Cáncer renal: "Llegamos tarde al diagnóstico porque los riñones no duelen"

La ausencia de síntomas y la falta de tamizaje contribuyen a que el cáncer renal se diagnostique tarde.

Katherine Ardila

    Cáncer renal: "Llegamos tarde al diagnóstico porque los riñones no duelen"

    Para muchos pacientes, el cáncer de riñón representa un hallazgo inesperado. En la mayoría de los casos, se detecta de forma incidental, durante estudios realizados por otras razones y en ausencia de síntomas evidentes.

    Consultada por la Revista Medicina y Salud Pública, la Dra. Diana Vargas, nefróloga del Hospital Universitario San Ignacio, explicó que "cuando hablamos de cáncer renal, en general nos referimos a la presencia de una masa a nivel del riñón. Hay que recordar que tenemos dos riñones; usualmente, las masas aparecen en uno de ellos y pueden manifestarse como tumores".

    Lesiones benignas o malignas

    Asimismo, algunos hallazgos iniciales pueden corresponder a lesiones quísticas o masas benignas. No obstante, cuando estas formaciones son malignas, se clasifican como cáncer renal. Uno de los tipos más comunes es el carcinoma de células claras, considerado el subtipo histopatológico más frecuente. 

    "Cuando se observan las células tumorales bajo el microscopio, este tipo predomina. Se trata de una neoplasia maligna con implicaciones importantes para la salud", añade.

    Cuando los riñones no dan señales

    A diferencia de otras patologías, la enfermedad renal suele avanzar en silencio. Esta característica dificulta su diagnóstico temprano, y en muchos casos, las masas renales se descubren de manera incidental, cuando se realizan estudios por síntomas no relacionados, como dolor abdominal o lumbar, o la presencia de sangre en la orina. Una simple ecografía ordenada por sospecha de gastritis, por ejemplo, puede revelar de forma inesperada una masa en el riñón.

    "En nefrología tenemos un problema muy grande, y es que la enfermedad renal suele ser muy silenciosa. Usualmente descubrimos estas masas de manera incidental, cuando se hacen estudios por otras razones", señaló la especialista.

    Factores de riesgo compartidos con otras enfermedades

    A partir de estos hallazgos, entran en juego los factores de riesgo, muchos de ellos compartidos con la enfermedad renal crónica: la edad, el tabaquismo, la obesidad, la hipertensión, la diabetes y la presencia de lesiones quísticas adquiridas a lo largo de la vida. A ello se suman causas genéticas como el síndrome de Von Hippel-Lindau, asociado al desarrollo de tumores en diversos órganos, incluido el riñón.

    A medida que se profundiza en los factores de riesgo, se destaca el papel del síndrome metabólico y, en particular, de la obesidad como condición asociada al desarrollo de tumores renales. El proceso continuo de daño y reparación celular en estos contextos puede facilitar alteraciones malignas en el tejido.

    "Todo lo que implique daño y reparación de la célula va a aumentar el riesgo de que, en ese proceso, ocurra una transformación maligna y estemos frente a una neoplasia o un cáncer renal", agrega.

    Diagnósticos tardíos y síntomas poco evidentes

    Más allá de los riesgos, la especialista advirtió que uno de los mayores desafíos sigue siendo la detección tardía. En muchos casos, el cáncer renal se diagnostica en etapas avanzadas, cuando ya hay compromiso funcional. La falta de síntomas específicos y la baja percepción del riesgo contribuyen a que los pacientes no consulten a tiempo.

    "Yo siempre digo: afortunados los cardiólogos, porque si duele el pecho uno se preocupa. Pero en el caso de los riñones, la enfermedad avanza sin síntomas y solemos llegar tarde, a menos que cause dolor, que generalmente no es el riñón, sino los músculos o la columna, o que el paciente sea juicioso con los controles", añade.

    En ese contexto, la ecografía renal aparece como el estudio inicial recomendado en personas con factores de riesgo. Cuando se detectan anomalías, pueden requerirse estudios complementarios como tomografía o resonancia magnética. Además, pruebas básicas como la creatinina sérica, los niveles de potasio y el uroanálisis son útiles para evaluar la función renal y detectar señales tempranas, como la presencia de sangre o proteínas en la orina.

    Sangre en la orina: una señal que no se debe ignorar

    La sangre en la orina, incluso cuando no es visible a simple vista, puede ser una señal de alerta. Identificarla y actuar a tiempo puede marcar la diferencia entre un hallazgo incidental y una intervención oportuna. 

    "Hay que recordar que la hematuria microscópica, es decir, sangre en la orina, no es normal. Cada vez que orinamos, ya sea que se vea o no, requiere estudio", subrayó la Dra. Vargas.

    Exposición a tóxicos y otros factores ocupacionales

    Además de los factores más conocidos, como la hipertensión o el tabaquismo, la especialista destacó el papel de las exposiciones ocupacionales. El contacto prolongado con hidrocarburos u otras sustancias tóxicas en entornos laborales también incrementa el riesgo de desarrollar tumores del sistema génito-urinario.

    Cuando se detectan señales de alarma, uno de los estudios recomendados es la urografía por tomografía, útil para caracterizar lesiones en riñones, uréteres o vejiga. De igual forma, pruebas como la albuminuria aislada pueden ayudar a identificar alteraciones renales en fases tempranas.

    Además, la especialista hizo énfasis en la necesidad de un seguimiento riguroso en los pacientes que ya han sido intervenidos quirúrgicamente, ya sea con nefrectomía parcial o radical. Aunque contar con dos riñones ofrece cierta reserva funcional, la pérdida de tejido renal incrementa el riesgo de progresión hacia enfermedad renal crónica y, en casos severos, a requerimientos de diálisis.

    "Hemos aprendido, junto con los urólogos, que preservar el tejido renal es clave... Por eso trabajamos en hacer cirugía localizada, en retirar solo lo necesario. Cada nefrona que logramos conservar es una oportunidad para proteger la función renal a largo plazo", concluye.



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