Los antibióticos o los lavados vaginales pueden facilitar el desequilibrio del ecosistema microbiano de la zona vaginal, generando infecciones.
Hay suficiente evidencia científica que comprueba que la vagina no es estéril; alberga una cantidad enorme de microbios como hongos o bacterias que protegen la mucosa del ataque y la colonización de otros patógenos. Y es que, realmente, todo funciona muy bien. De hecho, el equilibrio de todo este ecosistema, conocido científicamente como microbiota, es sinónimo de salud.
Una afección común
Ahora bien, esa estabilidad se altera con frecuencia generando infecciones vulvovaginales, un tema frecuente, pero incómodo. De hecho, según la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (Sego), asegura que el 75 % de las mujeres puede tener una infección vaginal en algún momento de su vida.
Es tanto así, que las infecciones vulvovaginales suponen uno de los motivos de consulta más frecuentes. Una de cada cinco demandas de atención ginecológica son por esta causa, aunque se cree que podrían ser muchas más. Sin embargo, “Muchas infecciones no quedan registradas porque las mujeres se autodiagnostican y se automedican”, admite María Jesús Cancelo, vicepresidenta de la Sego y coordinadora de una guía clínica para abordar estas dolencias.
Según cual sea la causa, la paciente puede presentar síntomas como picor, escozor o flujo denso y maloliente, y por simples que parezcan estos síntomas, la ginecóloga advierte del peligro que supone que las pacientes inicien un tratamiento sin supervisión médica: “No diferencian los tipos de infecciones y el tratamiento es diferente según el caso. Cuando se automedican suelen hacer un tratamiento genérico y si han acertado con el problema, bien; pero si no, puede haber recidivas”.
De hecho, los ginecólogos achacan estas dolencias al desajuste que provocan, entre otras cosas, el impacto del uso de antibióticos o los peligrosos lavados vaginales, que arrasan con la flora genital.
Desequilibrio de la microbiota vaginal: causas
Cuando se detecta una infección vulvovaginal, por lo general, se identifica una inflamación de la mucosa vaginal y de la piel vulvar, aunque no siempre afecta a ambas zonas a la vez.
El origen, explican los expertos consultados, suele ser un desequilibrio de esa microbiota vaginal. En condiciones normales, en ese ecosistema hay una especie de convivencia pacífica entre gérmenes buenos y malos, apunta Toni Payà, jefe de Ginecología y Obstetricia del Hospital del Mar de Barcelona.
“El germen más frecuente [en la microbiota vaginal] es el bacilo de Döderlein, un lactobacilo que transforma el glucógeno en ácido láctico. Gracias al ácido láctico, el ph de la vagina es ácido y así se controla el crecimiento de patógenos. Si no hay estos bacilos de Döderlein, se provoca una disbacteriosis, se rompe el equilibrio y crecen los patógenos”.
Eso sucede, por ejemplo, tras el uso de antibióticos, apunta Payà: “La amoxicilina que te tomas para una infección de garganta se carga los gérmenes de tu amígdala y también los bacilos de Döderlein. Y eso deja cancha libre para los hongos Candida, por ejemplo”.
Hay otras circunstancias, como enfermedades inmunosupresoras (VIH y lupus sistémico, por ejemplo) o una higiene excesiva o deficiente en los genitales, que también favorecen la aparición de estas dolencias. El ginecólogo del Hospital del Mar señala también el riesgo de los lavados vaginales: “No hay que lavar la vagina por dentro. Eso no se debe hacer nunca porque te cargas tu propia flora vaginal. Si pones jabones en la vagina, aseptizas un medio que no es aséptico”, alerta.
Las infecciones vulvovaginales más frecuentes son las producidas por el hongo Candida
Suelen ser las que presentan más síntomas, conviene Cancelo: “Hay molestias relacionadas con la inflamación de las mucosas, como ardor, escozor y picor. Y hay secreción vaginal blanquecina, en grumos”.
Las vulvovaginitis candidiásicas, que suponen alrededor del 25% de todas las infecciones vulvovaginales, se suelen tratar con cremas antifúngicas y, si hay episodios de repetición, se dan también antifúngicos orales. La mitad de las mujeres que sufren un primer episodio, presentarán otra vulvovaginitis candidiásica más adelante. Una revisión científica sostiene que la infección recurrente por este patógeno afecta a casi el 8% de las mujeres en todo el mundo.
Otro tipo de infecciones son las vaginosis bacterianas, provocadas por un grupo de bacterias que, si bien no causan tanto picor y escozor, generan una secreción vaginal aumentada, “amarillenta, espumosa y maloliente”, explica Cancelo. En este caso, si bien se pueden usar antibióticos para aniquilar las bacterias causantes de la infección, los ginecólogos prefieren evitarlos en favor de preparados antisépticos, como el cloruro de decualinio. “También fomentamos el crecimiento de lactobacilos con probióticos”, añade la vicepresidenta de la Sego.
Infecciones vaginales por relaciones sexuales
Hay una clase de infecciones vulvovaginales, poco frecuentes ahora en países occidentales, que son por transmisión sexual: las vulvovaginitis causadas por un tipo de protozoos llamados Trichomonas vaginalis. “La mujer lo único que nota es un aumento de la secreción vaginal, más amarillenta”, apunta Cancelo.
El tratamiento recomendado es un antiparasitario para la paciente y también para sus parejas sexuales, “que deben ser tratados con similares regímenes, proponiéndose abstinencia sexual hasta completar el tratamiento y hasta que desaparezca la clínica acompañante a la infección”, reza la guía clínica de la Sego.
Vulvovaginitis no infecciosas
Se trata de dolencias que “dan síntomas, pero no hay un germen identificado” como causante, explica Cancelo. A veces, se consideran “de tipo alérgico”, señala Payà, “por ropa no transpirable o protege slips que llevan perfumes y provocan reacciones de tipo alérgico”.
Esas sustancias irritantes pueden provocar estos cuadros, que se presentan con escozor y ciertas molestias. La solución pasa por repoblar la flora vaginal con probióticos.
Como regla general, los expertos recomiendan usar ropa interior de algodón, utilizar compresas normales sin perfumes, evitar los lavados vaginales y, en cualquiera de los casos con una infección confirmada, no mantener relaciones sexuales durante el período de tratamiento.
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