La experta diferencia entre fatiga y deterioro cognitivo, señalando que los signos preocupantes serían otros, y que las imágenes observadas no permiten concluir nada por sí solas.

En las últimas semanas, los episodios en los que Donald Trump aparece luchando visiblemente por mantenerse despierto durante reuniones oficiales han encendido un debate sobre su condición.
¿Es el agotamiento propio de un octogenario bajo estrés extremo, o podría ser un indicio de algo más? Para entenderlo, la Revista de Medicina y Salud Pública consultó a la neuropsicóloga clínica Luisa Fernanda Díaz, quien analizó la situación, alejada de la especulación política.
Las imágenes son recurrentes. En una extensa reunión de gabinete, Trump fue captado con los ojos cerrados por segundos, reclinándose e inquieto.
Este episodio se suma a otros anteriores, como una sesión en Riad y un anuncio público en noviembre, donde también mostró signos de fatiga extrema. Estos incidentes llegaron poco después de que el New York Times reportara una "caída notable" en sus niveles de energía, planteando dudas sobre su capacidad para afrontar otra campaña presidencial y un posible mandato.
Para la doctora Díaz, la clave está en el contexto de la vida de Trump. "Es normal, es muy normal porque es una persona que en sus manos está casi la decisión a nivel global, las decisiones de él influyen a nivel global", afirmó. La experta argumenta que el desgaste es una consecuencia esperable, no un marcador de enfermedad.
Desarrolló su punto explicando que la combinación de edad, responsabilidades colosales y la falta de una rutina de descanso regular lleva a este desenlace.
"Si nos ponemos a pensar que es una persona de la edad que él tiene, que maneja multitareas, porque eso es lo que él maneja, y tiene varios frentes, pues es normal que en algún momento... lógico que va a tener este tipo de cansancio y deterioro porque no hay regularidad en la higiene del sueño, porque no hay, porque todo el tiempo está procesando información".
En otras palabras, la disminución de energía propia de los ochenta años se ve multiplicada por el estrés crónico.
El debate inevitablemente lleva a comparaciones con el presidente Joe Biden y a preguntarse si Trump está en una trayectoria similar de declive. La neuropsicóloga fue clara al establecer una distinción entre el agotamiento y los síntomas de un deterioro cognitivo.
"Es normal porque es una persona de ochenta años y a los ochenta años la energía cognitiva baja sustancialmente y esto suele pasar porque él tiene un estilo de vida bastante estresante y ajetreado", señaló.
Para despejar cualquier duda, continuó: "No, no es lo mismo que le pasó a Biden".
Según la experta, los signos de alarma serían diferentes: desorientación, problemas persistentes con el lenguaje, dificultad para manejar asuntos básicos como medicamentos o finanzas, y cambios bruscos de personalidad, síntomas que, bajo su perspectiva, no ha observado en el expresidente de manera consistente.
La discusión se volvió más específica al considerar los hábitos reportados de Trump, como pasar noches enteras viendo noticias.
La doctora Díaz explicó el impacto de la privación crónica de sueño en el cerebro, sin importar la edad. "Cualquier persona, independientemente de su edad, que no duerma bien, esto va a causar problemas de memoria, lentificación del proceso mental de la información, poco autocontrol, claro que es normal que le suceda eso", indicó. Este patrón explicaría los "microsueños" o episodios de somnolencia.
Paradójicamente, también señaló que su constante actividad mental podría ser un factor protector. "El hecho de que Trump esté todo el tiempo activo, pues va a retrasar la posibilidad de que tenga [deterioro]", afirmó, contrastando esto con el deterioro más rápido que suele observarse en personas que se retiran y dejan de estimular su mente.
¿Qué pasa con los rasgos de personalidad de Trump, como su impulsividad y estilo confrontativo, en este contexto? La neuropsicóloga aclaró que estos son componentes estables de su carácter. "Eso lo ha hecho siempre. O sea, eso no es nuevo", recordó sobre sus comentarios agresivos.
No obstante, advirtió que la fatiga y la edad podrían potenciar estos rasgos. "Lo que sí puede pasar es que de pronto el control de impulsos que él tiene hasta ahora se puede aumentar con este tipo de situaciones que él está presentando", planteó.
Además, cuando se le preguntó si su estilo de negociación podría cambiar, dijo: "Yo pienso que sí las va a seguir usando. O sea, la naturaleza, la esencia del ser humano no se pierde con el paso de los tiempos o más bien se aumenta", afirmó, concluyendo que "ese tipo de agresividad y ese tipo de estrategia va a seguir".
Finalmente, al abordar la pregunta sobre si debería existir un límite de edad para cargos de máxima responsabilidad, la doctora Díaz argumentó qué: "En mi concepto no. ¿Por qué? Porque depende mucho del estilo de vida", explicó.
Reconoció que quienes han vivido décadas bajo alta presión pueden estar "entrenados" para manejarla, pero advirtió: "Entonces están entrenadas hasta el último momento para poder continuar con la tarea que se les exige por sus cargos. Ahora, esto no significa que ellos no puedan presentar deterioro".
Su conclusión apunta a que es necesario una evaluación individual más allá de especulaciones y, claramente, es importante los equipos de apoyo y los mecanismos institucionales para salvaguardar la toma de decisiones, más allá de la edad cronológica del líder.