying, 2016), y en Victoria (Australia) es la «ley de muerte voluntaria asistida» (Voluntary Assisted Dying Bill, 2017).

    ¿Por qué se utilizan tantos eufemismos para evitar nombrar la eutanasia y el suicidio asistido? 

    Esto se debe al tabú, que ha habido a lo largo de la historia, donde el suicida primero fue un delincuente, luego un pecador y ahora un loco. 

    Según el informe más reciente de la Comisión para la Prevención del Suicidio en Puerto Rico desde el 2000 hasta junio del 2022 se han reportado 6,568 muertes por suicidio; anualmente se registran 294 muertes.

    Eutanasia demanda social mayoritaria

    La muerte voluntaria ha existido desde siempre, pero algo ha cambiado en los últimos 50 años para que la eutanasia sea hoy una demanda social mayoritaria. Por un lado, el aumento de las enfermedades crónicas degenerativas asociadas al envejecimiento (la mitad de los mayores de 85 años padecen Alzheimer) y de nuestra capacidad para mantener con vida a personas dependientes en situaciones críticas, y por otro, la emergencia de la autonomía como un derecho fundamental en una sociedad democrática.

    Países donde se puede usar eutanasia

    Decenas de miles de personas han muerto voluntariamente con eutanasia en Bélgica, Países Bajos y Canadá, o con un suicidio asistido en Suiza y en cinco estados de los Estados Unidos, sin que haya existido un solo caso de homicidio. 

    Morir es una decisión personal

    Ninguna persona solicita a su médico una eutanasia sin estar convencida de que su sufrimiento es irremediable. Además del sentido común, todas las leyes aprobadas exigen que se consideren todos los recursos disponibles, como los cuidados paliativos. En Oregón, desde 1998 tienen sistematizada la recogida de estos datos, las tres razones para morir más frecuentes son: el sufrimiento existencial, la incapacidad para disfrutar de la vida y la pérdida de autonomía. 

    Las personas no deciden morir por miedo al dolor, a síntomas de agonía o cualquier otro que se pueda tratar con paliativos, sino porque consideran que «vivir así» ya no tiene sentido. Por ello, afirmar que los paliativos son el antídoto de la eutanasia es un acto de fe que, como tal, no se basa en la realidad (el deseo de morir), sino en las creencias personales (la muerte voluntaria es inaceptable). En Bélgica, en seis de cada diez eutanasias intervienen los paliativos; no existe competencia, sino complementariedad. Ese es el camino.

    Desde hace 25 años, las asociaciones pro derecho a morir dignamente ponen a disposición de sus socios guías de muerte voluntaria con los métodos de autoliberación más fiables. Algunos movimientos ciudadanos reclaman ir más allá de las leyes de eutanasia e independizarse de la muerte medicalizada. 

    En Holanda, la cooperativa Por Voluntad Propia facilita a sus socios un conservante alimentario, que se compra en la droguería a un precio mínimo, que provoca una muerte rápida y sin dolor. Internet sitúa la muerte voluntaria en otra dimensión. O la ley se adapta a lo que exige la sociedad, o las personas seguirán tomando sus decisiones, desbordando a la legislación.

    Los datos demuestran que la muerte voluntaria puede regularse con seguridad. Ninguna ley de eutanasia es perfecta, fundamentalmente por la exigencia de unos requisitos. Si el médico comprende que para esa persona la muerte que desea es la opción menos mala y se siente comprometido a ayudarle, ¿por qué no?.

    La ayuda médica para morir debería legalizarse como un acto médico más, cuya única condición sea documentar la libertad del individuo para disponer de su propia vida, ya sea por razones de enfermedad o por hartazgo de vivir.

    Fuente de consulta aquí

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