El obtener un grado académico de la Universidad de Harvard en una de las múltiples disciplinas que allí se enseñan es un gran logro. En 1996, tuve la oportunidad de visitar la Universidad de Harvard mientras asistía a una convención médica en la ciudad de Boston. El guía de la visita al campus de esa Universidad se detuvo frente a la estatua situada a la entrada de la institución y nos dijo que esta, expresaba tres mentiras con relación a la creación de esa prestigiosa institución. Ese comentario me impresionó y más adelante pude confirmar esas expresiones. Se trata de la estatua de John Harvard y las mentiras son las siguientes: 1. El año de fundación de la universidad fue el 1636, no el 1639 como aparece en la base de la estatua. 2. La universidad no fue fundada por John Harvard, sino por la Corte General de la Colonia de la Bahía de Massachusetts. John Harvard fue uno de los benefactores de la institución quien donó la mitad de su capital y su biblioteca de alrededor de 400 libros. Harvard murió de tuberculosis en el año de 1638 a la temprana edad de 30 años. 3. La estatua no es de John Harvard, no hay representaciones de la vida de Harvard. La escultura fue creada en 1884 por Daniel Chester French quien escogió al estudiante Sherman Hoar como modelo para la cabeza de John Harvard. Años más tarde, Hoar llegó a ser congresista y fiscal general.
Esas mentiras no empañan el prestigio de la Universidad de Harvard. Muchos distinguidos profesionales puertorriqueños son graduados de Harvard.
Es interesante el hecho de que la Universidad de Harvard fuera fundada basada en tres mentiras. Más extraño aun, es que en el sello oficial de la Universidad de Harvard aparece la palabra VERITAS. El sello original fue adoptado en 1692 y lee: VERITAS: Christ and ecclesiae (o Truth for Christ and the Church - Verdad para Cristo y la Iglesia).
En 1898 Puerto Rico pasó a ser parte de los Estados Unidos como botín de guerra al finalizar la Guerra Hispano-Americana. Para esa época, los territorios tomados por Estados Unidos según se expandían hacia el oeste del continente solo tenían dos opciones: ser adquiridos como territorios para posteriormente otorgarles la estadidad o la independencia. Para ese tiempo, se habían decidido dos casos en el Tribunal Supremo Federal que establecía la jurisprudencia vigente. En el primer caso —Loughborugh v Blake-- el Juez Presidente John Marshall decidió en el 1820 que la Constitución norteamericana se aplicaba a todo Estados Unidos, incluyendo al Distrito de Columbia y a los territorios.
En el segundo caso —Dred Scott v Sanford-- en 1856, 36 años más tarde, se decidió que Estados Unidos no tiene autoridad constitucional para tomar colonias y mantener un territorio en una condición colonial. El Juez Presidente Roger R. Taney concluyó que el gobierno no tiene poder para adquirir territorios y mantenerlos permanentemente como una colonia.
Sin embargo, algunos intelectuales de la Universidad de Harvard proveyeron las municiones al Tribunal Supremo para crear los Casos Insulares. Abbott Lawrence Lowell, en 1899, publicó en Harvard Law Review el artículo, “The Status of Our New Possessions: A Third View”. En ese artículo presentó su tercera opción: la creación del concepto de territorio no-incorporado. El Tribunal Supremo Federal en el caso inicial de los Casos Insulares, Downes v Bidwell, adopta el concepto de territorio no-incorporado y lo aplica a Puerto Rico. Se decidió también que Puerto Rico pertenece a, pero no es parte de Estados Unidos, por lo que el Congreso norteamericano ejerce poderes plenarios sobre la colonia de Puerto Rico. De 1899 al 1922 se acumularon 23 decisiones del Tribunal Supremo Federal que se conocen como los Casos Insulares. Esos casos establecieron la política pública sobre cómo Estados Unidos manejará las colonias adquiridas al finalizar la Guerra Hispano-Americana.
Las decisiones de los Casos Insulares se tomaron en abierta violación a las dos decisiones del Tribunal Supremo Federal de 1820 y 1856. Violan la doctrina conocida como Stare decisis, cuando un asunto ha sido juzgado y decidido previamente. Los casos insulares nunca serán evaluados con la intención de revocarlos y atemperar la jurisprudencia federal a los tiempos modernos. Hasta el presente no ha habido la intención de la Corte Federal de Estados Unidos para revisar los casos insulares. Los tribunales de justicia se han mantenido en el pasado: obsoletos, retrógrados y discriminatorios. Es curioso que el Juez John Marshall, quien fue el cuarto juez de la Corte Federal donde ejerció por 34 años se reafirmó en el principio de que la Cortes Federales están obligadas a ejercer la revisión judicial para descartar las leyes que violan la Constitución. Es evidente que los Casos Insulares violan la Constitución norteamericana y deben ser revisados y revocados y para así otorgarle a Puerto Rico su derecho a la autodeterminación. Como cuestión de hecho, los casos insulares no se enseñan en las escuelas de leyes norteamericanas: el tema no les interesa. Sin embargo, los abogados que estudian en Puerto Rico sí conocen los casos insulares.
Esas decisiones han resultado en colocar a Puerto Rico como una burda colonia de Estados Unidos, supuestamente la nación más democrática del mundo y que debe honrar los tratados internacionales que reafirman la libre determinación de los pueblos. Es por eso, que en un artículo anterior señalé que las dictaduras judiciales son más terribles y temibles que las dictaduras del ejecutivo. El Tribunal Supremo de Estados Unidos por medio de los Casos Insulares colocó la Constitución norteamericana al servicio del colonialismo, una afrenta intolerable para cualquier pueblo. Además, justificaron que Estados Unidos se convirtiera en un imperio similar a los imperios europeos. Se olvidan que ellos tuvieron que luchar contra el imperio inglés para obtener su independencia en 1776. Se comportan siguiendo el concepto “Battered Chiildren are Battered Fathers” (Niños maltratados se convierten en padres maltratantes).
El sello del servicio postal de Estados Unidos que lee “Equality Forever” es un atropello y una burla del gobierno norteamericano hacia la colonia de Puerto Rico y otras colonias que aun poseen.
Emulando la decepción y engaño en la historia de la fundación de la Universidad de Harvard, en 1993 se presentó un contrato de Harvard Policy and Management para ofrecer servicios en la Reforma de Salud que se proponía comenzar en el país. Dicho contrato fue rechazado por este servidor mientras fungía como Secretario de Salud. Eventualmente, fui removido del puesto y posteriormente se documentó que Harvard Policy and Management era un engaño y que no tenía ninguna relación con la Universidad de Harvard.
Finalmente, Dan Brown, el escritor de novelas de ficción tales como El Código Da Vinci, Inferno, Ángeles y Demonio y Origen utiliza como personaje principal a Robert Langdon. Este personaje siempre resulta triunfante y curiosamente es un profesor de la Universidad de Harvard.
Enrique Vázquez Quintana, MD