Los zapatos sueltos y el pie cavo aumentan el riesgo de esguinces y pueden dañar los tobillos

Los esguinces son una de las causas más frecuentes de visita a los ortopedistas.

Luisa Ochoa

    Los zapatos sueltos y el pie cavo aumentan el riesgo de esguinces y pueden dañar los tobillos

    Se estima que el 85 % de las lesiones de tobillo son esguinces, que pueden ser ocasionados por un movimiento brusco, un golpe o una pisada en una superficie inestable que hace que el pie se tuerza involuntariamente hacia afuera o al sentido inverso.

    Por lo general, los esguinces son más habituales entre quienes tienen un arco muy pronunciado, lo que se conoce como pie cavo. Por el contrario, los pies planos tienden a dar guerra a las rodillas porque las obligan a trabajar en una posición forzada.

    En lo que a anatomía se refiere, el origen de los esguinces está en los ligamentos que mantienen unidos los huesos de la tibia y el peroné con el astrálago. Dichos ligamentos están hechos de un tejido fibroso y elástico, y a ellos se debe que la articulación se mantenga estable. 

    Al respecto, el Dr. Guillermo Recatero, especialista en medicina del deporte en Corporis Advanced Therapies y miembro de Top Doctors, explicó que, “cuando hay un movimiento anormal y excesivo, se pueden distender o desgarrar. Eso es lo que conocemos como esguince”.

    Dado que el esguince se produce cuando hay un movimiento rápido o un giro abrupto que acaba con una mala pisada, los jugadores de baloncesto y los futbolistas son los deportistas que más papeletas tienen de sufrir esta lesión. 

    De un esguince a una fractura

    “También si tenemos sobrepeso u obesidad, y mucho más si ambas condiciones coinciden. Esto genera un valgo de rodilla, es decir, la rodilla no se alinea bien con el tobillo. En esta situación, la pisada es más inestable y hay un mayor sobresfuerzo en los ligamentos externos. Cualquier tropiezo o pequeña torcedura puede acabar en una lesión de peor pronóstico. Incluso en fractura”, afirmó el Dr. Recatero.

    Las personas también pueden romperse el tobillo por saltar desde una gran altura, o por apoyar mal al caer. Los fragmentos rotos pueden quedarse en su sitio o desplazarse, lo que complica el tratamiento. 

    En caso de requerir cirugía, los plazos suelen acortarse: de un mes a un mes y medio de recuperación puede ser suficiente. En la tercera edad, la osteoporosis, la pérdida del equilibrio y el deterioro de las articulaciones hacen que la fractura de tobillo sea el tercer tipo más frecuente, tras las de cadera y muñeca.

    Las hormonas y la moda también aumentan el riesgo de sufrir esguinces 

    El tobogán hormonal que experimenta el cuerpo de las mujeres a lo largo del ciclo menstrual hace que haya días en los que son especialmente vulnerables a torceduras o esguinces. En concreto, los anteriores a la ovulación, debido a un pico de estrógenos y relaxina, dos hormonas que reducen la tensión ligamentosa. 

    “En general, el zapato alto no es buen amigo del pie. Genera una marcha más inestable, tanto más si la mujer tiene el pie cavo. Esta situación favorece la aparición de esguinces. Por no hablar de la sobrecarga en la zona metatarsal (la zona de los dedos). Con un tacón de 10 centímetros, más del 90 por ciento del peso del cuerpo se apoya solo en esa zona. Por eso también aparecen durezas (la piel se refuerza como respuesta a esa sobrecarga) o juanetes”, apunta el podólogo Víctor Alfaro.

    Otro de los ‘regalos’ de los tacones es que se ‘acorta’ la musculatura posterior de la pantorrilla. "Por eso las mujeres tienen más tendencia a padecer fascitis plantar”, lo que se traduce en dolor intenso en la zona interna del talón.

    Ciertos tipos de calzado afectan la estabilidad del pie

    Tampoco es buena idea abusar de los zuecos, los mules (su versión estilizada para vestir) y las chanclas, ni llevar las zapatillas de estilo urbano demasiado anchas, incluso con los cordones sin anudar. “El calzado debe ir bien sujeto al pie mediante los cordones. De hecho, los corredores a veces olvidan pasar los cordones por los últimos ojales de la zapatilla, que son los que más aseguran el tobillo y dan estabilidad al pie. En caso de que el pie tenga mucho arco, podemos dejar los cordones más holgados en la zona del mediopié”. 

    Alfaro apunta un error habitual: ponerse o quitarse las zapatillas sin desatar los cordones. “Forzamos el contrafuerte, que es la parte destinada a asegurar la sujeción y estabilidad del tobillo”. La consecuencia de hacer las cosas a lo bruto son más papeletas para una torcedura o esguince.

    Fuente consultada aquí.

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