Actualmente, Puerto Rico presenta una estadística de infartos similar a la de Estados Unidos del 4,2 a 4,5%, sin embargo, en cuanto a enfermedad coronaria, con o sin infarto, los puertorriqueños superan al país norteamericano, ya que, la isla presenta actualmente un 7,1 a 7,5%, mientras que los estadounidenses registran un 4%.
Diana Castañeda
Agencia Latina de Noticias de Medicina y Salud Pública
Actualmente, Puerto Rico presenta una estadística de infartos similar a la de Estados Unidos del 4,2 a 4,5%, sin embargo, en cuanto a enfermedad coronaria, con o sin infarto, los puertorriqueños superan al país norteamericano, ya que, la isla presenta actualmente un 7,1 a 7,5%, mientras que los estadounidenses registran un 4%.
Ante esta significativa cifra, la preocupación aumenta entre los cardiólogos puertorriqueños, pues sumado a esto, se registra una alta incidencia de diabetes e hipertensión en la isla.
“La diabetes y la hipertensión han sido una pandemia durante muchos años, pero en Puerto Rico, principalmente, (aunque no hay estadísticas exactas de esto) dos de cada tres personas que uno recibe en la clínica son diabéticos. Así que hay una relación bien estrecha entre este factor de riesgo, por eso acá en la isla seria una de las explicaciones de porqué una de las enfermedades coronarias es más prevalente que en los Estados Unidos”, explicó el cardiólogo Jorge González, presidente del Comité Científico de la Sociedad Puertorriqueña de Cardiología, durante el foro de cardiología organizado por la Revista Medicina y Salud Pública (MSP).
Se dice que todos los pacientes con diabetes desarrollarán hipertensión en algún momento y esto conlleva a enfermedades cardiovasculares, así que el galeno insiste en que se debe enfatizar en la prevención, para no llegar a que el paciente sufra uno o dos infartos desmejorando su calidad de vida.
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El galeno reconoce que casi un 90% de los pacientes que presentan un infarto no tienen muerte súbita, sino que, sobreviven al infarto sometiéndose a una serie de tratamientos con medicamentos y hasta procedimientos quirúrgicos.
“De estos casos quienes más se han beneficiado son la industria farmacéutica, las clínicas y hasta los cardiólogos que vivimos de atender a los pacientes, pero eso no es lo que nosotros queremos, lo que pretendemos es educar a las personas para que prevengan las enfermedades”, concluye Jorge González.
Por su parte, el medio Medica Sur expone en su publicación tres niveles de consecuencias establecidas por algunos especialistas:
El músculo cardíaco fue afectado de manera mínima o leve, lo que permite que el paciente lleve una vida normal, en la que debe centrarse en procurar reducir los factores de riesgo que podrían llevarlo a tener un segundo infarto: bajar de peso, tener actividad física, tomar medicamentos, etc.
Amplias zonas del músculo cardiaco murieron y el corazón tendrá dificultades para irrigar sangre a sí mismo y al resto del cuerpo. Los pacientes ven afectada su vida cotidiana, deben sujetarse a un tratamiento y seguimiento médico cercano e incluso someterse a diversos tipos de cirugía.
El paciente pierde la vida.
El factor que más afecta en las consecuencias que deja un ataque cardíaco es el tiempo que tarda el paciente en ser atendido.