Una lesión cerebral traumática se define como un daño al cerebro secundario a una fuerza externa. Esta, es una causa principal de muerte e incapacidad a nivel mundial, presentando serios problemas sociales, económicos y de salud.
Un veterano de 30 años llegó al VA Caribbean Healthcare System con quejas de cefalea frontotemporal izquierda, visión borrosa, vértigo y náuseas.
Durante su servicio militar activo entre 2005 y 2008, sufrió dos lesiones cerebrales traumáticas ocasionadas por pequeños misiles explosivos, lo que le provocó la pérdida de conocimiento por más de 45 minutos.
En 2007, la primera lesión le causó una laceración en el ojo izquierdo, un hematoma en el flanco y una lesión en el hombro izquierdo por fragmentos metálicos. Después del segundo episodio en 2008, el paciente experimentó problemas de atención y memoria, además de alteraciones conductuales como irritabilidad y comportamientos explosivos, que fueron tratados con cursos de estrés de combate y antidepresivos.
Asimismo, presentaba antecedentes de depresión, consumo de tabaco y alcohol.
En 2010, el paciente acudió al centro médico del Sistema VA, donde fue derivado a las clínicas de politrauma para una evaluación neuropsicológica y rehabilitación cognitiva interdisciplinar.
Para evaluar posibles daños cerebrales, se le realizó una tomografía computarizada (TC), cuyos resultados fueron negativos, sin hallazgos de daño cerebral estructural.
Posteriormente, se le realizaron dos estudios de imagen: una tomografía por emisión de positrones con fluorodesoxiglucosa (F-18 FDG PET/CT), que no reveló alteraciones metabólicas ni fisiológicas, y una tomografía computarizada por emisión monofotónica con dímero de tecnecio-99m etil cisteinato (Tc-99m ECD SPECT/CT).
Este último mostró una disminución moderada del radiotrazador en las cortezas frontales superior, media e inferior del hemisferio cerebral derecho, así como en las cortezas parietales superior e inferior del mismo hemisferio. Además, se observó una reducción grave en los ganglios basales derechos.
Después de los estudios de imagen, el paciente fue referido para una prueba de potenciales evocados somatosensoriales (SSEP) para evaluar posibles alteraciones adicionales en su sistema nervioso.
Este caso (Molina, V. et al), demuestra la importancia de un enfoque interdisciplinario en la evaluación de los efectos a largo plazo de las lesiones cerebrales traumáticas, así como la necesidad de un seguimiento exhaustivo para identificar posibles alteraciones neuropsicológicas y neurológicas asociadas.
El traumatismo craneoencefálico (TCE) se refiere al daño cerebral causado por una fuerza externa, que puede ser angular, rotacional, de cizallamiento o de traslación.
Este tipo de lesión puede generar disfunción temporal o permanente de las células cerebrales. Es una de las principales causas de muerte y discapacidad en todo el mundo, con serias repercusiones sociales, económicas y sanitarias.
El TCE se clasifica según su gravedad, características anatómicas y mecanismo de la lesión. En casos de daño cerebral leve a moderado, las pruebas de imagen convencionales, como la tomografía computarizada (TC) o la resonancia magnética (RM), pueden no detectar la cascada de cambios metabólicos que ocurren a nivel intracelular, los cuales pueden generar daños anatómicos detectables en etapas posteriores.
Este trauma puede estar subdiagnosticado en pacientes que, a pesar de presentar un TAC negativo, desarrollan discapacidad funcional temporal o permanente, así como deterioro psicosocial.
Aunque los mecanismos de la lesión cerebral y la recuperación están siendo ampliamente estudiados, aún no está claro si la disfunción cerebral funcional puede estar relacionada con factores psicosociales.
Es posible que la función cerebral esté parcialmente o totalmente comprometida tras una lesión estructural que podría no ser detectada por las tecnologías actuales de imagen anatómica. Si estos daños no se identifican, las estrategias de rehabilitación podrían ser menos efectivas.
Las imágenes funcionales de medicina nuclear y los parámetros neurofisiológicos pueden ser útiles para caracterizar el daño cerebral, ya que permiten visualizar directamente la función cerebral, incluso en ausencia de manifestaciones conductuales o hallazgos anatómicos evidentes.
Los estudios de SPECT/CT pueden detectar áreas focales de hipoperfusión, las cuales no son identificables mediante una TC convencional.
Los hallazgos típicos en pacientes con TCE suelen estar relacionados con una disminución de la perfusión en el parénquima cerebral, lo que difiere de los patrones de hiperperfusión observados en pacientes con trastorno de estrés postraumático (TEPT).
En estos últimos, los estudios SPECT/CT suelen revelar perfusión aumentada en áreas cerebrales como el giro cingulado anterior, los ganglios basales, los lóbulos temporales y el tálamo.
Aunque los resultados de los estudios de potenciales evocados somatosensoriales (SSEP) no estaban disponibles en este caso, generalmente se realizan en pacientes con TCE como una medida no invasiva para evaluar la integridad de la transmisión del impulso nervioso periférico y central.
En conclusión, los resultados de la SPECT/CT en pacientes con TCE son fundamentales para el diagnóstico y el diseño de estrategias de rehabilitación. Las imágenes funcionales de medicina nuclear tienen el potencial de convertirse en una herramienta clave en la formulación de modelos predictivos y algoritmos para dirigir las intervenciones de rehabilitación.