Una alimentación deficiente en la vejez puede incidir negativamente en la salud cognitiva, afectando de forma progresiva funciones como la memoria, la planificación y la ejecución de tareas cotidianas.
En Puerto Rico, donde la población de adultos mayores crece aceleradamente, surge una pregunta urgente: ¿cómo podemos preservar la salud y autonomía de la población envejeciente? La respuesta podría estar, en gran medida, en su nutrición.
Durante la quincuagésima convención anual del Colegio de Nutricionistas y Dietistas de Puerto Rico, la licenciada Mayra Aponte reveló el vínculo entre lo que comemos y el desempeño cognitivo en la población geriátrica.
En su reciente charla titulada "Intervención en el Estado de Malnutrición de Adultos de Edad Mayor y su Desempeño Cognitivo", la experta puso el foco en un problema que muchos pasan por alto: cómo la mala alimentación acelera el deterioro mental y la funcionalidad en los adultos mayores.
El deterioro cognitivo no aparece de un día para otro. Se insinúa en pequeños detalles cotidianos. "Ese adulto mayor ya no puede hacer las actividades que comúnmente hacía o de forma normal y entonces vemos quizás un mal funcionamiento, un retraso en actividades como barrer, fregar, consumir alimentos o incluso hacer las compras", explica.
La conexión con la nutrición es directa: lo que falta en el plato termina faltando en la mente.
Muchos adultos mayores caen en patrones peligrosos sin darse cuenta. "Tenemos adultos mayores que viven solos, que no saben cocinar o que no tienen acceso a alimentos adecuados y entonces su consumo de grasas, alimentos ultra procesados y azúcares refinados, pueden tener efectos negativos en su salud cognitiva".
"Posiblemente sea lo más fácil, lo más rápido, lo más accesible", reconoce la especialista. Las grasas saturadas y los carbohidratos refinados se convierten en la opción por defecto, especialmente para quienes viven solos o con recursos limitados.
Pero hay más. La Lcda. Aponte alerta sobre un factor determinante: "Ese porcentaje de personas que no saben si su compra le va a dar para todo lo que necesitan". La inseguridad alimentaria no es solo falta de comida, sino falta de comida adecuada.
Frente a este panorama, la experta destaca recursos disponibles pero poco conocidos: "hay programas que ayudan a los adultos mayores a través de centros de actividades y servicios múltiples, tienen programas de nutrición en centros congregados y los participantes pueden recibir una nutrición adecuada por lo menos una o dos veces al día".
Desde comedores comunitarios hasta entrega de alimentos en hogares, estas iniciativas pueden marcar la diferencia.
Además, el rol del nutricionista aquí es clave. "Nosotros somos esa mano amiga", describe la licenciada. No se trata de prohibir, sino de guiar: "Podemos llegar a un acuerdo y podemos seguir consumiendo ciertos alimentos".
La flexibilidad es esencial cuando se trabaja con personas mayores. "Nosotros no somos la persona que va a restringir la ingesta de ese adulto mayor que quizás está en riesgo de malnutrición o está malnutrido, le damos nutrición especializada pero de acuerdo a sus gustos y sus preferencias", asegura la nutricionista.
Como mensaje final, la experta menciona: "Nuestros adultos mayores necesitan de nuestra ayuda, necesitan nuestra comprensión". No se trata solo de añadir años a la vida, sino vida a los años.