El mutismo selectivo es común en la niñez hasta los 15 años. Se caracteriza por la dificultad o incapacidad de hablar en ciertos entornos sociales, como en la escuela o en lugares públicos, a pesar de que la persona puede hablar con comodidad en casa o con familiares cercanos.
La Dra. Patricia Landers, psicóloga clínica, habló en exclusiva para la Revista de Medicina y Salud Pública sobre el mutismo selectivo (MS) y cómo se desarrolla tanto en la niñez cómo en la adolescencia.
"Es común en la niñez y se identifica en la corta edad, en la adolescencia no se va a superar porque se necesita tratamiento, prácticamente es un trastorno que se desarrolla por la poca comunicación".
Según expertos, los menores con mutismo selectivo en la casa pueden hablar bien, pero en espacios públicos no hablan, por ejemplo, el colegio, alguna reunión, con sus profesores, compañeros, recién conocidos.
El mutismo selectivo se podría clasificar como extremo de timidez, temperamento y el producto de alguna experiencia traumática u ansiedad social.
Los menores con este trastorno se sienten juzgados de alguna manera y por eso son los comportamientos en ciertos lugares.
"Existen menores más o menos activos que otros, la niñez es la etapa más vulnerable, la forma en la que ven las reacciones, como se comportan los demás, los regaños, la articulación al no pronunciar bien, el bloqueo al expresar sus ideas, mutismo selectivo es la selección de la persona", enfatizó Landers.
El menor de edad que sufre de mutismo selectivo tiene un impacto de crianza, según cómo sus padres lo eduquen, es la personalidad del menor; así mismo, si en alguna ocasión el bullying se presenta, también es un factor como experiencia traumática y negativa.
"Al tener mutismo selectivo, aparece la ansiedad y fobia social, se complica si no hay una intervención temprana médica y es una destreza que se va perdiendo a medida del tiempo", concluyó Landers.
El mutismo selectivo es tratable con la atención adecuada. Los niños con MS responden mejor a la terapia conductual la cual se enfoca en ayudarlos a aprender a hablar en entornos nuevos, durante actividades nuevas y con personas nuevas.
Es importante solicitar una evaluación exhaustiva para obtener un diagnóstico adecuado. Esta evaluación debe examinar específicamente las circunstancias en las que su hijo habla y no habla, así como la posible presencia de condiciones coexistentes, como otros trastornos de ansiedad. Además, la evaluación debe descartar otros diagnósticos, como trastornos de la comunicación o del lenguaje, que podrían estar contribuyendo a las dificultades del habla.