Viven sobrecarga, aislamiento, estrés y desgaste emocional, agravado por una distribución desigual del cuidado dentro de las familias, que suele dejar la responsabilidad sobre una sola persona.

Durante décadas, prevaleció en Puerto Rico la noción de que eran principalmente personas mayores quienes cuidaban a otros adultos mayores, creando un escenario preocupante donde quienes necesitaban atención también estaban brindando cuidados.
Sin embargo, esta percepción ha sido cuestionada por un reciente estudio de AARP que presenta otra realidad. El doctor Ángel Muñoz, director de la Escuela de Cuidadores de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, conversó con la revista Medicina y Salud Pública sobre esta transformación demográfica señalando que "ha habido un aumento de personas jóvenes que están asumiendo esta función por muchas razones".
El académico profundiza que "cuando vemos los hallazgos de estudios que se han hecho a modo remoto, virtual o por llamada, vemos un mayor número de personas jóvenes participando", lo que evidencia un cambio generacional en las dinámicas de cuidado familiar en la isla.
La investigación, además de revelar el "rejuvenecimiento" de la población cuidadora, también identifica patrones en cuanto al género y la situación laboral de quienes asumen estas responsabilidades.
Contrario a los estereotipos tradicionales, el doctor Muñoz asegura que "son mujeres las que están asumiendo el rol, pero mujeres que trabajan, que tienen empleo a tiempo completo".
Estas profesionales enfrentan una jornada dual extenuante, ya que además de sus compromisos laborales formales, dedican significativas horas semanales al cuidado familiar, pues "están dándole entre 17 a 20 horas semanales a lo que es el cuidar a este familiar en la casa".
Las consecuencias en sus vidas profesionales son preocupantes, como lo demuestra el dato de que "el 67 % llegó tarde o tuvo que tomar tiempo libre, que tuvo que tomar licencias, que redujeron su jornada laboral, que han perdido beneficios laborales o que han tenido que dejar el empleo", dejando a la vista el alto costo profesional que implica asumir estas responsabilidades de cuidado.
Las repercusiones económicas para estos cuidadores contemporáneos son multifacéticas, extendiéndose mucho más allá de la evidente carga horaria. El doctor Muñoz menciona el concepto de "la teoría del costo-oportunidad por el cuidado, donde esto plantea de que estas personas que se están dedicando a cuidar, a apoyar a este adulto mayor, renuncian a ingresos, renuncian a aumentos a salariales dado a cambios en promociones en el empleo".
Además de estas oportunidades perdidas, los cuidadores enfrentan gastos que complican su situación financiera, ya que "sabemos que no lo pueden deducir de ningún lugar, porque ciertamente, aunque se plantea que hay áreas que se pueden deducir, sabemos lo complicado que es para estas familias tener que hacer este tipo de ajuste".
Las consecuencias a largo plazo son significativas para aquellos que dedican años a estas labores, pues "muchas de estas personas están cuidando 10, 15 años y cuando quieren regresar a retomar sus carreras, sus trabajos, pues ya no es lo mismo", creando un vacío profesional difícil de superar.
La sobrecarga constante que experimentan estos individuos genera un deterioro progresivo en su bienestar integral, manifestándose a través de diversos síntomas y condiciones: "Aislamiento social, sobrecarga, sentimiento de desesperanza", patrones que emergen consistentemente en los estudios realizados tanto en Puerto Rico como en otros contextos latinoamericanos.
No obstante, resulta particularmente revelador que "muchos, aunque ven la parte espiritual como este factor protector, aunque hay acompañamiento de familia, acercamiento, esta percepción, este sentido de percibir que lo que estoy recibiendo no es suficiente, que la responsabilidad, el tren de vida que llevo me está sobrepasando es crucial".
Esa sensación de desbordamiento puede aumentar por la presión económica, haciendo que muchos "se sientan solos, sientan que la presión económica les sobrepasa por mucho", creando un círculo vicioso donde el estrés financiero y emocional se retroalimentan.
En definitiva, el análisis de las dinámicas familiares en Puerto Rico deja ver un patrón preocupante de distribución desigual en las labores de cuidado, que recae desproporcionadamente sobre un solo miembro de la familia.
Así lo asegura el académico: "Cada vez la edad baja menos en cuanto a que ya no necesariamente son las féminas que no se casaron o están viudas, ya tenemos sin duda mujeres jóvenes que están en una edad promedio de 45 o 47 años, que son las encargadas principales del cuidado, pero están teniendo trabajos".
Por estas razones, se hace necesario desarrollar estrategias familiares y políticas públicas que promuevan una distribución más equitativa de las responsabilidades de cuidado, reconociendo que solo mediante un enfoque comprensivo y humanizado, que aborde las causas estructurales del problema y no solo sus manifestaciones, podremos construir un sistema de apoyo familiar sostenible y justo para todos los involucrados.
Es crucial, por tanto, reconocer que en muchos casos los cuidadores están sobrecargados, pues, "tienen que lidiar con tratar de dividirse entre ser responsable con su trabajo, con sus hijos, ir a la escuela a buscar sus notas, asistir a las citas con los maestros, pero a su vez tener que ir a las citas médicas, darle atención a ese familiar".
Esta perspectiva humanizada busca abordar las causas estructurales del problema en lugar de simplemente castigar sus manifestaciones.