El cáncer de tiroides estaría aumentando: ¿sobrediagnóstico, obesidad o disruptores endocrinos?

El mundo está viendo un aumento en los diagnósticos de cáncer de tiroides, pero gran parte de ese crecimiento no significa más enfermedad, sino más detección de tumores diminutos que antes pasaban desapercibidos.

Katherine Ardila

    El cáncer de tiroides estaría aumentando: ¿sobrediagnóstico, obesidad o disruptores endocrinos?

    Las estadísticas en todo el mundo pintan una tendencia inquietante: el cáncer de tiroides es uno de los que más rápidamente aumenta su incidencia, superando a muchos otros tipos de cáncer

    En Estados Unidos, por ejemplo, las tasas se triplicaron con creces entre 1980 y 2016. Pero ¿estamos frente a una verdadera epidemia o hay algo más detrás de estas cifras?

    La respuesta, según los expertos, es compleja y multifacética. Un consenso inicial apunta a un culpable principal: el sobrediagnóstico.

    La era del diagnóstico excesivo

    Todo comenzó con los avances tecnológicos. En la década de 1980, la introducción de la ecografía tiroidea permitió a los médicos ver lo que antes era invisible. Luego, en los 90, la técnica de la biopsia por aspiración con aguja fina se popularizó para analizar nódulos sospechosos.

    Estas herramientas fueron un arma de doble filo. Permitieron detectar tumores minúsculos, principalmente carcinomas papilares de tiroides pequeños, que crecen tan lentamente que es muy poco probable que causen síntomas o la muerte del paciente.

    "Antes, los médicos palpaban la glándula tiroides para buscar nódulos", dice Cari Kitahara, epidemióloga del Instituto Nacional del Cáncer en Maryland, Estados Unidos, para la BBC News. "Pero con técnicas como la ecografía, los médicos pudieron detectar nódulos de menor tamaño y luego biopsiarlos. 

    Esto condujo a una mayor detección de cánceres papilares de tiroides de pequeño tamaño que en el pasado no se habrían detectado mediante palpación [el uso de las manos para examinar físicamente el cuerpo de un paciente]."

    La evidencia apoyaba esta teoría. Mientras los casos se disparaban, las muertes por cáncer de tiroides se mantenían notablemente estables. Un ejemplo claro fue Corea del Sur, donde la incidencia se multiplicó con un programa de cribado nacional, para luego disminuir cuando el programa se redujo.

    "En conjunto, estos patrones eran consistentes con el sobrediagnóstico, o la mayor detección de enfermedades que probablemente nunca causarían síntomas ni la muerte a esas personas si no se hubieran detectado", dice Kitahara.

    Este sobrediagnóstico llevó a miles de personas a someterse a tratamientos agresivos e innecesarios, como la extirpación completa de la tiroides y terapia con yodo radiactivo, con sus consiguientes riesgos. Afortunadamente, la práctica clínica ha cambiado, optando ahora por cirugías menos invasivas o la simple vigilancia activa para estos microcánceres. Como resultado, en Estados Unidos, las tasas de nuevos casos se han estabilizado.

    ¿Y si no es solo sobrediagnóstico?

    Sin embargo, la historia no termina ahí. En los últimos años, los científicos han observado que el panorama es más complejo.

    "Las tasas de cáncer de tiroides están aumentando incluso en entornos y regiones del mundo sin un sistema de detección riguroso", afirma Sanziana Roman, cirujana endocrina de la Universidad de California en San Francisco (UCSF).

    Y añade un dato crucial: "También se están diagnosticando con mayor frecuencia tumores más grandes y en estadios más avanzados. Esto sugiere que estamos viendo una combinación de sesgo de detección y aumentos reales en la incidencia de la enfermedad."

    Los números lo confirman. Aunque la mortalidad general por este cáncer es baja, estudios recientes muestran un aumento constante en la tasa de muertes, aproximadamente del 1.1% anual. Además, no solo están aumentando los tumores pequeños, sino también los cánceres papilares metastásicos que se han extendido a otras partes del cuerpo.

    "Esto sugiere que podría haber algún otro factor que esté impulsando el aumento de estos tumores más agresivos", dice Kitahara.

    Los sospechosos habituales: obesidad, químicos y radiación médica

    Frente a esta evidencia, la ciencia busca respuestas en varios frentes. El principal sospechoso es la obesidad. Los estudios muestran que las personas con un índice de masa corporal (IMC) elevado tienen más de un 50% de probabilidades de ser diagnosticadas con cáncer de tiroides a lo largo de su vida.

    "En nuestra investigación también observamos que un IMC elevado estaba relacionado con un mayor riesgo de muerte por cáncer de tiroides", afirma Kitahara. "Esto constituía una prueba contundente de que no se trataba simplemente de un sesgo de detección. No se debía solo a que las personas con un IMC más elevado tuvieran más probabilidades de acudir al médico y someterse a revisiones de tiroides, y por eso presentaban más casos de cáncer de tiroides. Era evidencia de que un IMC elevado tenía más probabilidades de estar relacionado con el desarrollo y la progresión del cáncer de tiroides".

    Los mecanismos no están del todo claros, pero se cree que la inflamación crónica, la resistencia a la insulina y los cambios en la función tiroidea vinculados a la obesidad podrían ser los responsables.

    Otros factores bajo investigación son:

    Disruptores endocrinos: Sustancias químicas como los PFAS, presentes en utensilios de cocina antiadherentes y envases de comida, que pueden interferir con el sistema hormonal. No obstante, la evidencia que los vincula directamente con el cáncer de tiroides sigue siendo contradictoria.

    Radiación médica: El uso creciente de tomografías computarizadas (TC), especialmente en niños cuya tiroides es más sensible, es una preocupación. Un estudio reciente estimó que unos 3.500 casos anuales de cáncer de tiroides en EE.UU. podrían atribuirse directamente a la radiación de estas exploraciones.

    En definitiva, el aumento del cáncer de tiroides es un fenómeno con múltiples capas. Una parte significativa se explica por el sobrediagnóstico de tumores que nunca fueron una amenaza. 

    Pero otra parte, preocupante, parece ser un aumento real de casos, incluyendo variedades más agresivas, impulsado probablemente por factores como la obesidad.

    "Es probable que estemos observando un fenómeno multifactorial que incluye influencias ambientales, metabólicas, dietéticas y hormonales, que posiblemente interactúan con una susceptibilidad genética subyacente", concluye Roman.



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