Las teleconsultas han facilitado el acceso a algunas especialidades, aunque también han traído retos para los profesionales de la salud
La llegada de la pandemia fue el impulso que requería la telemedicina para que su utilización se popularizara de la manera que lo hizo, y sucedió por dos razones principales. La primera, fue por la dificultad de acceso a hospitales y centros de salud, por causa de los picos de contagio de COVID-19 y las restricciones, y la segunda, involucra la necesidad de ganar eficiencia en el uso del tiempo, de manera que se pueda ofrecer alternativas a distancia a aquellos casos que no requieran una visita presencial.
De hecho, como consecuencia de todo este proceso de readaptación asistencial y tecnológica, parece evidente que la telemedicina ha llegado para quedarse. Varias organizaciones científicas españolas, como la Sociedad Española de Cardiología (SEC), la Sociedad Española de Neurología (SEN) o la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH) han elaborado documentos que analizan el tipo de atención clínica de cada respectiva especialidad que se puede beneficiar de la atención remota. Y, al mismo tiempo, diversos servicios autonómicos de salud han incorporado este canal de manera ordinaria en su cartera de servicios, consolidándolo para determinadas necesidades.
Las preguntas que se pueden hacer al contemplar este fenómeno son diversas. Algunas tienen que ver con el propio modelo de telesalud, lo que puede dar de sí, como las que se recogía en el artículo de esta misma sección Cómo será la telemedicina 2.0. Ahí se hablaba de las poderosas oportunidades que puede ofrecer, mucho más allá de su función como mero canal de comunicación verbal o visual entre un médico y un paciente. Otras se refieren a cómo han cambiado las preferencias de los pacientes -elegir presencial o a distancia-, que se analizaban en el artículo Las preferencias de los pacientes por la telesalud tras la pandemia.
Pero también cabría plantearse algo más esencial y que trasciende a la faceta tecnológica: ¿cómo puede la asistencia telemática cambiar la propia labor habitual del profesional?
Recientemente, la newsletter “Second Opinion”, elaborada por Christina Farr (periodista y experta en salud digital que trabaja en California), recogía testimonios de varios profesionales con esta experiencia, y especialmente una entrevista con el Dr. Mike Hoaglin, que es un médico que se dedica exclusivamente a prestar sus servicios a través de videoconferencias. ¿Cómo se organiza el trabajo, y cómo es el día a día de estos facultativos? Y, sobre todo, ¿será esta una modalidad de ejercicio que veremos más frecuentemente en el futuro?
En su propio domicilio
Lo primero que el doctor Hoaglin cuenta en la entrevista es que él mismo se organiza un horario que se inicia hacia las 7 de la mañana y que concluye más o menos a las 5 de la tarde, aunque se toma algún descanso entre medio. La estancia desde la que ejerce es su propio domicilio, en el que se encuentran también su familia. "Mi esposa está en la habitación de al lado, mi hijo de 2 años está abajo y mi perro está a mis pies. No puedo decir que me sienta solo", comenta MIke.
La especialidad de Hoaglin es la de médico de emergencias, pero cuando llegó la pandemia decidió empezar a ver pacientes como médico generalista y exclusivamente desde su casa en California. Para ello, ofrece sus servicios a través de varas aseguradoras de salud que disponen de plataformas de atención telemática, como Brightside (especializada en salud conductual y cambio de hábitos) y Oscar Health (centrada en la atención de urgencia). Anteriormente trabajó con otras como Hims & Hers y Doximity, lo que considera positivo en términos de experiencia clínica. Dice Mike que organizar el trabajo para varias de estas organizaciones a la vez supone un “malabarismo”.
La tendencia creciente hacia la telesalud está haciendo, en efecto, que un número significativo de médicos alternen su trabajo en los hospitales con el que realizan de manera remota, generalmente a tiempo parcial. El caso de Hoaglin, con dedicación exclusiva telemática, es todavía excepcional.
Muchas aseguradoras norteamericanas están desarrollando sus propios servicios de telemedicina, pero al mismo tiempo han surgido empresas que exclusivamente se centran en esta modalidad y que proveen sus servicios directamente a los pacientes o a otras organizaciones sanitarias.
Para el Dr. Hoaglin, la dedicación total a la telemnedicina “está siendo una experiencia realmente positiva”. Es consciente de que algunos de sus pacientes inevitablemente necesitan ser vistos de manera presencial, pero precisamente por eso considera que parte de su trabajo consiste en hacer un adecuado triaje de los casos que puedan requerir una modalidad u otra.
Aprecia algunas ventajas intrínsecas a la conexión mediante cámara y pantalla. Según Hoaglin, los pacientes generalmente están más involucrados en la conversación durante la consulta, tal vez porque experimentan menos distracciones cuando se encuentran en su propio domicilio o en un entorno que ellos mismos eligen. Además, hay menos desprogramaciones de consultas. En los casos en que los pacientes se olviden de conectarse a la cita, el médico puede comunicar para recordárselo, y además se ofrece una mayor posibilidad de horarios a conveniencia.
En Estados Unidos los médicos necesitan disponer de una licencia en cada uno de los estados en los que pretendan ejercer, un equivalente a la colegiación. Por eso, se ha comprobado un fenómeno consistente en que quienes se quieren dedicar a la telesalud tienden a acumular esas licencias, para poder ofrecer más servicios a más aseguradoras de carácter nacional. Los que más licencias tienen son los que mejores condiciones pueden negociar, dado que son los que pueden llegar a mayor número de pacientes al mismo tiempo.
El binomio continuidad asistencial versus inmediatez
Facilitar que los pacientes puedan ver al mismo médico cada vez que lo necesiten no siempre es posible. Es más costoso en términos organizativos, pero al mismo tiempo se considera que ofrece como resultado una mejor asistencia, e incluso un mayor grado de fidelización del paciente a una determinada plataforma.
Los salarios de los profesionales norteamericanos dedicados a la telemedicina tienden a ser menos estables que los tradicionales, pero eso se compensa con una mayor flexibilidad en horarios y por la posibilidad de vivir en las zonas menos caras del país, una ventaja cada vez más apreciada. Algunos médicos prefirieren modelos en los que se les retribuye por hora de disponibilidad, en lugar de una cantidad concreta por cada paciente, y ambas posibilidades se ofrecen por los empleadores.
Una pregunta que se le plante a menudo es si los médicos que ejercer a través de vías telemáticas consideran que pueden cometer errores diagnósticos por no brindar atención en persona. La respuesta es que muchas veces resulta difícil comprobarlo con exactitud, por la imposibilidad de realizar un seguimiento de los resultados posteriores a la consulta.
De hecho, algunos de estos profesionales creen que el error es más frecuente por exceso que poder defecto. “He tenido algunos casos en los que estaba preocupado por un derrame cerebral o un glaucoma agudo, y en realidad el paciente estaba experimentando una migraña con aura. Uno de los desafíos de la telemedicina es que a veces no sabes si te has perdido algo porque no siempre hay ciclos de retroalimentación”, afirma un médico consultado.
¿Qué se necesita para ser un buen médico en teleasistencia? La newsletter de Christina Farr lo resume en tres aspectos. Ser digitalmente competente, aceptar desempeñar un trabajo clínico con un mayor nivel de incertidumbre (puesto que a veces los síntomas pueden ser menos claros que en persona), y saber trasladar la empatía que tradicionalmente se ofrecía en la consulta o a pie de cama a un canal basado en el audio, el video o la mensajería. Para todo ello, sigue siendo esencial confiar en la información que los pacientes informan por sí mismos.
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