Esta mujer ha reconocido elementos visuales sencillos gracias a un sistema compuesto por un implante con microelectrodos y una retina artificial.
La vista es uno de los sentidos más importantes que tienen los humanos para relacionarse con el mundo que los rodea esto en todas las culturas.
Esto partiendo de la cantidad de estímulos visuales que se utilizan en un contexto normal para participar de la sociedad, ventas, compras, relaciones, comunicación, estética, ubicación, y demás. A pesar de que la perdida de este sentido sea una desconexión de lo que es la mal llamada normalidad, actualmente se desarrollan medios de comunicación enfocados en la inclusión.
Abriendo la puerta a aquellos que no cuentan con este sentido tan social y entre comillas necesario, a nuevas formas de interacción y así mismo de participación en la sociedad. Aun así, actualmente muchos de los diferentes científicos, enfocan sus esfuerzos en buscar formas de mejorar la calidad de vida diaria, incluso de recuperar del todo este sentido.
La carrera de fondo para conseguir este ambicioso objetivo ha estado repleta de fracasos a lo largo de la historia, sin embargo, en el último siglo, diferentes innovaciones científicas ponen en la mesa, métodos que han ido evolucionando como: los trasplantes de córneas, las retinas artificiales, las células madre, optogenética, estimulación magnética transcraneal y así la lista sigue creciendo.
Un equipo internacional de científicos ha mostrado el potencial de una nueva herramienta en este campo de investigación.
Investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche, de la Universidad de Utah y del Instituto de Neurociencias de Holanda han trabajado de forma conjunta para probar, por primera vez, la utilidad de un implante que se coloca sobre la corteza cerebral tras una cirugía de unas 3 a 4 horas.
Desarrollando un sistema formado por un implante cerebral con microelectrodos combinado con unas gafas que funcionan como una retina artificial; el implante consiste en una diminuta matriz, (4,4 mm de largo y 4,2 mm de ancho) compuesta por 96 microelectrodos de 1,5 mm de largo que son capaces de estimular a las neuronas y registrar de manera simultánea su actividad.
Esta tecnología ya se había usado antes para que personas con miembros amputados pudieran mover extremidades robóticas a través del pensamiento.
Así pues, los investigadores con el fin de ver qué experiencia tenían los humanos a través de este, y además que tan útil sería se pusieron manos a la obra, con desarrollarlo y aplicarlo en humanos.
Bernadeta Gómez, paciente piloto, perdió la visión completamente a los 57 años, en 2005, debido al daño irreversible de los nervios ópticos, provocado por graves complicaciones frente a una infección.
Desde entonces, no había experimentado ninguna sensación visual del mundo a su alrededor, aun así esto cambió cuando los investigadores le colocaron y activaron un diminuto implante en una región cerebral responsable de la visión -la corteza visual-, situada en el lóbulo occipital, en la parte posterior de la cabeza.
Y gracias a la estimulación de las neuronas con esta implante, Gómez podía distinguir diminutos destellos de luz, llamados "fosfenos", en lugares concretos de su campo visual.
Al principio, los científicos tuvieron que configurar el sistema para fijar el umbral de la intensidad eléctrica de los microelectrodos necesaria para provocar un estímulo visual sin dañar a las neuronas, valor que rondaba los 67 microamperios.
Además, también se necesitaron meses de entrenamiento, con sesiones diarias, para que Gómez distinguiera los destellos de luz generados gracias al implante; lo que fue más complicado al principio, ya que la implantación quirúrgica de la matriz con microelectrodos en el cerebro le provocó la visión espontánea y repetitiva de fosfenos, aunque estos desaparecieron al poco tiempo.
A su vez, los investigadores añadieron a esta tecnología una cámara, colocada sobre unas gafas, que recibía la información visual y, mediante un software específico, se transformaba esta información en estímulos eléctricos transmitidos por el implante que Gómez percibía como puntos de luz.
Sustituyendo la función del ojo por este sistema de retina artificial.
Con el paso de los meses y gracias a la activación conjunta de varios microelectrodos del implante, Gómez pudo ser capaz de detectar formas sencillas (barras horizontales y verticales) y algunas letras en dos dimensiones como la «o», la «l» o la «i». También podía localizar la posición de cuadrados blancos en una pantalla.
No se registraron daños en las neuronas, ni tampoco actividades eléctricas anormales que pudieran provocar epilepsia. En cualquier caso, esta tecnología se encuentra aún en una fase muy preliminar, pues cuenta con importantes limitaciones, más allá que en el momento en el que el sistema se apaga, el individuo vuelve a ser ciego.
Los investigadores ven el potencial de esta herramienta para dar más autonomía a los invidentes en el futuro, pero reconocen que se encuentran en una fase muy inicial.
Planean utilizar el implante en más personas, activando más electrodos y con un sistema más sofisticado de codificación de las imágenes del exterior, para conseguir así más datos sobre su funcionamiento y también perfeccionar el sistema.
Fuente consultada aquí.