El daño que provoca el consumo de alcohol en el cerebro no se frena inmediatamente después de abandonar el hábito.
Un estudio demostró por primera vez que las alteraciones en la estructura del cerebro no comienzan a revertirse inmediatamente después de abandonar el alcohol.
El daño que provoca el consumo de alcohol en el cerebro no se frena inmediatamente después de abandonar el hábito. Así lo demuestra un trabajo conjunto del Instituto de Neurociencias CSIC-UMH, en Alicante, y del Instituto Central de Salud Mental de la Universidad de Heidelberg, en Alemania, que ha detectado, mediante resonancia magnética, cómo, al menos durante las seis primeras semanas de abstinencia, siguen progresando los daños en la materia blanca, que son como las «autopistas» del cerebro.
"La sustancia blanca pone en comunicación a las distintas regiones de sustancia gris. Si la autopista está dañada la comunicación en el cerebro no será tan eficiente como si funcionara bien, explicó a ABC la doctora Silvia de Santis, investigadora del Instituto de Neurociencias de Alicante y primera autora del estudio.
En este trabajo, que se publica este miércoles en la revista JAMA Psychiatry, participaron 90 pacientes alcohólicos, con una media de 46 años, internados en un programa de desintoxicación en Alemania. Como grupo de control, para comparar las resonancias magnéticas, se utilizó a 36 hombres sin problemas de alcohol, con una edad media de 41 años.
La investigadora señala que hay trabajos previos que hablan de un año como plazo para que los parámetros cerebrales regresen al nivel de población sana. Hasta ahora se creía que los daños comenzaban a revertirse en el mismo momento en el que se dejaba la bebida, pero este nuevo estudio ha podido comprobar que, a las dos y a las seis semanas de abstinencia, no solo no se aprecia una mejora sino que, por el contrario, se sigue produciendo daño, comparado con el grupo que nunca consumió alcohol.
"Creemos que esto ocurre porque el consumo de alcohol genera un estado de inflamación en el cerebro que avanza incluso en ausencia de alcohol. Esto a su vez podría explicar por qué las primeras semanas de abstinencia son las más complicadas y cuando hay una mayor posibilidad de recaída", apunta la doctora Silvia de Santis. Para corroborar esta hipótesis, el equipo sigue trabajando con técnicas más avanzadas.
Para determinar si los daños observados en el cerebro de los pacientes participantes estaban realmente producidos por la bebida o existían otros factores que podían influir (tabaco, cocaína, marihuana, problemas neurológiocs o psiquiátricos), los investigadores llevaron a cabo el mismo estudio, de forma paralela, en ratas con preferencia por el alcohol. «En este modelo animal vemos un patrón muy similar al de los sujetos alcohólicos, aunque nunca llegan a sus niveles de intoxicación. Esto sugiere que cantidades de alcohol limitadas también pueden producir un patrón de daños similares en la estructura del cerebro, aunque el efecto sea menor», concluye la investigadora.
El objetivo de este trabajo es identificar biomarcadores que permitan realizar un diagnóstico temprano y personalizado de los daños en el cerebro producidos por el abuso de alcohol de cara al tratamiento de estos pacientes.