Doctores Green y Orengo: una pareja dedicada a la salud de Puerto Rico

La doctora Vivian Green y su esposo, el doctor Juan Carlos Orengo, hablan el mismo idioma pero más allá del español, que es su vernáculo, su expresión gira en torno a la salud pública. Y lo que rige su vida, aparte de la dedicación a la profesión y al bienestar del país, es su familia.

Medicina y Salud Pública

    Doctores Green y Orengo: una pareja dedicada a la salud de Puerto Rico

    La doctora Vivian Green y su esposo, el doctor Juan Carlos Orengo, hablan el mismo idioma. Más allá del español, que es su vernáculo, su expresión gira en torno a la salud pública. Y lo que rige su vida, aparte de la dedicación a la profesión y al bienestar del País, es su familia.

    Green, natural de San Juan, fue decana asociada de Salud Pública de la Ponce Health Sciences University, mientras que el doctor Orengo, natural de Gandía, Valencia, ubicado en la costa este del Mediterráneo en España, fue profesor e investigador de la misma facultad. A pesar de la gran distancia entre Puerto Rico y España, y de que la comunicación a través de la tecnología no estaba tan adelantada y accesible como hoy día, la vida se encargó de unir a estos dos profesionales que comparten una pasión: el bienestar común, de la familia y de la Isla.

    "Yo era ´room mate´ del hermano de la doctora Vivian cuando estudiábamos en España. Vine a Puerto Rico en el 1989 a estudiar al Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico (UPR) a realizar una maestría en epidemiología y la conocí. Estudiamos juntos. Ella estaba haciendo su maestría en nutrición. En el 1991 nos casamos", narró Orengo.

    En el 1997, siendo padres de sus hijos mayores, Javier y Arantza, decidieron mudarse a España, específicamente a Las Palmas de Gran Canaria, a estudiar sus respectivos grados doctorales: ella, en administración de sistemas de salud, y él, en metodología de la investigación, con el doctor Luis Serra. Además de estudiar, él trabajaba en un hospital y ambos daban clases.

    En el 2001 regresaron a la Isla con sus diplomas y un nuevo retoño en brazos, su hija menor, Alexia. Ella y su hermana, estudiante de arte e historia, están fuera de Puerto Rico, mientras que su hermano está en el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico, donde está en vías de completar una maestría en tomología. A su llegada, el doctor Orengo trabajó con el exsecretario de Salud y epidemiólogo Johnny Rullán, en la Clínica de Inmunología del Departamento de Salud. En el 2004, él se integró a la entonces Escuela de Medicina de Ponce como director del Programa de Salud Pública. Y la doctora Green, también se incorporó a la Facultad, meses más tarde. Ello representó mudarse de San Juan a Coamo, lo que ha sido un oasis, comentaron. "Se nota ese cambio de vida. Tenemos una vida familiar más tranquila", expresó ella.

    En el 2008, el investigador fue contratado por una compañía farmacéutica, y regresó a la academia en el 2015. Para ese entonces, ya la doctora Green había sido nombrada decana asociada y él se enfocó en la línea de investigación, ya que coincidió con le epidemia del Zika, recordaron. En cuanto a su intercambio en el trabajo, Green, quien también tiene estudiantes a cargo, aceptó que suele ser un poco más exigente con su esposo que con los demás profesores. Y ambos hablaron sobre el tema de forma un tanto jocosa. Aunque no es común que coincidan en horas laborables, procuran almorzar juntos.

    "La gente me pregunta si mis hijos estudian Medicina o alguna profesión relacionada a la salud. Les digo que no, pero lo que estudian también es salud pública. Ir a un museo es salud pública. Caminar 20 minutos diarios, ir a la playa a disfrutar del agua y la arena, disfrutar el paisaje, eso es salud pública", manifestó Orengo. "La familia siempre ha ido junta", destacó él, mientras su esposa le dio una mirada llena de amor.

    Recordaron que si a la doctora Green la invitaban a ofrecer una conferencia o si a ambos los convidaban a un lugar donde no se permitieran niños, preferían no acudir. Para la pareja, es imprescindible que sus hijos conozcan la cultura de ambos países. Están al tanto de las noticias de España y no se pierden los partidos de fútbol. "El vecindario sabe cuándo hay juegos de fútbol, porque frente a la casa, entre las dos palmeras se amarra una banderita", relató Green.

    El matrimonio y sus hijos, mantienen lazos muy estrechos con los padres y el hermano de él, y él los visita con relativa periodicidad, aunque últimamente sus hijas van con más frecuencia. "Los nietos siempre los llaman. Los abuelos y el tío están al tanto sobre todo lo que hacen y hasta han visto sus graduaciones al momento, gracias a las herramientas que ofrece la tecnología", mencionó la profesora, quien confesó que en algún momento temió que los hijos "se apartaran de su cultura española, la que se les ha enseñado con cariño y apego".  

    Mientras, el padre, aunque conserva el acento español, cuando visita a su familia le dicen que "lo he perdido". Y además, no duda en identificar a Puerto Rico como "nuestro país". "Me he adaptado muy bien. La gente es muy amable y cariñosa. Te hacen sentir puertorriqueño. Nunca me he sentido extranjero", sostuvo. Mientras los hijos crecen y se hacen profesionales, ambos dedican su vida a lo que mejor saben hacer. Y como el doctor Orengo dijo, "la salud pública comienza en la familia".

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