Con cierta frecuencia se ausentaba para ir al baño. Pero no porque tuviera un problema estomacal o hubiera consumido mucho líquido.
Supo que tenía un problema y que necesitaba ayuda un día en el que fue a jugar bolos con su esposa y sus suegros.
Con cierta frecuencia se ausentaba para ir al baño. Pero no porque tuviera un problema estomacal o hubiera consumido mucho líquido.
Lo hacía para encerrarse en un cubículo y tomarse la temperatura.
"Todo el tiempo tenía un termómetro en el bolsillo. Cuando mi esposa lo descubrió, me dijo que dejara de hacerlo, así que me escondía para poder tomármela, lo hacía unas 25 veces al día", le cuenta a la BBC Morgan Griffin, quien reconoce que es hipocondríaco.
Explica que siente que la preocupación lo protege y lo salva de la muerte, que en el momento en el que deje de hacerlo, la enfermedad aparecerá. Siempre piensa que tiene lo peor y lo más grave.
Según algunos especialistas, la hipocondría es una condición poco entendida, que en muchas ocasiones es objeto de burla.
"Pero hay casos en los que la ansiedad es tal, que las personas terminan con alguna discapacidad, no son capaces de trabajar o terminan incluso en silla de ruedas", indica Alfred Margulies, profesor del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.
"En ocasiones -prosigue Margulies- ni siquiera los médicos los toman en serio. Se refieren a los hipocondríacos con calificativos bromistas".
"Y cuando no se encuentra una explicación médica a los síntomas, hay quienes piensan que la persona está fingiendo o se engaña a sí misma".
Según el Manual de Desórdenes Mentales, publicado por la Asociación de Psiquiatría Americana, la hipocondría es una enfermedad en la que la persona se preocupa en extremo porque cree que está enferma o se enfermará pronto.
El paciente cree que sensaciones normales del cuerpo -como fatiga, dolor de cabeza o dolor en el cuerpo- son síntomas de una enfermedad grave o mortal. Puede ocurrir también que no tenga síntomas.
La (falta de) evidencia científica es un punto fundamental para entender el padecimiento y lo que genera en quienes tratan a la persona que lo sufre.
"A todos nos pone nerviosos enfermarnos, también la posibilidad de que a alguien cercano le pase algo", reconoce Catherine Belling, profesora de medicina de la Universidad Northwestern, en EE.UU.
"En el caso de un hipocondríaco, puede ser que tenga algún problema de salud, pero también se cree que la persona quiere atención que no necesita, y esto genera hostilidad", apunta
La docente, que también es autora del libro Una condición de duda: los significados de la hipocondría, dice que un médico no tiene forma de asegurar que la persona está totalmente bien.
"Si pese a la realización de exámenes médicos no se evidencia ninguna enfermedad, pero la persona sigue diciendo que se siente mal, no es posible tener certeza de que no le pasa nada, solo se le puede decir a la persona que no hay evidencia científica acerca de un problema", explica.
El concepto de hipocondría ha estado presente desde hace más de 300 años.En la obra del artista francés Molière, El enfermo imaginario, estrenada en el siglo XVII, el personaje principal es un hipocondríaco.
Esa palabra fue la que se utilizó para traducir el título de la pieza del francés al inglés, según Belling.
Curiosamente, Molière murió de tuberculosis poco después de actuar en una de las presentaciones de El enfermo imaginario. En el escenario empezó a toser con sangre, pero la audiencia no sabía si era parte de la actuación.
En el caso de Griffin, él cree que la explicación de lo que le ocurre está en su niñez.
"Mi papá se murió, inesperadamente, a los 43 años. Dentro de todo, soy una persona racional, y a raíz de lo ocurrido, quise entender por qué había pasado. Creía que hubo señales y síntomas que no vimos. Si nos hubiéramos dado cuenta, hubiéramos podido prevenir su muerte", explica.
Adicionalmente, está convencido de que su papá era hipocondríaco. Recuerda que le contaba que, de niño, hacia ejercicios para que la mandíbula no se le quedara tiesa.
Generalmente, cuando una persona asiste a una consulta médica porque le preocupa que pueda sufrir de una enfermedad grave, siente un alivio inmenso cuando el especialista le asegura que todo está bien y lo que tiene es benigno.
Pero ese no es el caso con un hipocondríaco.
"No hay manera de tranquilizarlos. Si se les dice que no hay pruebas médicas que respalden ninguna condición, empiezan a preguntar si el médico está seguro, si no deberían remitirlo a un dermatólogo o hacer una biopsia para descartar", explica Margulies.
Y concluye: "No hay cura, es un problema crónico. Lo que si se puede lograr es que los síntomas no perturben en extremo al paciente,que no lo angustien tanto y no lo vuelvan disfuncional. La terapia cognitiva puede ser muy efectiva".
Es lo que le ocurre a Griffin: está convencido de que nunca podrá curarse.
"Esperaba dejar de ser un hipocondríaco, pero eso no va a pasar, es parte de mí. La mejor manera de llevarlo es aceptarlo, entenderlo y vivir con eso, reconociéndolo e identificándolo cuando se presente", afirma.
Esto pese a que, en los más de 20 años que ha sufrido de hipocondría, no ha sufrido de ninguna de las enfermedades que ha creído tener.
"Pero me enfermaré de gravedad en algún momento. Todo el tiempo me imagino la cara del médico dándome la mala noticia tras recibir los resultados de un examen… y la triste despedida de mi familia entre lágrimas", confiesa Griffin.