La codeína puede aliviar la tos seca, pero en casos de tos productiva, enfermedades respiratorias o problemas digestivos puede agravar la condición y ocultar síntomas importantes. Su uso debe estar siempre supervisado por un médico.
La codeína, un alcaloide opiáceo natural, ejerce un efecto multifacético en el organismo según explican los farmacéuticos del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Gipuzkoa:
"En primer lugar, deprime el centro medular de la tos, generando un efecto antitusivo. Además, estimula unos determinados receptores del sistema nervioso central (los receptores mu, en concreto), inhibiendo las vías del dolor y ejerciendo un efecto analgésico. Y, por último, al reducir la liberación de acetilcolina y prostaglandinas en el plexo mientérico, inhibe el tránsito intestinal y genera un efecto antidiarreico".
El Dr. Germán Peces Barba, vicepresidente neumólogo de SEPAR, precisa que su indicación principal corresponde a "pacientes con tos intensa y persistente, que dificulta su calidad de vida", aunque advierte que existen alternativas con "menor efecto en el sistema nervioso central".
Todos los medicamentos que contienen codeína requieren receta médica obligatoria.
Las presentaciones disponibles incluyen comprimidos y jarabes, con dosificaciones específicas: para soluciones orales, adultos y adolescentes mayores de 12 años pueden recibir 10-20 mg cada 6 horas, mientras los comprimidos se dosifican en 28,7 mg cada 6 horas, hasta un máximo de 172,2 mg diarios para dolor.
Ahora bien, el uso de codeína conlleva riesgos de enmascarar o exacerbar condiciones médicas preexistentes, según advierten expertos en farmacología y neumología. El Dr. Germán Peces Barba, vicepresidente neumólogo de SEPAR, alerta que "el riesgo de la codeína es que, aunque se dé a las dosis terapéuticas, si se administra en una tos productiva va a retener el moco y, por ello, incrementará las infecciones respiratorias. Supone un gran peligro".
Este efecto es crítico en pacientes con bronquitis, neumonías o EPOC, donde la eliminación de secreciones es esencial. El especialista añade que "si damos codeína en una dosis elevada, como sucede con la morfina, puede producir una inhibición del centro de la respiración y puede acabar en insuficiencia respiratoria porque el generador de los ciclos respiratorios del cerebro está inhibido".
Los farmacéuticos Aizpurua, Malet y Oñatibia amplían la advertencia a contextos neurológicos: "En caso de trauma craneal y presión intracraneal elevada, la codeína puede elevar la presión del líquido cefalorraquídeo pudiendo aumentar el efecto depresor respiratorio. Al igual que otros narcóticos, puede enmascarar el diagnóstico y el curso clínico de pacientes con traumatismo craneoencefálico". Este enmascaramiento de síntomas clave, como cambios en el nivel de conciencia o patrones respiratorios, podría retrasar intervenciones críticas.
Adicionalmente, los expertos destacan que la codeína puede inhibir el peristaltismo empeorando el estreñimiento en pacientes con estreñimiento crónico. Por sus efectos en el sistema digestivo puede enmascarar el diagnóstico o la evolución clínica de pacientes con procesos abdominales agudos.
Esto es un riesgo especial en condiciones como obstrucción intestinal, apendicitis o diverticulitis, donde el dolor y la alteración del tránsito son indicadores clave.
El riesgo de dependencia es la preocupación mayor. Los expertos advierten que "la codeína usada de forma inadecuada puede generar dependencia" y su abuso continuo "puede desembocar en psicosis, delirios, alucinaciones e incluso esquizofrenia". El síndrome de abstinencia produce "un amplio rango de síntomas [que] deteriorando su calidad de vida y relaciones sociales", requiriendo deshabituación paulatina.
Debe evitarse la combinación con depresores del SNC como benzodiacepinas, antidepresivos y antipsicóticos.
Los efectos adversos incluyen complicaciones cardiovasculares, gastrointestinales, respiratorias y neurológicas, necesitando monitorización estrecha en pacientes polimedicados.
Esta evaluación integral demuestra que, aunque la codeína mantiene indicaciones terapéuticas válidas, su uso requiere evaluación riesgo-beneficio individualizada y vigilancia médica estricta, particularmente en poblaciones vulnerables o con comorbilidades específicas.