Muchas personas comparten la misma duda actualmente, ¿por qué alguien quisiera ser ‘conejillo de indias’ para encontrar la vacuna para el nuevo coronavirus?
César Fuquen Leal
Agencia Latina de Noticias de Medicina y Salud Pública
Muchas personas comparten la misma duda actualmente, ¿por qué alguien quisiera ser ‘conejillo de indias’ para encontrar la vacuna para el nuevo coronavirus? La Revista Medicina y Salud Pública (MSP) conoció la respuesta de la mano de Joan Pons Laplana, un enfermero español de 45 años, quien participa como voluntario para la vacuna experimental que está creando la Universidad de Oxford (una de las más adelantadas) para atacar el COVID-19.
Y es que encontrar la vacuna para contrarrestar los mortales efectos de este virus pandémico es el objetivo de los laboratorios del mundo entero. Pero no solo los científicos trabajan contrarreloj por este cometido, los voluntarios en los que se testea la inmunización juegan un rol determinante en este difícil proceso.
Joan le contó a MSP que pese a que sintió miedo al ser sometido a este procedimiento, su desdén por el COVID-19 era más grande que cualquier temor o sentimiento irracional que pudiera experimentar.
“La verdad es que tampoco lo pensé mucho cuando me dijeron si quería formar parte de este grupo de voluntarios. Dije que sí porque el odio que creció dentro de mí contra este virus pudieron mucho más que cualquier cosa que me podía pasar”, dijo el voluntario.
El odio no fue lo único que influyó en la decisión de este enfermero español con residencia en Sheffield, Reino Unido, la frustración de que sus hijos y familia no pudieran disfrutar de la cotidianidad le dio aún más fuerzas para enfrentarse a lo que muchos verían como un riesgo.
“Mi razón prioritaria es porque veía que el virus le estaba robando la vida a la juventud, a mis hijos. Tengo tres hijos y el mayor que tiene 18 años, pues cuando yo tenía su edad me iba de fiesta y me gustaba mucho bailar música latina y ligar con chicas y tomar copas e irme al cine, a la playa. Ahora mi hijo está encerrado en casa, sale muy poco y a mí se me encoge un poco el corazón, porque esos momentos son una etapa hermosa. También tengo mis padres en Barcelona, que están en España y ya llevo ocho meses sin poder verlos ni abrazarlos. Fueron sus bodas de oro, 50 años de casados que hoy en día pues es remarcable y solo les pude felicitar por internet”, contó emotivo Pons.
Mientras usted lee esta nota debe estarse preguntando cómo reaccionó Joan Pons a nivel físico y psicológico antes, durante y después de someterse a la inmunización. Igualmente, muchas personas tienen miedo de los efectos adversos que podría desencadenar la vacuna. La respuesta es algo asombrosa.
“Fue un pinchazo como un poco la vacuna de la gripe, me la pusieron arriba en el brazo y sentí un poco de dolor. Pero a partir de ahí, estuve en observación una media hora para ver si tenía alguna reacción alérgica. No me pasó nada. A partir de ahí, a diario me tomo la temperatura y lleno el cuestionario electrónico. Yo no he tenido ningún problema. Y sí que es verdad que un grupo minoritario de voluntarios ha desarrollado un poco de dolor de cabeza y un poco de malestar, pero nada que no se haya podido solucionar con un poco de paracetamol y en 24 horas todo ha estado muy bien. Eso quiero remarcar, ninguno de los voluntarios ha necesitado asistencia médica. Por eso digo que la vacuna es segura oficialmente porque los efectos secundarios han sido mínimos. En esta fase de la prueba, ya se ha puesto a casi 20000 personas y eso ya es un número bastante importante”, explicó el enfermero voluntario.
El enfermero explicó los estrictos indicadores que tenían que cumplir él y los más de veinte mil voluntarios que hacen parte del estudio realizado por Oxford para conocer la eficacia de la vacuna experimental que tienen en análisis actualmente.
“La única manera de saber si la vacuna es efectiva o no, es que los voluntarios se contagien. (...) Me hicieron todo el reconocimiento físico, miraron mi historial médico porque tenía que ser mayor de 18 años, menor de 55, no tener ninguna enfermedad crónica, no tomar ninguna medicación, no haber tenido tatuajes en los últimos seis meses, ni dar haber dado sangre. Y lo más importante, me hicieron una prueba de los anticuerpos porque no podía haber tenido anticuerpos. Tenía que ser negativo. (...) Aquí estoy dos meses después hablando con usted y sin ningún problema, sin ningún síntoma, sin ninguna contraindicación y esperando que algún día yo me contagie”, dijo Pons Laplana.
A parte de los protocolos antes mencionados, los voluntarios de esta vacuna experimental deben llevar estrictas medidas de bioseguridad, realizarse hisopados regularmente y reportar continuamente posibles síntomas del virus.
“-Después de lo anterior- la pregunta del millón de dólares es: ¿esta vacuna es eficaz? Eso es lo que estamos intentando responder ahora en los siguientes dos meses y por eso es que están esperando que alguno de los voluntarios se contagie. Si yo diera positivo en uno de los resultados o tuviera algún síntoma, tengo un teléfono de contacto 24 horas al día que tengo que llamar, tendría que ir a mi hospital en Sheffield y aislarme. Entonces me harían muchas más pruebas para ver si realmente los anticuerpos y las células T que yo he creado pueden realmente parar el virus antes de que se multiplique y me invada todo mi cuerpo”, ahondó.
El ser humano es un ente de sentimientos constantes. Durante la pandemia, el temor que invade a las familias de los profesionales de la salud es grandísimo por el riesgo al que se enfrentan. Ahora bien, cuando el ser querido se somete a procedimientos que aumentan el riesgo de mortalidad ese temor se incrementa. ¿Qué dijo la familia de Pons de que él fuera voluntario de la vacuna?
“Cuando se lo dije a mi mujer lo primero que me preguntó fue: ‘¿qué es lo peor que te puede pasar?’ Y le dije: ‘bueno, la vacuna está desarrollándose y en casos muy excepcionales la vacuna puede producir un shock anafiláctico y la muerte’. Cuando yo le dije a mi mujer que me podía morir, se levantó, me dijo que estaba loco y no me habló por tres días porque se asustó porque ella no está acostumbrada a este lenguaje médico. Esta frase se utiliza muchísimo en el hospital, cuando a pacientes que van a quirófano o cuando usted va a la farmacia y compra cualquier medicamento, siempre lo pone en estos prospectos. (...) En mis 23 años de experiencia como enfermero, nunca he visto a nadie que se haya muerto por ponerse una vacuna, pero sí que he visto muchísima gente que ha perdido la vida por no ponérsela”, advirtió el enfermero.
Como anécdota, Joan contó que por la preocupación de su esposa él se dio cuenta que ella aún lo quiere. Sin embargo, hizo una graciosa recomendación.
“En el fondo también sonrió un poco porque si se preocupó es porque todavía me quiere. Imagínese que usted llega a casa y le dice a su mujer o a su marido: ‘el viernes me pongo una vacuna, igual me puedo morir’ y no te dice nada, ese día pues sabrás que tu matrimonio o tu pareja está en peligro. (...) No recomiendo que prueben su matrimonio de esta manera porque puede acabar en divorcio y no quiero que después me manden mails diciéndome que por mi culpa ahora estás divorciado”, bromeó Pons.
Joan volvió a su labor como enfermero y ayuda arduamente a los pacientes infectados de COVID-19. Igualmente, debe cumplir con parámetros para evaluar la evolución de la vacuna y así evidenciar su efectividad para implementarse masivamente.
“Mientras tanto, sigo haciéndome hisopados cada semana porque la posibilidad de que sea positivo está ahí. Hay una fecha clave que será a principios de septiembre. El 2 de septiembre me harán otra vez un chequeo completo y me harán otro análisis de sangre para ver cómo está respondiendo mi cuerpo y también para ver cómo los anticuerpos de las células T están desarrollándose en mi cuerpo. (...) Se presentan todos los resultados a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y si la OMS da el visto bueno, pues empezar la producción y sacar la vacuna en octubre”, dijo Pons.
De igual manera, las pruebas deben ser rigurosas durante un año aproximadamente para analizar efectividad, contraindicaciones y otros posibles efectos que pudieran desencadenarse de la vacuna experimental.
“A mí me continúan haciendo pruebas hasta julio del año que viene porque también quieren saber cómo mi cuerpo responde a largo plazo. De momento sabemos que se cura a corto plazo, pero hay una incógnita de lo que va a pasar a largo plazo. La ciencia nos dice que si no ha habido ningún problema de efectos secundarios a corto plazo, es muy raro que los haya a largo plazo, pero la ciencia tiene que ser exacta. Los protocolos son muy estrictos. Por lo tanto, a mí me continuarán haciendo pruebas hasta julio del año que viene”, mencionó.
Pons finalizó el diálogo con MSP dejando un emotivo mensaje, esperanzado en que la vacuna salga pronto, la pandemia tenga un fin y las relaciones interpersonales se reactiven como se espera.
“Si hay la vacuna, el fin de año haré la fiesta más grande del mundo y empezaré el 2021 abrazando a todo el mundo. Eso es lo que quiero, que el año 2021 sea el año de los abrazos y a ver si oficialmente alguien lo quiere declarar. Si no, yo como enfermero, como Joan Pons, el conejillo de indias del COVID, declaró el 2021 como el año de los abrazos”, concluyó Joan Pons Laplana, voluntario de la vacuna del COVID-19 en diálogo con MSP.
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