Cada hora adicional frente a dispositivos aumenta el riesgo de hipertensión, colesterol alto, resistencia a la insulina y obesidad abdominal en niños y adolescentes.
Un estudio danés revela una conexión alarmante entre el uso excesivo de dispositivos electrónicos y el desarrollo temprano de factores de riesgo cardiovascular en menores.
La investigación, publicada en el Journal of the American Heart Association, analizó durante años los hábitos de más de 1.000 niños y adolescentes, descubriendo que cada hora frente a pantallas incrementa significativamente el peligro de desarrollar hipertensión, colesterol alto, resistencia a la insulina y obesidad abdominal.
Los datos muestran una progresión preocupante: mientras los niños de 6 años pasaban un promedio de 2 horas diarias con dispositivos, a los 10 años el tiempo aumentaba a 3,2 horas, y en la adolescencia alcanzaba las 6,1 horas diarias.
"Cada hora adicional se asoció con un aumento de entre 0,08 y 0,13 desviaciones estándar en el riesgo cardiometabólico", explica David Horner, investigador principal de la Universidad de Copenhague.
Esto significa que un adolescente que pasa 6 horas diarias frente a pantallas podría tener hasta el doble de riesgo que sus compañeros con uso moderado.
El estudio identificó que la alteración del sueño explica aproximadamente el 12% de los problemas metabólicos asociados al uso de pantallas. Los niños que dormían menos horas o se acostaban más tarde presentaban mayores riesgos, incluso cuando el tiempo de exposición a dispositivos era similar.
"Proteger la hora de acostarse y establecer zonas libres de pantallas, especialmente durante las comidas, podría ser una estrategia efectiva", sugiere Horner. La investigación también descubrió que el uso nocturno de dispositivos parece ser particularmente dañino, posiblemente por su impacto en la calidad del descanso.
Uno de los hallazgos más innovadores fue la identificación de un patrón específico de metabolitos en sangre asociado al uso prolongado de dispositivos. "Estas huellas metabólicas podrían servir como señales de alerta temprana, mucho antes de que aparezcan síntomas visibles", señala Horner.
El equipo está investigando si estos marcadores podrían utilizarse en el futuro para identificar a niños en riesgo mediante simples análisis de sangre, permitiendo intervenciones preventivas personalizadas.
Los investigadores advierten que el problema va más allá del sedentarismo. El uso excesivo de pantallas crea un círculo vicioso: altera los patrones de sueño, aumenta el estrés, reduce la actividad física y puede llevar a hábitos alimenticios menos saludables.
Todo ello contribuye a un mayor riesgo cardiometabólico que, de no controlarse, podría manifestarse plenamente en la edad adulta.
Ante estos hallazgos, los expertos recomiendan:
- Establecer límites claros al tiempo de pantalla, especialmente antes de dormir
- Fomentar actividades alternativas que promuevan el movimiento y la socialización
- Crear "zonas libres de dispositivos" en hogares y escuelas
- Priorizar el sueño como pilar fundamental de la salud metabólica
El estudio continúa con una nueva fase que utiliza datos extraídos directamente de los teléfonos de los participantes, lo que permitirá entender con mayor precisión cómo los patrones de uso específicos afectan la salud.
Mientras tanto, el mensaje es claro: en la era digital, aprender a gestionar el tiempo frente a pantallas podría ser tan importante para la salud futura de los niños como enseñarles a comer sano o hacer ejercicio.