El 13 de julio de este año comenzó una de las odiseas más difíciles que el emergenciólogo puertorriqueño, el Dr. Ángel Dávila
César Fuquen Leal
Agencia Latina de Noticias de Medicina y Salud Pública
El 13 de julio de este año comenzó una de las odiseas más difíciles que el emergenciólogo puertorriqueño, el Dr. Ángel Dávila, ha enfrentado en sus 63 años de vida: fue internado en una unidad de cuidados intensivos por contagiarse del mortal nuevo coronavirus, COVID-19.
“En las unidades de cuidados intensivos de COVID-19 uno entra, pero no sabe si sale. Uno sale o vivo o sale muerto”, dijo el especialista a la Revista Medicina y Salud Pública (MSP), quien tuvo el privilegio de conocer este esperanzador testimonio.
Su historia ha impactado la vida de miles de personas no solo en Puerto Rico, sino en diferentes países de América Latina y el mundo. Este caso podría ser catalogado como “milagroso” debido a que el doctor Dávila tenía múltiples factores de riesgo que son letales en los pacientes contagiados de coronavirus. A pesar de todo ello, pudo ganarle la batalla a la enfermedad.
“Nadie realmente puede decir: ‘me contagié con con fulano o zutano''', dice el doctor. Además, asegura que como él está en el frente de batalla en las salas de emergencia luchando con el virus, está altamente expuesto a enfrentarse al contagio. Pero, ¿cómo se dio cuenta que ya estaba infectado?
“Me hago la prueba serológica de COVID y sale negativa pero seguía con los síntomas así que voy al hospital, me hago otra prueba serológica sale en negativo, pero también me hice la molecular que es la de la nariz, que la que es sirve realmente y varios días después me confirman que salí positivo. (...) “Comencé con molestias gástricas, mucho malestar estomacal, pérdida de apetito, me sentía débil, tenía fiebre. Y llegó el momento en que empecé a tener dificultad respiratoria. Cuando vi que estaba con dificultad respiratoria llamé una ambulancia de amistades, como yo trabajo en esto me vinieron a buscar a llevarme al hospital donde yo trabajo, HIMA San Pablo Cupey. Después me transfirieron a la unidad de COVID de HIMA San Pablo Bayamón”, dijo el especialista.
La insuficiencia respiratoria es una enfermedad que causa la disminución de los valores de oxígeno en la sangre o un aumento peligroso de los de dióxido de carbono en la sangre. Este es el panorama al que los pacientes críticos por COVID-19 se enfrentan y desafortunadamente, el Dr. Dávila no fue la excepción.
“Cuando llegué en ambulancia a HIMA San Pablo Bayamon, inmediatamente me estaba esperando el doctor Ramón Suárez Villamil, el médico de salas de emergencia, él me atendió y al ver el oxígeno que tenía me transfirieron inmediatamente a la unidad de cuidados intensivos, eso fue el 13 de julio. Me deterioré tan rápido que empecé a tener fallo respiratorio. El día 14, al otro día, me tuvieron que intubar y conectarme a un ventilador mecánico”, contó el emergenciólogo.
La preocupación del personal médico que atendía al doctor Dávila aumentaba debido a que existían enfermedades preexistentes como obesidad e indicios de hipertensión en el galeno: alicientes clave en el deterioro de los pacientes del nuevo coronavirus.
“Yo mismo me recetaba un antihipertensivo porque yo estaba bastante obeso, pesaba 293 libras y esos 21 días que estuve en cuidados intensivos perdí 26 libras. Perdí masa muscular. Gracias a Dios nunca fumé. Fui atleta y eso me ayudó a tener unos pulmones fuertes”, mencionó Dávila.
Pese a todos los factores que rondaban la vida o muerte del doctor que se convertía en paciente, según él mismo las oraciones de cientos de personas, el diestro equipo médico que lo intervino y la fe de su familia lo tienen hoy sano y salvo para dar un mensaje de esperanza.
“Me decían que yo incluso con el ventilador tenía oxígeno extremadamente bajo. Realmente yo estaba en una una situación tan crítica que lo que me daban era un 5 por ciento de vida y la probabilidad de que saliera de ese ventilador. Gracias al tratamiento del doctor Suarez Villamil, la Dra. Arlene Hernandez, neumóloga y Dr. Felix Ruiz, infectólogo, etcétera, todos los internistas que fueron, todo ese equipo tan excelente. Ellos me dieron todo lo que existe hasta el momento para poder combatir el COVID, me pusieron células madre, la doctora Hernandez tiene el estudio y mi esposa aun estando así (contagiada de coronavirus) tuvo que ir a firmar. Me pusieron el plasma de pacientes convalecientes que ya habían tenido COVID y que habían salido, eso me ayudó increíblemente. Me pusieron todos los medicamentos que aprobó la FDA. Me pusieron anticoagulantes de una manera brutal porque yo llegué con coágulos. Hay una medida que normalmente puede ser hasta 500 y yo estaba en 15.000, o sea que yo estaba extremadamente mal”, manifestó el doctor.
Según el doctor, el tratamiento médico y clínico no fue lo único que lo ayudó a salir de esta situación. Hubo otro factor clave en la mejoría del galeno: la fe.
“La fe, las oraciones y el empeño de los médicos que se reunían eso fue lo que me ayudó a sobrevivir. Esto es un milagro de vida. (...) Las oraciones de tanta y tanta y tanta gente. En Colombia, en una iglesia me dedicaron misas, las oraciones de los puertorriqueños, en Francia en un convento. Y en Puerto Rico, como yo siempre estoy ayudando a todo el mundo, todo lo que yo pueda ayudar, para mí es lo más importante en la vida. Y yo he recibido tantas y tantas y tantas oraciones que llegaron”, mencionó nostálgico el médico.
Mientras el Dr. Dávila estuvo intubado cumplió 63 años. Su familia le celebró su cumpleaños cuando regresó a casa.
“Cuando a mi me intuban me tienen que sedar bien fuerte porque uno se pone combativo, uno pierde la noción y empieza a tener lo que se llama un estado mental alterado. Tú no sabes lo que está pasando mientras estás intubado. Yo pude estar poco consciente, pero desde que me intubaron yo no supe más nada, ni cuántos días estuve intubado, fueron 10. Yo no sabía nada. Tuve muchas visiones, pero realmente no estaba en la realidad de nada de lo que estaba pasando. Yo me arranqué el lazo gástrico. Afortunadamente no fue el respiratorio, es un tubo que va desde la nariz hasta el estómago para sacar el jugo gástrico. La cuestión es que yo oigo que me dicen: ‘chico te quitaste el tubo, hay que pasártelo de nuevo. Nosotros estamos planificando a ver si podemos quitarte el tubo’. Y ahí entendí que me dijeron ‘quédate quieto, no te muevas, por favor, quédate con nosotros’. Y ahí sí entendí y me quedé quietecito”, dijo Dávila.
Seguramente, mientras usted lee la historia del doctor Dávila debe estarse preguntando el estado anímico, emocional y mental de él durante su estadía en el hospital, sobre todo mientras su vida pendía de un hilo o más bien, de un ventilador mecánico.
“Yo siempre he sido un luchador, yo le pedía mucho a Dios y yo no sentía que me iba a morir después de que me entubaron porque en el momento crítico no sentía nada. Tenía muchas visiones de muchas cosas pero yo siempre seguí luchando por mi vida. Luego yo decía estoy consciente de que ya no tengo tanta cosa. Ya no tenía los tubos cuniculares por la boca. Yo de ánimo estaba mal pero yo le decía a Dios que tenía que seguir luchando y ver cómo iban los día a día, me tomaban la presión cada hora, tenía la máquina conectada. Tenía un montón de medicamentos”, mencionó.
Cuando el Dr. Dávila se recuperó y se disponía a volver a su hogar, en el hospital lo despidieron con una calle de honor en donde lo aplaudían y felicitaban por ser fuerte durante la batalla.
“Yo ahora mismo estoy tomando terapia para caminar o fortalecer la pierna, tengo una pierna dormida. Estuve 21 días sin moverme. A mi me tuvieron que anticoagular tanto, de hecho me salvaron la vida y eso es lo importante que la anticoagulación me salvó la vida porque desarrollé un hematoma de sangre en el área retroperitoneal por dentro. Eso es una complicación de los anticoagulantes, sino me ponían anticoagulantes me iba a morir. (...) Yo hice una fuerza en algún momento durmiendo y dormí sobre ese lado porque tenía dolor en una pierna y ahí sangré por dentro y me tuvieron que pasar también siete unidades de sangre”, explicó.
Después de este difícil proceso, el doctor Ángel sigue en rehabilitación para aprender nuevamente a caminar, enfrentarse a un diario vivir normal y seguir llevando un mensaje de prevención, cuidado y concienciación sobre lo difícil que puede llegar a ser el coronavirus.
“Yo quiero ser un portador y quiero que la gente se cuide porque eso es lo más importante para mí, que la gente se cuide, que la gente entienda que el virus se puede pegar tan fácil y de cualquier persona. Así que tenemos que tener mucho cuidado, especialmente las personas que son asintomáticas porque son las que más lo transmiten y no saben ni siquiera que lo están transmitiendo porque muchos ni siquiera saben que lo tienen, como no tienen síntomas no se hacen la prueba. Así que es bien importante que nosotros pensemos que la persona que estaba cerca de nosotros puede tenerlo. Así que usted tiene que tomar todas las medidas, usar como tapabocas o mascarillas bien puestas porque si se la pone debajo de la nariz no va hacer nada, la gente se lo pone en el mentón, en la quijada y no hace nada obviamente, así que tiene que cubrir la nariz y la boca completamente”, concluyó el Dr. Ángel Dávila en diálogo con MSP.