Dr. Eddiemar Ortiz Cruz, el hematólogo oncólogo puertorriqueño que "renació"

El Dr. Eddiemar Ortiz Cruz despertó de su estado de inconsciencia en el que estuvo cuatro meses, aún cuando los médicos habían pronosticado más tiempo.

Medicina y Salud Pública

    Dr. Eddiemar Ortiz Cruz, el hematólogo oncólogo puertorriqueño que renació

    Jackeline Del Toro
    Agencia Latina de Noticias Medicina y Salud Pública

    En febrero de 2016, el doctor Eddiemar Ortiz Cruz estuvo al borde de la muerte con apenas 36 años de edad. La ciencia lo descartó, pero la fe de su madre, Ana B. Cruz Ortiz, dio paso a un milagro que comenzó a manifestarse cuando despertó de su estado de inconsciencia en el que estuvo cuatro meses, aún cuando los médicos habían pronosticado que podía estar así entre tres y 10 años, o nunca despertar.

    La primera palabra que pronunció al despertar en su casa fue “mamá”, ya que su madre le repetía todas las noches “mamá está aquí. Mamá nunca se va a ir”.

    Luego enfrentaron muchas batallas, pero las fueron ganando todas hasta lograr incluso, que retomara su carrera como hematólogo-oncólogo y establecer su propio consultorio, el cual llamó Clínica Renacer, ya que es testimonio y símbolo de su propio proceso de vida. “La fe de una madre es insuperable”, sostuvo quien tuvo a la suya día y noche a su lado, dedicada e incansable. 

    Hace casi cuatro años, el menor de tres hijos varones se enfrentó a un derrame cerebral y siete arrestos cardiorrespiratorios que ocurrieron tras ser transportado al Hospital Auxilio Mutuo. “Si sufría un octavo arresto hubiera muerto de seguro”, indicó Ortiz Cruz, quien mencionó que fue uno de los médicos que había entrenado en el Centro Médico de Río Piedras quien lo entubó y logró salvarlo. 

    “La vida es un círculo”, afirmó Ortiz Cruz. No sólo porque un estudiante que entrenó en sus años como residente de Medicina Interna fue quien le salvó la vida, sino porque decenas de personas que rezaron por su recuperación han ido a la Clínica Renacer a constatar el milagro. 

    Ortiz Cruz recordó que antes de sufrir el accidente cerebrovascular trabajaba demasiado. A pesar de ser hipertenso desde los 23 años de edad, trabajaba en tres hospitales y dos oficinas médicas, lo que le dejaba poco tiempo para dormir. Sólo dormía tres horas diarias, no se alimentaba adecuadamente y apenas disfrutaba la vida. “No tenía vida. Me olvidé de mí y la vida me pasó factura”, lamenta. 

    Una mañana no llegó a su trabajo en la Fundación de Investigación del Cáncer, lo que despertó inquietud en sus colegas quienes comenzaron a realizar llamadas telefónicas, tanto a él como a su hermano con quien compartía apartamento en Río Piedras. Fue este quien lo encontró en el apartamento, inconsciente y respirando con gran dificultad (‘gasping’). 

    “Estuve varias horas sin que el oxígeno llegara al cerebro adecuadamente”,

    estima el sub-especialista. 

    Fueron tres años que no se los deseo a nadie. Estuve acostado tres años que parecieron tres siglos”, confesó. Pero su motor eran la fe y su deseo de volver a ejercer la medicina.

    Entre las complicaciones que confrontó durante la convalecencia, estuvo un enfisema subcutáneo que le surgió tras serle removida la traqueostomía, además de osificación heterotrópica en ambas caderas por el tiempo que estuvo encamado. Dicha condición fue intervenida con una escisión que provocó una fractura de fémur y que subsiguientemente requirió un reemplazo (prótesis) de cadera, relató el joven galeno.

    Cada vez que me recuperaba de una cirugía surgía una complicación que requería otra cirugía”, relató quien comentó que al acudir a sus citas esperaba horas para ser atendido al igual que los demás y nunca decía que era doctor hasta que le hacían el historial. Todo lo vio como un proceso de aprendizaje y crecimiento como ser humano. 

    Ortiz Cruz agregó que un tiempo después quiso poner a prueba su cerebro y “comencé a leer sobre Oncología para probarme un poco, volver a sentirme (confiado) en mi campo de la Oncología donde todo cambia de un día a otro. Estoy empezando desde cero muchas cosas en mi vida, pero siempre recuerdo la frase de un escritor que dice: “La única ventaja de empezar desde cero es, que siempre que se empieza desde cero se puede empezar mejor”. 

    El galeno reveló que cuando se graduó de Medicina nunca tuvo planes de regresar a su pueblo natal, Naranjito. Sin embargo, la vida se encargó de dirigirlo donde entiende que hacía falta. “Sabía que había necesidad, pero no imaginaba cuánta”, dijo a MSP, al explicar que atendía en el Centro Médico pacientes que le decían eran vecinos suyos y de su familia en el Centro de la Isla. 

    Eran personas que se levantaban a las cuatro de la madrugada para poder llegar al área metropolitana a recibir tratamientos, y que tenían que regresar a sus casas con náuseas y vómitos por el tratamiento oncológico”, comentó quien ya atiende cerca de 400 pacientes en la clínica, algunos en consulta y otros que reciben tratamiento de quimioterapia o inmunoterapia.

    Estoy más que agradecido de Dios por poder volver a ejercer lo que amo”, expresó el médico, quien sirve al área de la Montaña, lugar que carecía de servicios especializados para atender casos de cáncer.


    Ortiz Cruz mencionó que su caso es similar al del ex boxeador Prichard Colón (aunque en circunstancias diferentes), por lo que su madre y él oran por su recuperación, celebran y lloran de alegría con cada paso de recuperación que tiene el joven, quien también ha tenido a su madre como el mayor apoyo en el proceso.  


    Añadió que “si algo aprendí de esta experiencia de vida que no le deseo a nadie y que utilizo mucho para motivar a mis pacientes de cáncer, es sacar de la mente el ‘yo no voy a poder con esto’. Siempre se puede. Nadie pensaba que yo, con un pronóstico tan reservado, iba a reintegrarme a mi profesión como hematólogo-oncólogo”. 


    Muchas veces, la enfermedad no solo golpea al cuerpo, sino que afecta emocionalmente. 

    “Si bien es cierto que la rehabilitación física me tomó dos años y medio incluyendo las 11 cirugías y múltiples hospitalizaciones en varios centros de Rehabilitación; me tomó otro tiempo reconciliarme con las secuelas, más que todo emocionales, que quedan después de vivir un evento de tal magnitud a una edad tan joven. Pero mi enfoque siempre fue volver a ejercer lo que tanto amo; ejercer como hematólogo-oncólogo cuando Él (Dios) entendiera era el momento de volver. Uno nunca sabe cuán fuerte es hasta que ser fuerte es tu única opción”, compartió sobre su experiencia. 

    Relató que “todas las noches me iba a la cama repitiéndome esta frase: “Ninguna tormenta es eterna”. Y como siempre me ha fascinado un pasaje de Haruki Murakami en uno de sus mejores libros: “Y una vez la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa sí es segura… Cuando salgas de esa tormenta no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata la tormenta”. 

    Y enfatizó que: “el 15 de enero de 2019, cuando abrí mi Clínica Renacer, quise estar más cerca de haberle dado fin a mi tormenta. Hay que creer en los milagros. Ocurren todos los días. Les cuento a mis pacientes mi historia para que nunca pierdan la esperanza. La ciencia tiene la capacidad de llegar hasta un punto. Cuando la ciencia termina, ahí comienza Dios”. 

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