Los pacientes con diabetes tipo 1, una enfermedad crónica causada por la destrucción por el sistema inmune del propio paciente de las células beta de los islotes del páncreas
La insulina es la hormona responsable de que las células capten la glucosa de la sangre para producir energía, el torrente sanguíneo acaba portando un exceso de glucosa, lo que puede acabar provocando daños en múltiples órganos del cuerpo, caso entre otros de los ojos –retinopatía diabética– y de los riñones –nefropatía diabética–. De ahí la necesidad, vital, de que los pacientes controlen sus niveles de glucosa en sangre mediante la administración de insulina, ya sea con inyecciones o con ‘bombas’. Ahora, es posible que haya una alternativa mucho más cómoda y menos dolorosa.
Como explica Samir Mitragotri, director de esta investigación publicada en la revista «Proceedings of the National Academy of Science», «la terapia con insulina, ya sea mediante una inyección justo vado la piel o administrada por una bomba de insulina, por lo general mantiene controlados los niveles de glucosa en la mayoría de las personas con diabetes. Sin embargo, son muchos los pacientes que fracasan a la hora de adherirse a estos tratamientos debido al dolor, la fobia a las agujas y las interferencias con sus actividades cotidianas. Un aspecto a tener muy en cuenta dado que el mal control glucémico puede conllevar complicaciones graves para la salud».
Los científicos llevan décadas diseñando pastillas de insulina para el tratamiento de la diabetes. Sin éxito. Y es que una vez la píldora alcanza el estómago, los ácidos estomacales suelen destruir la hormona, que además no se absorbe demasiado bien en el intestino. Entonces, ¿cuál podría ser la solución? Pues en opinión de los autores, debería incluirse la insulina en un líquido iónico de colina y ácido geránico y recubrir el conjunto con una cubierta entérica resistente a los ácidos. Una formulación que, además de biocompatible, sería fácil de fabricar y podría ser almacenada a temperatura ambiente durante más de dos meses –lo que aún no se puede hacer con las inyecciones de insulina disponibles–. Dicho y hecho.
Como indica Samir Mitragotri, «una vez ingerida, la insulina debe atravesar una dura carrera de obstáculos antes de ser absorbida eficientemente en el torrente sanguíneo. Y nuestro método es como una navaja suiza, con una píldora con herramientas para afrontar cada uno de los obstáculos que se va encontrando».
Así, el primer obstáculo son los ácidos estomacales. Pero dada su cubierta de polímero, la píldora solo puede ser degradada en un medio más alcalino. En este caso, el intestino delgado, en el que la cubierta es degradada y la hormona es liberada. Y aquí se presenta el segundo obstáculo.
Como refiere Amrita Banerjee, co-autora de la investigación, «cuando una molécula proteica como la insulina llega al intestino se topa con un gran número de enzimas cuya función es degradar las proteínas en aminoácidos. Sin embargo, y gracias al líquido iónico, la insulina permanece estable».
Finalmente, el compuesto debe superar dos últimas barreras: la capa mucosa que recubre el intestino y la propia pared intestinal, en la que las células están tan próximas que no ha lugar al paso de moléculas tan grandes como la insulina. Y aquí es donde entra en juego la colina y el ácido geránico de la formulación, capaces de superar estos últimos obstáculos para que la insulina alcance el torrente circulatorio.
Una vez ingerida, la insulina actuará de forma muy parecida a la sintetizada naturalmente por el páncreas, evitando además los efectos adversos asociados a la administración de inyecciones durante largos periodos de tiempo. Es más; como destaca Amrita Banerjee, «el producto puede ser sintetizado en un único paso que puede ser adaptado para una producción industrial muy barata, por lo que el coste de fabricación de esta formulación oral es realmente asequible».
Pero, ¿cuándo estará disponible para su uso en la práctica clínica? Pues aún habrá que esperar. De hecho, los autores quieren continuar con los estudios con modelos animales antes de evaluar su eficacia y seguridad en humanos. Pero ya hay algo ganado: tanto la colina como el ácido geránico ya han demostrado ser muy seguros.
Como concluye Mark Prausnitz, co-autor de la investigación, «el hallar un modo de administrar proteínas y péptidos, caso de la insulina, por vía oral en lugar de en una inyección constituye el santo grial de la administración de fármacos. Y nuestro trabajo muestra que la insulina administrada por vía oral en combinación con un líquido iónico funciona tan bien como las inyecciones convencionales. Las implicaciones de nuestro estudio para la medicina pueden ser enormes».