El grito de Jesús en la cruz que aún no se descifra: "¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?"

Los teólogos todavía discuten uno de los momentos más significativos e intrigantes de los evangelios.

Luisa Ochoa

    El grito de Jesús en la cruz que aún no se descifra: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?

    Los estudios bíblicos siguen sin descifrar las páginas de los evangelios que narran la crucifixión de Jesús, el personaje central del cristianismo, y cada año la Semana Santa plantea una serie de preguntas, que aún no tienen respuesta.



    Se sabe que la narración de la crucifixión y muerte de Jesús, así como su resurrección, son el centro de atención de los cuatro evangelios que la Iglesia ha aceptado como auténticos para distinguirlos de los apócrifos. Pero ninguna otra narración evangélica presenta tantas divergencias y contradicciones como la de la condena y muerte del profeta.



    De ahí la polémica, que se prolonga hasta hoy, de si fueron los romanos o los judíos quienes mataron al profeta Jesús. De hecho, hasta la llegada del papa ecuménico Juan XXIII, la Iglesia Católica rezaba en los ritos de la Semana Santa “por los pérfidos judíos”, que habrían sido los culpables de la muerte de Jesús.



    Cada año, durante estas fechas, el cristianismo celebra la muerte y resurrección de Jesús. Sobre pocos personajes se han escrito tantos libros eruditos, que ya superan el millón. Y, a pesar de ello, los teólogos siguen sin descifrar totalmente las narraciones de la última semana de vida del profeta que revolucionó el judaísmo.



    El grito de Jesús en la cruz



    Entre todas las preguntas sin respuesta está el grito desgarrador pronunciado por Jesús en la cruz con el que se queja a Dios de haberle abandonado a su suerte. El grito que narra el evangelio de Mateo: “Hacia las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerte voz: “¡Elí, Elí!, ¿lemá sabactani?”, que en arameo significa: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”.



    Si es verdad que la Semana Santa culmina con la gloria y la esperanza de la resurrección de Jesús, que la teología moderna interpreta como más simbólica que real, el grito de desesperación e incredulidad de Jesús, que se siente abandonado por Dios, supone un momento culminante de aquel drama que sigue resonando dos mil años después. 



    El grito de abandono pone en tela de juicio que Jesús se viera a sí mismo como Dios, lo que hace resucitar cada año la pregunta que asusta a la Iglesia de que Jesús se sentía no como un dios sino, como él mismo decía, un “hijo del hombre” que en arameo, su lengua, significa que era un humano como todos.



    Lo que Jesús refleja con su grito de desesperación y abandono por parte de Dios en la hora de su muerte, mientras los presentes se burlaban de él, es que se veía como un judío fervoroso, conocedor de las escrituras y de la historia de su pueblo. Esto queda en evidencia cuando se confronta su desgarro vital en la cruz con el Salmo 22 de la Biblia, un texto que reza: “A pesar de mis gritos no acudes a salvarme”. Y añade: “Dios mío, de día te llamo y tú no me respondes, de noche y tú no me haces caso”.



    Muerte terrenal de Jesús



    La recitación del salmo bíblico en boca de Jesús, en el momento de su agonía, es la mejor prueba de que él murió no solo como un héroe o un Dios, sino como alguien a quien hasta Dios, su padre, parecía haber abandonado.



    No cabe duda que el domingo de Pascua o de Resurrección ha sido siempre visto como el momento cumbre y glorioso de Cristo que intenta olvidar su grito de angustia y desesperación del viernes de pasión. Responde al ansia humana de rescate del dolor y de la muerte. 



    Sin embargo, la imagen plástica que ofrecen los evangelios de un Jesús que no se siente un héroe o un Dios en la cruz, sino un abandonado por todos a su suerte, de algún modo lo acerca más a la realidad y fragilidad humana.



    Fuente consultada aquí.



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