Una mujer de Rushcliffe, Inglaterra se sometió a una cirugía pionera para reconstruir su lengua con órganos vasculares y cutáneos de su brazo. Los cirujanos le quitaron el lado derecho de la lengua y luego le quitaron la piel y una arteria del brazo izquierdo para reconstruirle el órgano.
Rebecca Patterson tenía 38 años cuando le diagnosticaron cáncer de lengua en abril de 2018, así lo informó al periódico británico Nottinghamshire Live.
Patterson acudió al médico por un dolor en su lengua y una mancha blanquecina que sufría desde hace varios años. El diagnóstico: candidiasis oral. Sin embargo, el tratamiento no funcionó y el dolor empeoró hasta el punto de que apenas podía hablar o comer.
La mujer, que es una asistente de apoyo al aprendizaje, se hizo una biopsia y recibió la llamada de una enfermera.
“Nunca puedes prepararte para escuchar las palabras 'es cáncer'. Me senté en la habitación del consultor tratando de procesar lo que sucedía pensando que iba a morir. ¿Perderé la lengua? ¿Cómo volverá a ser normal la vida?”,
dijo Patterson al diario británico.
La mujer agregó que “quería respuestas a todas estas preguntas, pero no quería escucharlas. Me sentí tan abrumada con diferentes emociones. También seguí revolviendo entre sentirme físicamente enferma de preocupación, para alivio de que finalmente tuve una respuesta concreta”.
Luego de ser diagnosticada, Patterson se sometió a 11 horas y media de cirugía en el Queen's Medical Center en Nottingham, Inglaterra.
Los cirujanos le quitaron el lado derecho de la lengua y luego le quitaron la piel y una arteria del brazo izquierdo para reconstruir el órgano.
El equipo de médicos también le extirpó los ganglios linfáticos derechos en el cuello y dos dientes posteriores para que la lengua encajara.
Rebecca agregó: “desperté para encontrar mi brazo vendado, dos drenajes saliendo de mi cuello, una traqueotomía y una sonda de alimentación. Mientras me recuperaba en el hospital, pasé por muchos altibajos. No pude hablar durante una semana y solo pude comunicarme escribiendo todo”.
"Mi tráquea goteaba y terminaba con secreciones crujientes alrededor de mi cuello, mi brazo era como un peso muerto y tenía un movimiento muy restringido en mi cuello",
dijo la paciente.
"No podía hacer nada independientemente y confiaba en las enfermeras para lavarme, vestirme y moverme. Me sentía atrapada dentro de mi propio cuerpo. Mi autoestima estaba en su punto más bajo", concluyó Patterson.
Tras varios días en el hospital fue enviada a casa para seguir con el postoperatorio, que implicó una larga temporada de no poder ingerir alimentos sólidos. Tras las secuelas físicas llegaron las psicológicas. Actualmente Rebecca recibe tratamiento psicológico y evoluciona bien.