Durante mucho tiempo se ha pensado que los neandertales tenían una postura diferente a la de los humanos modernos.
De acuerdo con el equipo de antropólogos en un nuevo estudio comparativo publicado en la revista 'PNAS Nexus.', muchas de las dolencias relacionadas con la espalda que la humanidad sufre actualmente, se pueden explicar a través de un examen de las espinas dorsales de los neandertales parientes humanos extintos.
El análisis se centra en la curvatura de la columna vertebral, causada, en parte, por un acuñamiento o inclinación de las vértebras y los discos intervertebrales, el material más blando entre las vértebras.
"Los neandertales no se diferencian de los humanos modernos en cuanto a la cuña lumbar y, por tanto, es probable que tuvieran la espalda baja curvada como nosotros --explica Scott Williams, profesor asociado del Departamento de Antropología de la Universidad de Nueva York y uno de los autores del trabajo--. Sin embargo, con el paso del tiempo, concretamente tras el inicio de la industrialización a finales del siglo XIX, observamos un aumento del encajamiento de los huesos de la parte inferior de la espalda de los humanos actuales, un cambio que puede estar relacionado con los mayores casos de dolor de espalda, y otras afecciones, en las sociedades postindustriales".
"Una buena parte de esta perspectiva se deriva del encajamiento de las vértebras lumbares o inferiores de los neandertales: sus espinas dorsales en esta región se curvan menos que las de los humanos modernos estudiados en Estados Unidos o Europa", explica Williams.
Sin embargo, gran parte de esta opinión se basó en un análisis de los humanos modernos que comenzó a finales del siglo XIX, mucho después del inicio de la industrialización, que alteró significativamente nuestra vida cotidiana. Los muebles, por ejemplo, se hicieron más accesibles y los trabajos de oficina más frecuentes, lo que propició que nos sentáramos y, con ello, que cambiáramos de postura. Estos cambios se unieron a una reducción de las ocupaciones de gran actividad, como la agricultura. Además, se asociaron afecciones específicas a las condiciones de trabajo que provocan una mala postura.
"Investigaciones anteriores han demostrado que las tasas más altas de lumbalgia se asocian a las zonas urbanas y, sobre todo, a los entornos de "talleres cerrados" en los que los empleados mantienen posturas de trabajo tediosas y dolorosas, como sentarse constantemente en taburetes en posición inclinada hacia delante", observa Williams.
En otras palabras, al examinar las espinas dorsales de los humanos que vivieron en la era postindustrial, los investigadores del pasado pueden haber concluido erróneamente que la formación de la columna vertebral se debe al desarrollo evolutivo y no al cambio de las condiciones de vida y de trabajo.
Para abordar esta posibilidad, Williams y sus colegas examinaron espinas dorsales preindustriales y postindustriales de humanos modernos masculinos y femeninos de todo el mundo -una muestra que incluía más de 300 espinas, con un total de más de 1.600 vértebras- junto con muestras de espinas neandertales.
En general, descubrieron que las espinas dorsales de las personas postindustriales mostraban más cuñas lumbares que las de las personas preindustriales. Además, las espinas dorsales de los neandertales eran significativamente diferentes de las de las personas postindustriales, pero no de las preindustriales. En particular, los científicos no encontraron diferencias relacionadas con la geografía dentro de las muestras de la misma época
"El estilo de vida preindustrial frente al postindustrial es el factor importante", explica Williams, que reconoce que, dado que la curvatura de la parte inferior de la espalda se compone de tejidos blandos (es decir, discos intervertebrales), no sólo de huesos, no se puede afirmar que la lordosis lumbar de los neandertales difiera de la de los humanos modernos. "Los huesos suelen ser lo único que se conserva en los fósiles, así que es todo lo que tenemos para trabajar", añade.
No obstante, las diferencias en la formación de la columna vertebral entre los humanos preindustriales y los postindustriales ofrecen nuevas perspectivas sobre las afecciones de la espalda a las que se enfrentan muchos hoy en día.
"La disminución de los niveles de actividad física, las malas posturas y el uso de muebles, entre otros cambios en el estilo de vida que acompañaron a la industrialización, dieron lugar, con el tiempo, a estructuras de tejidos blandos inadecuadas para soportar la lordosis lumbar durante el desarrollo --afirma Williams--. Para compensar, nuestros huesos de la parte inferior de la espalda se han encajado más que los de nuestros predecesores preindustriales y neandertales, lo que puede contribuir a la frecuencia del dolor lumbar que encontramos en las sociedades postindustriales".
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