La doctora Ana Santos reconoce la labor de todas las madres, sobre todo aquellas que apoyan a sus hijos médicos o estudiantes de medicina.
La doctora Ana Santos, cirujana general con especialidad en cirugía bariátrica, recuerda con mucho amor las veces que su mamá le brindó compañía en su infancia, pues, luego de la escuela, Santos tenía clases de canto, de guitarra y de arte y su mamá siempre la llevaba a todas las clases con una sonrisa incansable y llena de amor.
Ahora que Ana es madre, nota que la vida de una madre está llena de retos, en los que se debe jugar con el tiempo, y valora el esfuerzo que su madre hizo por ella.
Desde pequeña le gustó la ciencia, sobre todo la biología y la anatomía, pese a que estaba inclinada hacia las artes, el canto y el tocar instrumentos. En su familia no había ningún médico, por lo que, con el transcurrir del tiempo, fue pensando en psiquiatría y posteriormente, cuando entró al quirófano por primera vez, siendo estudiante de medicina, quedó impresionada de esa forma de también hacer arte, así que no hubo vuelta atrás: descubrió su vocación por la cirugía.
Ana Santos tiene un interés en servir y ayudar a los demás, ayudándoles a mejorar su calidad de vida. En la búsqueda de “dónde podía ser útil”, y luego de hacer su carrera como cirujana en Estados Unidos, se percató que en Puerto Rico no se ofrecía la cirugía bariátrica y sintió mucha emoción de traer esa novedad a los pacientes puertorriqueños sin que ellos tuviesen necesidad de viajar a Estados Unidos.
Desde pequeña, la niña Ana Santos era quien se quedaba dando compañía y cuidados a sus abuelos y otros familiares cuando ellos enfermaron. Cuidar de otros siempre fue importante en su vida.
Su sacrificio y enfoque fue lo que le permitió obtener su grado en medicina, aunado al apoyo familiar que recibió. Recuerda que su mamá tenía esa ilusión de que ella fuese médico y le regaló un peluche vestido de cirujano, un objeto lleno de amor que todavía la doctora Santos conserva.
Santos retrasó el tener una hija, por el esfuerzo que implicaba estudiar medicina, pero ahora tiene una niña de 7 años, quien la acompaña incluso los fines de semana al hospital. Cuando la doctora Ana regresa de noche a casa, su hija es la primera en preguntarle cómo le ha ido en el trabajo y a cuántos pacientes ha operado, luego de la pequeña responder cómo ha sido su día en el colegio.
Una de las vivencias más hermosas entre madre e hija, es que la pequeña también siente la misma preocupación que Ana Santos siente por los demás, la niña recuerda cuáles son los pacientes que atiende su mamá y le pregunta cada día cómo han seguido ellos de salud o si los ha dado de alta.
Así compagina la doctora Santos su vida profesional con su vida familiar. La pequeña Ana ya dice que será futura cirujana.
Memorias de su trayectoria académica y profesional
Cuando Ana decidió estudiar medicina, su mamá sintió una gran emoción e incluso cocinaba para ella y sus compañeros de estudio.
Ana Santos estudió en Chicago y cuando regresó a Puerto Rico, en su primera guardia, se sintió impactada por el caso de una mujer joven quien sentía un dolor muy fuerte y la pudieron ayudar. Rememora que fue un día jueves.
También recuerda que había una paciente que llevaba mucho tiempo hospitalizada y ella acudió a verla con su hija de 7 años. La pequeña, que ama conversar con todos, se sentó a hablar con la paciente, le hizo un dibujo y la hizo sentir mejor, algo que le hace sentir orgullo hacia su hija. Hoy día ambas juegan con las muñecas y su hija imagina que las cura.
No hay un paciente en particular que la impacte, sino en general, todos sus pacientes con obesidad mórbida; pues, el poder ayudarles a hacer cosas sencillas es grato. Por ejemplo, un paciente podría sentarse en el suelo y jugar con su hijo, la señora que nunca había podido subir a un avión porque no cabía en la silla y logró hacerlo, o la mujer que pudo comprar un pantalón por primera vez porque encontró de su talla. Todas son experiencias que la llenan de satisfacción.
La obesidad mórbida generalmente tiene un componente genético, así que la doctora Ana ha operado a varios miembros de una familia. Una vez operó primero a la mamá y luego a la hija, ambas se llenaron de alegría por los cambios que se asomaban en sus vidas.
El llamado a los estudiantes de medicina es que este campo no se debe asumir pensando en hacerse millonario, sino en ofrecer un servicio cristiano.
A las madres de los doctores o estudiantes de medicina, Ana Santos les da las gracias por sus sacrificios, ya que hacen una labor encomiable para la comunidad donde viven y para la sociedad. Ella desearía haber pasado fechas importantes con su mamá, como los cumpleaños, pero no siempre fue posible por las obligaciones en la sala de cirugía. Por ello, agradece a todas las madres que tienen tanta paciencia para con sus hijos que son médicos o estudiantes de esta carrera.
Finalmente, la doctora Santos dice a su mamá: “Querida madre, sabes que te amo, ya tienes 80 añitos, aunque te crees de 60, gracias por acompañarme todos los días de mi vida”.