Tanto la fibromialgia como la migraña involucran una disfunción en la modulación del dolor a nivel del sistema nervioso central. Se han identificado alteraciones en la neurotransmisión, entre ellas una regulación anómala de la serotonina y la norepinefrina.
Las investigaciones recientes han evidenciado una estrecha relación entre la migraña y la fibromialgia, dos condiciones caracterizadas por dolor crónico y disfunción neuromoduladora.
Ambas enfermedades comparten mecanismos fisiopatológicos relacionados con alteraciones en la neurotransmisión y sensibilización central, lo que explicaría la alta prevalencia de migraña en pacientes con fibromialgia y viceversa.
Estudios epidemiológicos han identificado una mayor incidencia de migraña en personas con fibromialgia, así como una mayor prevalencia de síntomas de fibromialgia en pacientes con migraña crónica.
En particular, un estudio de 2019 informó que los episodios de migraña eran dos veces más frecuentes en pacientes con fibromialgia, mientras que otro estudio del mismo año encontró que aproximadamente el 30 % de los individuos con migraña presentaban criterios de diagnóstico de fibromialgia. Esta asociación fue más significativa en pacientes con migraña con aura o migraña crónica.
Desde el punto de vista fisiopatológico, tanto la fibromialgia como la migraña involucran una disfunción en la modulación del dolor a nivel del sistema nervioso central. Se han identificado diversas alteraciones comunes en la neurotransmisión, entre ellas una regulación anómala de la serotonina y la norepinefrina, lo que impacta la transmisión nociceptiva y la modulación descendente del dolor.
La sensibilización central juega un papel crucial en la perpetuación del dolor en ambas condiciones, pues los pacientes con fibromialgia presentan hiperexcitabilidad neuronal en el asta dorsal de la médula espinal y en estructuras centrales como el tálamo y la corteza somatosensorial.
Se ha propuesto que la migraña recurrente podría generar neuroplasticidad maladaptativa en estas regiones, facilitando la cronificación del dolor y contribuyendo al desarrollo de fibromialgia.
Otro mecanismo compartido entre ambas enfermedades es la disfunción del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, lo que conlleva una desregulación en la producción de cortisol y otros mediadores inflamatorios, exacerbando la respuesta al estrés y perpetuando el dolor crónico.
La inflamación neurogénica también parece desempeñar un papel clave, pues se ha observado que la activación de mastocitos y la liberación de mediadores proinflamatorios como la sustancia P y el péptido relacionado con el gen de la calcitonina (CGRP) podrían contribuir a la sensibilización neuronal y la disfunción vascular observada en la migraña y la fibromialgia.
La fibromialgia se manifiesta con dolor musculoesquelético generalizado, fatiga, alteraciones del sueño, disfunción cognitiva y sensibilización sensorial aumentada. En el contexto de la migraña, los pacientes pueden presentar cefalea pulsátil unilateral, fotofobia, fonofobia, náuseas y alodinia cutánea.
Un aspecto relevante es la presencia de cefalea tensional en pacientes con fibromialgia, la cual se distingue de la migraña por su patrón de dolor opresivo bilateral sin síntomas autonómicos asociados. La coexistencia de ambas cefalalgias en un mismo paciente puede dificultar el abordaje terapéutico.
El tratamiento de la migraña en pacientes con fibromialgia debe considerar la interacción de ambos procesos fisiopatológicos. Se recomienda un enfoque integral que incluya farmacoterapia, modificaciones en el estilo de vida y terapia cognitivo-conductual.
En el ámbito farmacológico, los moduladores de neurotransmisión como duloxetina y amitriptilina, así como los fármacos anticonvulsivos como pregabalina y gabapentina, han demostrado eficacia en la reducción del dolor neuropático asociado a la fibromialgia.
Para el manejo de la migraña, las opciones terapéuticas incluyen antiinflamatorios no esteroides, triptanos, antagonistas del CGRP, betabloqueadores y antidepresivos tricíclicos en casos de migraña crónica. También se ha reportado beneficio con la toxina botulínica en pacientes con cefalea refractaria.
Además del manejo farmacológico, se ha demostrado que el ejercicio aeróbico de bajo impacto contribuye a la modulación del dolor y a la mejora del sueño en pacientes con fibromialgia y migraña.
Técnicas de relajación y mindfulness pueden ser útiles para reducir la hiperactivación del sistema nervioso simpático, mientras que la modificación de hábitos del sueño y una dieta adaptada pueden contribuir a la reducción de los episodios migrañosos.
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