Durante la primera intervención no invasiva, la endoprótesis se fracturó por lo que fue necesario realizar una intervención quirúrgica para retirar por completo el objeto.
Una mujer de 52 años con antecedentes de hipertensión, diabetes mellitus tipo 2 y colocación de un stent en la vena ilíaca por síndrome de May-Thurner acudió con su médico de atención primaria en marzo de 2023 para que le evaluara la dificultad respiratoria, el dolor torácico y los mareos que presentaba desde hacía dos días.
Sus constantes vitales eran normales, y la exploración física no reveló anomalías cardiopulmonares, por lo que fue ingresada en el hospital para una evaluación más detallada.
Una radiografía de tórax mostró un stent de gran tamaño en la silueta cardiaca, y a través de un ecocardiograma transtorácico se encontró una estructura ecodensa a través de la válvula tricúspide que se extendía desde la aurícula derecha hasta el ventrículo derecho.
Una revisión posterior reveló que se había colocado inicialmente un stent Zilver Vena, de tamaño 16×60 mm, en la vena ilíaca izquierda en julio de 2022 para tratar el síndrome de May-Thurner. Informó de que los síntomas de hinchazón de piernas mejoraron tras el procedimiento. No tuvo ningún síntoma hasta que se presentó de forma aguda por los síntomas descritos anteriormente.
Después de una discusión multidisciplinaria, se intentó una recuperación endovascular por parte de un cirujano vascular. Tras obtener acceso a la vena femoral izquierda, se empleó un asa Ev3 de 25 mm de un solo lóbulo para intentar la extracción, sin embargo, este intento resultó infructuoso al no poder capturar la endoprótesis.
Por consiguiente, se optó por un lazo trilobular que logró enganchar la endoprótesis; sin embargo, los esfuerzos de extracción solo llevaron a la elongación de la misma, ya que la parte proximal se adhería a la válvula tricúspide. Los intentos subsecuentes ocasionaron la fractura del tercio distal de la endoprótesis, la cual finalmente se extrajo.
Posteriormente, se consultó a un cirujano cardiotorácico y se decidió intentar la remoción de la endoprótesis mediante una esternotomía media. El cateterismo cardíaco preoperatorio reveló únicamente una enfermedad coronaria mínima. La paciente fue trasladada al quirófano y, luego de la inducción con anestesia general, se introdujo una sonda de ecocardiograma transesofágico y se procedió con la esternotomía media.
Durante la intervención, el cirujano identificó una regurgitación tricuspídea de moderada intensidad. La paciente desarrolló fibrilación auricular con respuesta ventricular rápida, lo que llevó a realizar una cardioversión directa con palas internas utilizando 10 J, logrando la conversión a ritmo sinusal.
Se estableció un bypass cardiopulmonar tras la canulación de la vena cava superior, la vena cava inferior y la aorta ascendente distal. Se procedió a abrir la aurícula derecha oblicuamente con una incisión de 6,35 cm, permitiendo la visualización de la endoprótesis que se proyectaba a través de la válvula tricúspide. Esta parecía estar endotelizada, dado que habían transcurrido 8 meses desde su implantación.
Se observó la endoprótesis a través de la válvula tricúspide, las cuerdas, el músculo papilar y la pared libre del ventrículo derecho. El stent fue cortado y retirado, preservando la integridad de la válvula tricúspide.
Posteriormente, se ocluyó la orejuela auricular izquierda con un Atriclip de 35 mm y se cerró el esternón con placas esternales Valkyrie. Se colocó un tubo mediastínico al finalizar la intervención. Un ecocardiograma transesofágico postoperatorio reveló únicamente una regurgitación tricuspídea leve. El período postoperatorio transcurrió sin complicaciones y la paciente fue dada de alta.
La colocación de stents en la vena ilíaca sigue siendo una de las opciones terapéuticas para el tratamiento de la obstrucción sintomática del flujo venoso. La embolización de stents venosos periféricos debido a una técnica inadecuada es una complicación, con una incidencia estimada del 1% al 3%.
Estos stents migrados pueden desplazarse sin obstáculos hasta el corazón derecho, provocando resultados catastróficos. Además, los stents migrados pueden dañar las estructuras.
Se trata de la obstrucción de la vena ilíaca externa izquierda debido a la compresión externa por la arteria ilíaca derecha, y se maneja mediante endoprótesis vasculares.
Aunque este método de tratamiento se ha considerado seguro y eficaz, no está exento de posibles complicaciones, como la trombosis del stent, la perforación venosa y la migración del stent, como se ha documentado en varios casos.
La migración de un stent venoso al sistema cardiopulmonar supone un grave peligro, ya que puede provocar infarto pulmonar, regurgitación tricuspídea y posible insuficiencia cardiaca derecha. Afortunadamente, esta complicación es infrecuente y sólo se produce en el 1% al 3% de los casos.
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