¿Por qué los científicos rechazan el IMC para diagnosticar obesidad? Nuevas formas de diagnóstico

Los expertos cuestionan el uso del IMC como único indicador de obesidad en la salud y sugieren nuevas herramientas para una evaluación más exacta.

Laura Guio

    ¿Por qué los científicos rechazan el IMC para diagnosticar obesidad? Nuevas formas de diagnóstico

    La Comisión de Obesidad Clínica de The Lancet Diabetes & Endocrinology publicó hoy un informe con una nueva definición de la obesidad, sugiriendo un enfoque más holístico y preciso para el diagnóstico y tratamiento de esta condición. 

    El trabajo, respaldado por más de 75 organizaciones científicas internacionales, subraya las limitaciones del índice de masa corporal (IMC), una herramienta que ha sido utilizada durante más de un siglo pero que, según los expertos, no refleja con exactitud la salud de los individuos ni la distribución de la grasa corporal.

    La obsolescencia del IMC como medida de salud individual

    El IMC, desarrollado en el siglo XIX por el estadístico belga Adolphe Quetelet, ha sido durante años la principal medida utilizada para clasificar a las personas en categorías de peso normal, sobrepeso y obesidad.

     Sin embargo, el informe de The Lancet destaca que este índice no da cuenta de la distribución de la grasa corporal ni de otros factores cruciales que afectan la salud de una persona.

    "El IMC ha sido útil a nivel poblacional y para estudios epidemiológicos, pero no debe ser utilizado para diagnosticar o tratar a individuos, ya que subestima o sobreestima tanto la adiposidad como las enfermedades relacionadas", explicó el profesor Francesco Rubino, presidente de la Comisión.

     Los expertos sugieren que el IMC sea reservado exclusivamente para investigaciones y cribados a gran escala, y que se utilicen otras herramientas para un diagnóstico más preciso a nivel individual.

    La "pre-obesidad" y la necesidad de una atención personalizada

    En su propuesta, la Comisión introduce el concepto de "pre-obesidad", un estado en el que las personas presentan exceso de grasa corporal, pero sin que ello afecte la función de sus órganos. 

    Este nuevo término apunta a identificar a aquellos individuos con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas, como diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedades cardiovasculares, pero que aún no padecen obesidad clínica.

    "El diagnóstico de pre-obesidad es clave para prevenir complicaciones a largo plazo", señaló Rubino. Este enfoque permite una atención más temprana y personalizada, basada en la evaluación integral de los factores biológicos, sociales y ambientales que contribuyen al desarrollo de la obesidad.

    Nuevas herramientas para un diagnóstico más preciso

    El informe también propone el uso de herramientas complementarias para medir la adiposidad, como la medición de la circunferencia de la cintura o la relación cintura-altura, en lugar de depender únicamente del IMC.

     Además, se sugiere la incorporación de técnicas avanzadas como la absorciometría de rayos X de energía dual (DEXA), que mide directamente la cantidad de grasa corporal.

    "El diagnóstico debería ir más allá del IMC e incorporar medidas antropométricas adicionales para proporcionar una imagen más precisa de la salud del individuo", explicó la doctora María Virginia Busnelli, uno de los investigadores. 

    Combatir el estigma asociado al peso

    Uno de los aspectos más destacados del informe es la crítica al estigma social relacionado con la obesidad, que afecta a una parte significativa de la población.

     Se estima que entre el 19% y el 42% de los adultos con un IMC alto sufren discriminación, especialmente las mujeres. Este estigma tiene un impacto directo en la salud mental de los individuos, generando estrés, aislamiento social, ansiedad y depresión.

    La nueva definición propuesta por la Comisión busca reducir el estigma asociado a la obesidad, promoviendo una visión más respetuosa y científica de la condición.

    Prevalencia creciente de la obesidad a nivel global

    El informe también aborda la creciente prevalencia de la obesidad en todo el mundo. En 2016, la obesidad afectaba al 18% de los niños y adolescentes de entre 5 y 19 años, frente al 4% en 1975. En total, más de mil millones de personas viven con obesidad, lo que representa una de las principales crisis de salud pública global.

    Los expertos señalan que este aumento está impulsado por factores como la urbanización, el acceso fácil a alimentos ultraprocesados y un estilo de vida sedentario. Las propuestas de The Lancet buscan no solo mejorar el diagnóstico, sino también establecer políticas públicas más efectivas para combatir esta creciente epidemia.


    Fuentes consultadas aquí y aquí


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