Las alopecias cicatriciales primarias comprenden un grupo heterogéneo de trastornos que conducen a la destrucción irreversible de los folículos pilosos.
Hombre de 26 años, trabajador de la salud en Bogotá, Colombia, en agosto de 2017 acudió a consulta en un hospital de alta complejidad debido a una historia de aproximadamente cuatro años de lesiones en el cuero cabelludo. Estas lesiones, que incluían pústulas y pápulas, fueron diagnosticadas posteriormente como foliculitis decalvante.
El paciente no tenía antecedentes médicos relevantes ni cirugías previas. Bebía alcohol ocasionalmente, pero negaba el uso de sustancias psicoactivas o alergias conocidas.
En su familia, había antecedentes de cáncer gástrico en su abuela paterna, cáncer de seno en su media hermana y enfermedades como diabetes tipo 2, hipertrigliceridemia e hipertensión en otros parientes maternos y paternos.
En la consulta, sus signos vitales eran normales: presión arterial de 118/76 mmHg, frecuencia cardiaca de 64 latidos por minuto, frecuencia respiratoria de 16 por minuto y temperatura de 36.6°C. Pesaba 91 kg y medía 1.68 m.
Presentaba aproximadamente 60 lesiones en el cuero cabelludo, sobre todo en la zona del vértice, occipital, temporal y parietal, algunas también en el límite con el cuello. No había lesiones en otras partes del cuerpo.
El paciente relató que las primeras lesiones aparecieron en 2015, como pústulas dolorosas que evolucionaban rápidamente hasta supurar sangre y pus. En un inicio eran pocas, por lo que no buscó ayuda médica.
Sin embargo, tras un viaje a la región del Pacífico colombiano en 2016, notó un aumento en la cantidad y tamaño de las lesiones, llegando a tener hasta 30 nuevas por semana. Esto le causó dolor intenso, afectando su sueño y estado de ánimo.
A finales de 2016, acudió al médico general, quien le diagnosticó foliculitis bacteriana y le recetó doxiciclina por un mes. Luego, un dermatólogo recomendó continuar el tratamiento por dos meses más, lo que llevó a la desaparición de las lesiones.
No obstante, dos o tres meses después de finalizar el tratamiento, las lesiones reaparecieron. En febrero de 2017, recibió un nuevo esquema de antibióticos (trimetoprima/sulfametoxazol por 15 días, mupirocina tópica por 10 días y baños con ciclopiroxolamina y clorhexidina por un mes), lo que nuevamente resolvió el problema.
Sin embargo, en junio de 2017, las recaídas fueron más severas, con lesiones más grandes, fusiones de varias lesiones y zonas con pérdida de cabello. Esto impactó su vida personal y laboral. También mencionó que su hermana empezó a presentar síntomas similares, aunque más leves.
En noviembre de 2017, el dermatólogo decidió no recetar más antibióticos hasta realizar una biopsia de piel, la cual confirmó foliculitis decalvante en enero de 2018. A partir de ese momento, se le prescribió isotretinoín por vía oral (20 mg diarios) durante un año y medio, además de fusidato de sodio tópico y baños con clorhexidina.
También se le recomendó evitar el consumo de alcohol. Con este tratamiento, hubo una mejora significativa y las lesiones desaparecieron, aunque tuvo una reacción alérgica al fusidato de sodio, por lo que dejó de usarlo.
Cuatro meses después de iniciar el tratamiento, tuvo una recaída menor y optó por automedicarse con una dosis de trimetoprima/sulfametoxazol, lo que le causó fiebre, dolor de cabeza y fatiga, por lo que suspendió su uso. Durante el resto del tratamiento, no volvió a automedicarse y logró una remisión completa.
En noviembre de 2021, durante un seguimiento, reportó una recaída leve, pero las lesiones desaparecieron tras dejar de consumir leche y productos lácteos. En enero de 2022, confirmó que las lesiones solo reaparecían si ingería lácteos, apareciendo de 2 a 3 días después de su consumo y desapareciendo en 2 a 3 semanas tras suspenderlos.
En la consulta de seguimiento, no se detectaron nuevas lesiones y el paciente afirmó estar comprometido con mantener una dieta libre de lácteos para prevenir recaídas.
Folliculitis decalvante es una forma rara de alopecia cicatricial primaria que afecta predominantemente a hombres de mediana edad. Aunque se ha propuesto que la infección por Staphylococcus aureus puede ser un factor contribuyente, la evidencia sigue siendo insuficiente para establecer una asociación definitiva.
La mayoría de los casos son esporádicos y afectan principalmente el vértex del cuero cabelludo. El diagnóstico y tratamiento representan un desafío, ya que su confirmación puede tardar años y, con frecuencia, la enfermedad muestra resistencia al tratamiento.
En este caso (Julián Porras-Villamil, et al) , una historia clínica detallada permitió un diagnóstico oportuno y una intervención terapéutica precoz.
La presentación clínica observada en este caso concuerda con las descripciones previas en la literatura. El uso de isotretinoína resultó exitoso, como se ha documentado en otros casos.
Entre las opciones terapéuticas alternativas se incluyen agentes biológicos, terapia fotodinámica y terapia con láser YAG, especialmente en casos refractarios. Entre los factores pronósticos asociados con enfermedad grave se encuentran la presencia de cabellos en penacho (polytrichia), el inicio temprano de la enfermedad (antes de los 25 años) y una evolución prolongada.
Manejar esta patología sigue siendo un reto, dado el éxito variable de los diferentes tratamientos.
Un aspecto clave de este caso es el enfoque multidisciplinario adoptado, que incluyó una evaluación clínica detallada, pruebas de laboratorio y confirmación histopatológica.